
En agosto del año 2015 los mercados globales sufrieron un crash generalizado tras conocerse un dato del Caixin chino peor de lo esperado. En el arranque de 2016 las devaluaciones del yuan provocaron también fuertes turbulencias en el mercado. Desde entonces, China ha desaparecido del foco de los inversores, pero el gigante asiático todavía tiene muchos problemas que resolver y retos a los que enfrentarse.
Con unos ratios de endeudamiento del sector privado que para muchos están en niveles alarmantes, un proceso de apertura de sus mercados financieros y un cambio en el modelo económico en marcha, los expertos creen que esta situación genera tantos peligros como oportunidades para los inversores.
En una carta a los inversores, Mark Haefele, Jefe de Inversión global en UBS Wealth Management, explica que "participar en los sectores de crecimiento en China, desde el comercio electrónico a la energía limpia, será más fácil", pero advierte de que "la ratio de deuda sobre el PIB de las empresas del país está acercándose a los niveles a los que llegó en España y Japón antes de sus crisis, un shadow banking gigantesco y opaco está elevando las preocupaciones y tanto la política como el flujo de la inversión probablemente sigan siendo imposibles de predecir".
El mercado de renta variable chino es el segundo más grande del mundo, con un valor que se sitúa en el entorno de los 7,5 billones de dólares, solo por detrás de los 27 billones del estadounidense, pero solo supone el 2,5% de los constituyentes del MSCI All Country World Index.
Para Haefele, esto se debe a que "restringe la movilidad del capital y de manera habitual exhibe una volatilidad prodigiosa" y considera que "estos factores han limitado su accesibilidad y su reclamo para los inversores internacionales".
Durante años la separación entre el mercado financiero chino y el internacional ha supuesto en cierto modo una ventaja, al permitir al país invertir a largo plazo sin la amenaza constante de que el capital volase hacia otro lugar en caso de que se impusiesen las dudas sobre estos cambios.
Sin embargo, ahora el país necesita más capital, lo que ha provocado que el Gobierno haya hecho más flexible su tipo de cambio y que a principios de año desvelase 20 medidas para reducir la regulación sobre los inversores internacionales.
Las oportunidades
Durante los últimos años China se ha decidido para llevar a cabo un cambio radical en los cimientos de su economía. El gigante asiático pretende dejar de ser una economía basada en las exportaciones a centrarse más en el consumo doméstico. Desde el año 2011, las acciones expuestas a la nueva China han subido 7,5 puntos porcentuales más de media anual que aquellas expuestas a la vieja China.
"Toda vez que los proveedores de índices añaden a China a los índices de mercados emergentes y globales, los inversores necesitarán asegurarse de que su dinero está participando en el crecimiento en China y no simplemente convirtiendo su deuda en capital", advierten en la entidad helvética.
De este modo, señalan que "el S&P New China y el MSCI China favorecen las partes del crecimiento del mercado del país más que el HSCEI y el FTSE A50, que tienen un peso mayor de los bancos y las materias primas".
El jefe de inversión global de la entidad favorece las acciones que están listadas en el mercado de acciones H de Hong Kong que cotizan con descuento con respecto a las del Shanghai A, al considerar que "es más probable que se beneficien del flujo de dinero de los inversores extranjeros".
Los riesgos
Los retos que afronta China durante los próximos años se acumulan y en UBS creen que "los inversores globales necesitarán acostumbrarse a monitorizar los cambios políticos en el país". "El país está intentando acabar con la sobrecapacidad y evitar que el crecimiento sea inferior al 6,5%. Por si eso no fuese suficiente, también intenta evitar movimientos bruscos de la divisa y mantener bajo vigilancia su ratio de deuda empresarial sobre el PIB en el 150% y su shadow banking", señalan desde la entidad helvética.
"Este acto de malabarismo prácticamente imposible implica de manera inevitable cambios en las políticas y volatilidad en los tipos, el yuan, la demanda de materias primas y el crecimiento económico", concretan.