
Toda verdadera economía de mercado se asienta, como uno de sus principios fundamentales, sobre el libre juego de la oferta y la demanda. Ese axioma básico, sin embargo, viene siendo transgredido año tras año en España, en el sector televisivo. Las cifras demuestran con plena objetividad hasta qué punto Mediaset y Atresmedia disfrutan de una posición duopolística ante los anunciantes.
Sólo un pacto entre los dos gigantes puede explicar hechos tan contundentes como que acaparen el 90 por ciento de la publicidad (con el 60 por ciento del total de la audiencia) y que el despertar de ese mercado les beneficie casi en exclusiva.
No en vano el 80 por ciento del alza que experimentó la inversión de los anunciantes en 2014 fue absorbido por la cadena de Fuencarral y la del Grupo Planeta.
Pero resulta aún más demostrativo de su posición privilegiada el hecho de que ha sido reconocida por Competencia y ha originado sanciones; la baja cuantía de estas, sin embargo, les restó todo poder disuasorio.
Así, Mediaset prosiguió negociando conjuntamente la publicidad de Telecinco y Cuatro, pese a que una de las condiciones de la fusión de ambas era separar políticas comerciales.
El Gobierno dispone de una nueva oportunidad de actuar contra un duopolio tan manifiesto. La salida a concurso de otros cinco nuevos canales podría reforzar la competencia o, por el contrario, blindar a los gigantes frente a amenazas como el auge de la televisión de pago, la posibilidad de que el Supremo cierre otros ocho canales en abierto ya existentes o el regreso de la publicidad a RTVE.
En esta encrucijada, el Ejecutivo debe tener altura de miras y propiciar que la publicidad televisiva deje de ser un coto exclusivo.