
Los nervios están a flor de piel en el Banco Central Europeo (BCE). Los problemas del sistema financiero heleno han desatado una guerra interna en la institución entre sus dos ramas principales: la política monetaria y la supervisión financiera.
Por un lado, los funcionarios a las órdenes de Mario Draghi intentan controlar la fuga de depósitos de la banca griega sin financiar al Estado de manera ostensible. Por otro, los esfuerzos del Mecanismo de Supervisión Única (MUS) para cumplir con su papel están irritando a la vieja guardia, que teme que las estrictas exigencias del supervisor agraven los problemas en Grecia.
Ahora mismo, el BCE se enfrenta a uno de los momentos más delicados en los seis años de crisis de deuda soberana. Y lo hace con un problema, que es alinear sus dos funciones de modo que se puedan superar los problemas en Grecia y que al mismo tiempo sirva de ejemplo para afrontar futuros problemas en la banca de la zona euro.
"Es evidente que hay tensión y era obvio desde un comienzo que la habría", dijo Nicolas Véron, miembro del grupo de investigación Bruegel de Bruselas. "Pero hay una tensión de tipo productivo, como la que había entre Tim Geithner, secretario del Tesoro, y Sheila Bair, presidenta de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC, fondo de garantía de depósitos de EEUU) en 2008. Esto podría acabar creando la combinación correcta de políticas".
Como EEUU en 2008
El BCE se encuentra ahora en una tesitura similar. Así como EEUU tuvo que elegir en 2008 entre el riesgo moral de rescatar a la banca y el presumible caos financiera de dejarla quebrar, la institución monetaria europea se encuentra atrapada entre ceder a las demandas de efectivo de Grecia y la debacle que supondría permitir su salida del euro.
Esa tensión crece dentro del BCE y afecta la relación entre los funcionarios que se encuentran en la nueva sede y los supervisores bancarios instalados en unas oficinas temporales a tan solo dos kilómetros de distancia. La presidenta del MUS, Daniele Nouy, podría dar pistas sobre la relación con el Consejo de Gobierno cuando declare frente al Parlamento Europeo mañana martes.
El último ejemplo de esta tensión y las diferentes posturas dentro del BCE fue la decisión de prohibir a los bancos griegos incrementaran su exposición a la deuda soberana del país, medida impuesta por el MUS. La medida, que hace más difícil que el estado se financie a sí mismo, se aprobó con las protestas del Consejo de Gobierno que preside Mario Draghi, que se mostró reacio a aceptarla por su severidad, según aseguran a Bloomberg fuentes con conocimiento de las conversaciones.
Desde el punto de vista de la supervisión, sin embargo, la medida reflejaba las restricciones del BCE respecto de la Asistencia de Liquidez de Emergencia (ELA) para el sistema bancario griego. Desde el mes pasado, el Consejo de Gobierno sólo ha aprobado pequeños aumentos semanales en los préstamos de emergencia que el Banco de Grecia puede hacer a la banca griega ante la preocupación de que los fondos se usaran directamente para comprar deuda del gobierno ilíquida, violando las normas de la Unión Europea.
Los responsable de la política monetaria, por el contrario, defendían que la medida fue torpe y amenaza la medida estrategia del Consejo para afrontar los problemas en Grecia, según fuentes de la entidad.
Finalmente, la medida salió adelante con unas exigencias menores de las iniciales, aunque mostró la tensión entre los supervisores y los encargados de la política monetaria. Una tensión que es probable que se repita, ya que se estima que se tomarán unas 6.000 decisiones sobre supervisión al año, decisiones que luego deben ser aprobados por el Consejo.
Mientras, el tiempo sigue corriendo para Grecia, que debe encontrar una solución con el resto de la Eurozona antes de quedarse sin liquidez a finales del mes de abril. Si no hay acuerdo, es posible que llegue un default desordenado y la más que probable salida de Grecia del euro. Y las discusiones en el BCE serán de otro tipo.