
La relajación que se vive en el mercado de deuda desde principios de año se ha reflejado en los menores intereses que tanto España como las grandes empresas españolas se ven obligadas a pagar por financiarse en el mercado.
El paso del tiempo ya no actúa como aliado para el inversor. Esto ha fulminado la máxima de que cuanto más tiempo se retiene una inversión mayores son los intereses que genera. Solo hay que ver los rendimientos ofrecidos en las últimas emisiones corporativas: BBVA (BBVA.MC) pagó esta semana un 3,25% por colocar deuda senior a tres años y CaixaBank (CABK.MC) un 3% por sus cédulas hipotecarias a cinco años... Intereses que ya no están tan alejados de lo que ofrecen los anestesiados depósitos bancarios, que tienen limitadas sus rentabilidades a petición del Banco de España en el 1,75% a un año. Pero la banca ya ha encontrado la fórmula para devolver parte de atractivo a este producto alargando el plazo y, con ello, el rendimiento. Tanto que ahora es posible encontrar depósitos a dos años al 2,75%. Aún así, se trata de una rentabilidad que tampoco garantiza luchar contra el incremento del coste de la vida -la inflación se sitúa en el 2,8%-.
Ni que decir tiene que los rendimientos actuales que ofrecen tales activos -tanto la renta fija, ya sea pública o privada, como los depósitos bancarios- son solo un reflejo de los de antaño. Todo empezó a cambiar en enero. En el ámbito de los depósitos fue fundamental el papel que desempeñó el Banco de España. Sin hacer apenas ruido, el regulador decidió acabar con la lucha desatada entre la banca por la captación de pasivo entre los particulares. Bastaron unas simples llamadas telefónicas para que la mayoría de entidades hicieran propia la sugerencia del regulador de ajustar su oferta comercial a los límites recomendados. Y tras ello, el ahorrador conservador se quedó de golpe sin su producto estrella: el depósito.
Fue entonces cuando afloraron otras ideas de inversión alternativas, entre las que figuran los fondos, los seguros financieros o la renta fija -pública y privada-. La pública ya tenía el camino abierto. Los intereses que el Tesoro se ha visto obligado a pagar en algunas ocasiones por títulos como las letras -que compiten directamente con los depósitos bancarios- cuando la tensión se ha apoderado de los mercados de deuda han dotado de atractivo esta opción. No ocurre lo mismo con la deuda corporativa: la prueba es que solo el 3% del ahorro financiero de las familias está invertido en este activo. El que hasta ahora ha sido un mercado mayorista por las condiciones de acceso también se ha caracterizado por una sequía de emisiones hasta enero. Ese mes cambió todo. La relajación que empezó a experimentar el diferencial español propiciada por la presentación del programa de compra de deuda soberana del Banco Cental Europeo (BCE) abrió un ventanal de liquidez sin precedentes del que se han beneficiado las grandes empresas españolas, que ya han captado más de 17.000 millones de euros en lo que va de ejercicio gracias a la elevada demanda y a la positiva respuesta del inversor internacional.
Y la racha continúa. Esta misma semana, BBVA y CaixaBank no han sido las únicas en salir al mercado. Las últimas en incorporarse a la ola de liquidez que continúa en marzo han sido Telef?a (TEF.MC), que el jueves captó 1.000 millones de euros mediante bonos a 8 años por los que pagó un 3,961%; y Prosegur (PSG.MC), que ha batido el récord de financiación más barata a cinco años al colocar su deuda al 2,75%, superando la demanda en 4,8 veces a la oferta.

¿Compensa la rentabilidad-riesgo?
Sin embargo, lo que es bueno para las cotizadas españolas -los menores costes de financiación actuales-, no lo es tanto para el ahorrador. El panorama con el que se topa es que cada vez es más difícil encontrar rentabilidades que superen el 5% con independencia del vencimiento por el que se decante -ni siquiera el Tesoro pagó más de ese porcentaje la última vez que subastó bonos a una década, ya que el tipo de interés medio que desembolsó fue del 4,91%-.
Y eso, sin tener en cuenta el mayor riesgo que lleva implícito la renta fija corporativa, que hasta ahora siempre se ha compensado con los mayores intereses que genera frente a otros activos más conservadores. Porque no es lo mismo invertir en un depósito a dos años que rinda un 2,75%, que en deuda senior a 3 años que ofrezca un 3,25% -solo 0,5 puntos porcentuales más que el plazo fijo-. Básicamente porque la garantía que dispone ésta última se limita a la que brinda la propia entidad bancaria, mientras que los depósitos garantizan los primeros 100.000 euros de la inversión mediante el Fondo de Garantía de Depósito (FGD).
Más allá de la seguridad que ofrecen ambos activos, la importancia radica en que quien se decante ahora por un depósito -los actuales ofrecen vencimientos que oscilan entre unos meses hasta los dos años- podrá elegir antes qué hacer con su dinero que si se retiene su ahorro en un bono a medio plazo. Situación que le permitiría aprovechar la coyuntura en el caso de que la tensión regrese al mercado y las empresas se vean obligadas a volver a pagar intereses del 5% por colocar su deuda a cinco años.
Y más, cuando opciones en depósitos no faltan. A un año, la mayoría entrega un 1,75%. Sin embargo, la guerra se juega a otros plazos. Por ejemplo, a catorce meses es posible encontrar imposiciones que entregan un 2,25%, como las de Popular (POP.MC) u Oficinadirecta. Y a dos años, lo máximo a lo que se puede optar es un 2,75%. Por no mencionar lo que ocurre en las imposiciones a corto plazo.
Cada vez son más los bancos que se decantan por ofrecer depósitos a corto plazo con vencimientos de entre tres o seis meses, que ofrecen la misma remuneración que a un año: un 1,75%. Con nombres y apellidos, Activobank -entidad online del grupo Sabadell- posibilita contratar un depósito a tres meses que rinde un 1,75% u Openbank -filial en Internet de Santander-, que permite obtener el mismo interés por mantener la inversión durante cuatro meses.
Se trata de otra vuelta de tuerca en el mapa del ahorro conservador que perjudica a la iniciativa desatada entre algunos brókers que pretenden ofrecer en los próximos meses plataformas a sus clientes para la compra directa de renta fija corporativa, en las que se muestren precios de negociación reales, que implicaría fulminar las opacas comisiones que se aplican hoy en día en este mercado, tradicionalmente denominadas por los expertos del sector como sartenazos. Tales comisiones son la consecuencia de las limitadas vías que el particular dispone en la actualidad para la compra de estos activos. Por el momento, la única plataforma que cumple con estas características es la lanzada por Auriga, Auriga Bonos, que empezó a funcionar el pasado 13 de febrero. Ésta permite al particular negociar renta fija sin intermediarios con las mejores cinco posiciones de compra o venta entre 1.600 emisiones, en su mayor parte de máxima calidad.
Para quién se abre una oportunidad
No obstante, los menguados rendimientos que entregan los activos de riesgo moderado o medio abren la puerta hacia otras alternativas, ya que si el inversor quiere optar a intereses superiores será preciso que asuma más riesgo. Ahí entra en juego la renta variable. Ni siquiera Wall Street, que renueva máximos día tras día, está caro ahora mismo. Así lo evidencia el hecho de que el Dow Jones cotice a un PER -número de veces que el beneficio queda recogido en el precio de la acción- de 12,1 veces frente a los más de 15 años que necesitaba un inversor hace cinco años y medio para recuperar su inversión vía beneficios. Aunque si prefiere invertir por los dividendos que ofrecen las cotizadas, no olvide que hay compañías que ofrecen rentabilidades reales -no con ampliaciones de capital- que incluso superan el 5%, como los pagos de Telef?a (TEF.MC) o BME (BME.MC).
Aunque, en realidad, las bolsas no son las únicas que se pueden beneficiar de esta situación. Aquellas compañías que quieran dar una solución a la deuda a largo plazo que aún tienen viva en el mercado se encuentran ante una oportunidad única. Es el caso de Repsol (REP.MC). La petrolera, que posee 3.000 millones de euros en deuda perpetua, planea canjearla por bonos a una década cuando se produzca el cierre total de la venta de su negocio de gas natural licuado (GNL). De hacer el canje ahora, en el que las empresas españolas se financian con intereses en torno al 4%, de imitar la petrolera tales rentabilidades estaría en línea con el cupón trimestral ofrecido por sus preferentes, del 3,6%, según el mercado de renta fija AIAF.
Y lo mismo sucede con Popular, que en septiembre de 2009 lanzó una emisión en la que vendió bonos canjeables en acciones con un precio fijo de conversión en los 7,01 euros. Sin embargo, las continuas caídas que acumula en el parqué hicieron que la entidad demorara el canje por acciones hasta noviembre de 2015 -mientras que en un inicio el intercambio estaba fijado para este mismo año-.