Aunque la guerra de divisas sea un efecto colateral de la lucha de los bancos centrales por combatir la crisis económica, lo cierto es que sus movimientos han impactado con fuerza en la cotización de las distintas monedas, pero ¿realmente se puede vencer a las fuerzas delmercado?
La política monetaria también es un arma que pueden utilizar los países para combatir la crisis económica y mejorar la situación de sus ciudadanos. Empleando las herramientas que están a su alcance, los bancos centrales influyen en la economía real en un intento por controlar el ciclo y evitar desde las fuertes recesiones hasta las burbujas creadas por expansiones incontroladas.
El modelo Mundell - Fleming, elaborado por los prestigiosos economistas Robert Mundel y Marcus Fleming, apunta a los tres aspectos de la política monetaria que un Estado no puede tener a la vez si quiere abrirse al mundo: una política monetaria autónoma, el libre flujo de capitales y unos tipos de cambio fijos. Conocida como la trinidad imposible, los países tienen que elegir por dirigir dos de ellas, dejando la tercera al libre movimiento del mercado. Empleando estas herramientas, un país interviene en sus relaciones económicas y comerciales con el resto del mundo. De este modo, países como China, eligen mantener intervenido su tipo de cambio; otros bancos centrales occidentales, encabezados por Europa y Estados Unidos, han optado por permitir la libre fluctuación de sus divisas en el mercado.
Sin embargo, las políticas monetarias que intervienen en la oferta monetaria modifican el equilibrio del mercado de divisas generando oscilaciones entre los diferentes países. En épocas de crisis como la actual, una moneda débil permite aumentar la competitividad del sector exterior del país, ya que reduce el precio de sus productos en el extranjero.
Un arma en tiempos de guerra
"La mayoría de países desarrollados han entendido que una de las claves del crecimiento futuro son las exportaciones, especialmente, las destinadas a los países emergentes, dónde se agrupan los nichos de consumo con mayor potencial", advierte Daniel Pingarrón, analista de IG. Para ello, bancos centrales como la Reserva Federal (Fed) o el Banco de Japón (BoJ) han adoptado medidas encaminadas a debilitar su moneda, lo que ha dado origen a una batalla en el mercado bautizada como guerra de divisas.
"Esto es una guerra de divisas porque para lograr la paz en la economía real, es decir variables de empleo y crecimiento estables, a falta de una mejor estrategia, los países más desarrollados han sacado sus cañones monetarios", explica Gonzalo Cañete, gestor de servicios de inversión y trading de Saxo Bank. EEUU y Japón se encuentran entre los países protagonistas de esta batalla, con las políticas de inyección de liquidez de la Fed (con sus tres programas de flexibilización cuantitativa QE) y las compras de activos de Japón que podría potenciar a partir de 2014.
Sin embargo, ¿hasta dónde pueden llegar estas medidas expansivas? ¿Realmente es posible luchar contra los movimientos naturales del mercado? Este tipo de políticas generan grandes riesgos inflacionistas sobre la economía en el caso de mantenerse durante largos periodos de tiempo. Analistas mundiales como Nouriel Roubini han advertido del peligro de este tipo de políticas monetarias, dado que los bancos centrales se están adentrando en un terreno desconocido que puede tener consecuencias inesperadas.
Mientras, los bancos centrales siguen aplicando medidas de dinero barato con tipos de interés oficiales en mínimos históricos en muchos países e incluso imprimiendo billetes. De este modo, parece complicado que estas políticas monetarias expansivas se prolonguen durante largos periodos de tiempo, por los desequilibrios que pueda generar en la economía. Precisamente esta es la propuesta que defiende el modelo Mundell - Fleming, que países que permiten una libre circulación de capitales y que tienen una política monetaria soberana, no pueden controlar el tipo de cambio.
"En el largo plazo, tanto el dólar como el euro tenderán a apreciarse", advierte Pingarrón, en lo que es una opinión generalizada entre los analistas. "Hay un desequilibrio de crecimiento en los países desarrollados respecto a los emergentes y lo lógico es que las divisas emergentes se aprecien, intentar impedirlo es ponerle puertas al campo", advierte Antonio Salido, director de marketing de Fidelity. Un caso aparte es la situación de China, ya que el país sí que mantiene una flotación sucia de su divisa desde finales de 1993. Sin embargo, en las últimas semanas algo parece estar cambiando y algunas voces comienzan a apuntar que podría permitir una mayor libertad de su moneda en cinco años.
Ganadores y perdedores
En toda guerra, siempre hay ganadores y perdedores. En esta, si el objetivo de los contendientes era rebajar los tipos de cambio de sus divisas, los ganadores sin duda han sido los países con monedas fuertes y que son consideradas como activos refugio por los inversores. Por el contrario, las economías emergentes han sido las más penalizadas, debido a que éstas tienen un margen de movimientos más limitados ya que sus economías están más expuestas a la inflación.
Brasil ejemplifica a la perfección esta situación, ya que, después de reducir sus tipos de interés en 10 ocasiones entre agosto de 2011 y octubre de 2012 hasta situarlos en el 7,25%, ha visto cómo se reaceleraba su inflación hasta el 6,31% en febrero. De hecho, ya hay voces que apuntan a una subida de tipos.