
"-El juego consiste en pasar el dinero del bolsillo de tu cliente, a tu bolsillo". "-Ya, pero si puedes hacer que el cliente también gane dinero, todos salimos beneficiados, ¿correcto?". "-No. Regla número uno en Wall Street: nadie sabe nunca si un valor va a subir, bajar, ir de lado, girar en putos círculos... ¡y mucho menos los brókeres! Es todo una filfa".
Un experimentado bróker alecciona a un joven que se estrena en el mundo de los mercados financieros en los años 80. Son Matthew McConaughey y Leonardo Di Caprio en una de las películas más recientes, y ya emblemáticas, sobre bolsa, 'El Lobo de Wall Street'.
Hacia un inversor con conciencia
Un filme en el que se vuelve a mostrar a la industria financiera como un sector donde reina la avaricia, el interés propio, la desregulación e, incluso, la perversión. Sin embargo, en los últimos años, el negocio que tiene que ver con la gestión de patrimonios y con la inversión se ha visto obligado a cambiar mucho. Sobre todo, por el clima de desconfianza generado a raíz de la crisis de 2008. Pero, también, por la aparición del consumidor, en este caso del inversor, con conciencia, para el que ya... no todo vale.
Los inversores más jóvenes y el nuevo clima político exigen transparencia, una mayor sensibilidad hacia las cuestiones climáticas, laborales… y el rechazo de la corrupción. En definitiva, exigen que su dinero y sus ahorros crezcan, pero que lo hagan bajo un ideal de desarrollo sostenible.
Estas nuevas demandas han derivado en una sorprendente tendencia de inversión, que se está poniendo muy de moda, y que lleva a los gestores a seleccionar compañías que cumplen con criterios socialmente responsables.
"Lo que se está viendo claro en los últimos años es que no solo es importante ser rentable, sino de qué manera eres rentable. Hemos visto en bolsa y en mercados financieros un montón de escándalos, bien porque no se había invertido en I+D para evitar entrar en la toxicidad desde el punto de vista medioambiental, o bien porque en términos de gobernanza no se había previsto una gestión transparente", explica Ignacio Perea, director de inversiones de Tressis y uno de los defensores de esta tendencia en España, quien incide en que, "poco a poco, lo que se ha visto es que ser socialmente responsable paga doblemente: en rentabilidad y porque eres sostenible en el tiempo".
Gancho para los millennials
Sin duda, también es un intento de atraer a las nuevas generaciones al mundo de la inversión. Principalmente a la que los expertos sitúan en el epicentro de la economía en las próximas décadas, la de los millennials. Un nuevo actor social que ha llegado con nuevas perspectivas al oscuro mundo de los mercados financieros.
"Ya no se tienen en cuenta sólo los aspectos financieros de una compañía, sino que se analizan aspectos sociales, ambientales o de gobierno corporativo", observa Jorge González, analista de mercados de Tressis, quien destaca que "queda muy mal que un fondo que invierte en una empresa porque cree que tiene muy buenas cuentas de resultados, luego tenga un escándalo por detrás por ejemplo sobre que no tiene políticas de conciliación laboral o que arroja vertidos tóxicos a la naturaleza".
Nueva forma de 'activismo'
Compañías relacionadas con armamento, juego, explotación infantil o tabaco están fuera del caladero de esta tendencia de inversión socialmente responsable. Vetadas. "Viene excluyendo sectores incluso antes de que sean rechazados socialmente. Por ejemplo, este año ha sido muy importante el aceite de palma y el impacto que tiene en la salud. Pues los fondos de inversión que incluyen criterios socialmente responsables llevan excluyendo las empresas que producen aceite de palma desde hace muchos años", continúa Jorge González.
El próximo enemigo público de esta versión del activismo en el plano financiero ya lo adelanta el propio experto en bolsa: el azúcar. "A la vez que se están uniendo muchos países implantando impuestos a los azúcares, las gestoras llevan ya tiempo trabajando en ese tema, excluyendo a compañías de bebidas azucaradas u otras empresas de alimentación".
Un activismo que para muchos puede parecer inaudito, pero que ya es muy real en los países nórdicos o en Francia, donde los gestores exigen en las juntas de accionistas de las empresas en las que invierten que cumplan con ciertos criterios socialmente responsables si no quieren ver cómo se esfuma el dinero de sus clientes.
"La participación en las juntas generales de accionistas de una compañía era un tema que estaba muy olvidado por parte del inversor institucional. Al final iba mucho inversor minoritario, jubilados que tenían más tiempo, pero ahora ha cambiado mucho porque hay mucho inversor institucional que va también a las juntas y pregunta a los gestores o vota en contra de los consejos de administración, de las subidas de salarios, e intenta alinear los intereses de la compañía con los de los accionistas", remarca Jorge González.
"Un caso muy llamativo es el de la petrolera norteamericana Exxon Mobile, cuyo consejero delegado es asesor de Donald Trump, quien ha sacado a Estados Unidos del acuerdo de París, y, sin embargo, los accionistas de la compañía han obligado al equipo directivo a que sus bonus estén relacionados con objetivos medioambientales", concluye Ignacio Perea.