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Nadie gana en la guerra de divisas: devaluar ya no sirve como antes

  • Hoy en día hay que devaluar mucho más para obtener el mismo beneficio

A diferencia de otras épocas, la guerra de divisas no merece la pena. Históricamente, las devaluaciones han servido para mejorar el crecimiento económico al hacer las exportaciones de los países más baratas. Sin embargo, hoy en día, estos beneficios parecen mucho menores. La guerra de divisas se libra en el tablero de la deflación.

Esto resulta particularmente cierto en las economías desarrolladas. El conjunto de divisas de estos países ha caído un 24% de media frente al dólar desde el año 2011. A pesar de ello, el crecimiento de sus exportaciones se ha ralentizado hasta el 4%, frente al 8% de la década anterior, según los datos del CPB, la oficina de análisis económico del gobierno holandés. En Brasil, el desplome del 48% del real en los últimos cuatro años no ha servido para que la economía se recuperara de su peor bache en 25 años.

"La relación entre crecimiento global y comercio se está destruyendo de una manera que ya no permite aplicar el pasado para predecir el futuro", explica Stephen Jen, ex economista del Fondo Monetario Internacional (FMI) y fundador de SLJ Macro Partners. "Ahora hay que devaluar mucho más para obtener el mismo beneficio".

Ayuda, pero no rescata

Los analistas apuntan a dos razones fundamentales para este cambio de paradigma: por un lado, el decreciente efecto de factores que impulsaban el crecimiento antaño, como la rebaja de aranceles; y por el otro, el cambio de estrategia de crecimiento de China.

El gigante asiático ha decidido centrarse más en la economía doméstica y en el crecimiento del sector servicios, con la consecuente caída en la demanda de importaciones, que aunque sigue creciendo, se está ralentizando. "La globalización se ha estancado", apunta Bhanu Baweja, jefe de estrategia de emergentes en UBS. "Una moneda débil ayuda, pero no te va a rescatar".

A pesar de ello, se espera que muchos países continúen e incrementen sus esfuerzos por debilitar sus respectivas monedas. Es decir, se va a intensificar la guerra de divisas, término que se viene aplicando desde que en 2010, Guido Mantega, entonces ministro de Finanzas brasileño, lo utilizara por primera vez. Más de 20 países han recortado tipos de interés o han tomado otras medidas de estímulo desde el comienzo de 2015. ¿Hace falta una conferencia de 'paz' sobre las divisas?

Desde comienzos de 2014, todas las grandes divisas han caído frente al dólar y 10 monedas han caído más de un 20%, incluyendo el euro. No todos los países están tratando de debilitar su tipo de cambio, y algunos como el rublo, la corona noruega o el real brasileño han caído de la mano del desplome del precio del petróleo desde mediados del año pasado.

Menor impulso al comercio global

La guerra de divisas ha sido objeto de estudio por parte del FMI. En un reciente trabajo, la institución trató de ilustrar por qué estas devaluaciones estaban dando menos aire de lo esperado a las economías. Así, mostró que entre 2008 y 2013, por cada 1% de incremento de la producción global, el comercio se incrementó un 0,7%, una cifra mucho más baja que anteriormente. Porque entre 2000-2007 la mejora del comercio fue del 1,5% y entre 1986 y 200 fue del 2,2%.

A pesar de todo, aunque los beneficios de una moneda débil son menores y más difíciles de detectar, eso no significa que hayan desaparecido. Un ejemplo es la Eurozona, donde los inversores, anticipando futuros beneficios empresariales de la devaluación, han impulsado las bolsas mientras el euro caía a mínimos de 12 años frente al dólar.

La caída del euro "está ayudando mucho a la Eurozona, obviamente", explica Jim O´Neill, ex presidente de Goldman Sachs Asset Management y creador del famoso acrónimo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). "Pero no está creando demanda extra. Es una ganancia simplemente a costa de la competitividad de otros", defiende en una columna reciente en Bloomberg.

Otros ejemplos muestran que la caída de la divisa no es la panacea. El ejemplo claro es Brasil. El banco central del país prevé que el PIB se contraiga un 0,8% este año, la peor recesión desde 1990. Y además, con el reverso negativo de la devaluación: una inflación que alcanzó el 7,7% en febrero, máximo de los últimos 10 años, lo que obliga al regulador a subir los tipos a pesar de la debilidad económica.

"La depreciación de la moneda es la solución fácil, al menos a corto plazo, pero a largo plazo tiene consecuencias severas si no se acompaña de reformas estructurales", concluye Shweta Singh, economista de Lombard Street.

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