
A mediados de enero, el Tesoro Público anunció su hoja de ruta para 2012. Vamos, que precisó los deberes que tenía para este año. Como principal tarea se imponía captar una financiación neta -una vez restados los vencimientos- de 36.000 millones de euros en el conjunto del ejercicio.
Afinando el tiro, precisó que esa cantidad provendría de los 86.000 millones de euros brutos que pretendía captar mediante emisiones de deuda a medio y largo plazo, es decir, con la venta de bonos y obligaciones con una vida comprendida entre los dos y los treinta años.
Alcanzado ya el ecuador de 2012 tras la colocación de ayer, en la que el organismo emisor recaudó 2.220 millones adicionales con la adjudicación de títulos a dos, tres y cinco años, el vaso se puede ver medio lleno. Al fin y al cabo, el Tesoro ya ha reunido 52.776 millones de euros de los 86.000 millones anhelados. O lo que es lo mismo, en el 50 por ciento del tiempo, ya tiene el 61 por ciento del objetivo.
Camina, por tanto, con cierto adelanto con respecto al calendario. Ahora bien, también hay motivos -crecientes, además- para verlo medio vacío. Porque de esos 52.776 millones, casi 38.000 millones -el 72%- fueron conseguidos en el primer trimestre. Aprovechando la tregua generada por los préstamos a tres años que el Banco Central Europeo (BCE) concedió a la banca en diciembre y febrero, el Tesoro pisó el acelerador emisor entre enero y marzo.
Esta prudente estrategia, consistente en aprovechar la calma inicial para adelantar trabajo, resultó premonitoria, porque el panorama comenzó a torcerse desde abril. Las tensiones retornaron entonces a la deuda pública periférica, con especial intensidad en la española. Tanto, que el Tesoro ha tenido que levantar el pie y pisar el freno con fuerza.
Lo refrendan los datos, puesto que en el segundo trimestre ha reducido el ritmo emisor hasta los 14.920 millones de euros, menos de la mitad que en los tres meses previos. Aunque parte de este descenso ha sido voluntario, puesto que el organismo emisor ha ido reduciendo progresivamente el dinero que pretendía captar en cada subasta para limitar el efecto de las presiones, lo cierto es que la evolución no resulta tranquilizadora.
Más velocidad...
Por tanto, aunque la fotografía general ofrece un semblante más saludable, la imagen parcial, la de los últimos meses, muestra una evolución mucho más preocupante. Es más, la meta de captar esos 86.000 millones de euros, que hasta marzo resultaba bastante asequible, ya no parece tan sencilla de conseguir.
Para alcanzarla, durante el segundo semestre el Tesoro debe conseguir 33.224 millones de euros adicionales. Sí, es una cifra inferior a la recaudada en los seis primeros meses, pero la evolución reciente demuestra que eso no equivale a que sea fácil de conseguir. Si se mantuviera la media mensual del conjunto del primer semestre en la emisión de bonos y obligaciones, no habría problemas para lograr ese objetivo. De hecho, le sobrarían dos meses para cumplir el objetivo.
Pero la cosa cambia si se mantiene la media mensual del segundo trimestre, que se ha reducido hasta los 4.973 millones de euros. En esta segunda hipótesis, captaría 29.838 millones adicionales hasta finales de diciembre, con lo que la cifra acumulada en el conjunto del año se limitaría a 82.000 millones de euros, por debajo de lo previsto. El incumplimiento sería aún mayor si continuara el ritmo visto en junio, mes en el que el lanzamiento de bonos y obligaciones se ha aminorado hasta los 4.320 millones de euros. Seis meses más así, y a final de año la cuantía total emitida se quedaría en los 78.000 millones.
... en el peor momento
Al Tesoro, por consiguiente, no le va a quedar otro remedio que volver a acelerar el ritmo emisor. El problema es que tendrá que hacerlo en un contexto extremadamente complejo para vérselas con el mercado.
A la espera de que los líderes europeos alcancen alguna decisión concreta en la Cumbre Europea de los días 28 y 29 de junio, el Tesoro español tendrá que lidiar con los mayores costes de financiación para España desde el nacimiento del euro. Es decir, tendrá que salir a territorio hostil para conseguir el dinero que le falta.
La pasada semana, la rentabilidad de los bonos a 10 años llegó a superar el 7%, algo que no ocurría desde 1997. Teniendo en cuenta que los tipos de interés oficiales vigentes en la eurozona se encuentran en el 1% y que el rendimiento de los bonos alemanes se limita en la actualidad al 1,58%, el sobrecoste que paga España resulta evidente. Y constituye una carga cada vez más pesada para las arcas públicas. Este año, los intereses de la deuda ya consumen 30.000 millones al Estado, una factura que engordará más en caso de que las presiones persistan.
En esta tesitura, ¿qué necesidad tiene España de cumplir su objetivo de financiación? ¿Por qué no reduce sus pretensiones hasta, por ejemplo, 80.000 o 75.000 millones de euros? ¿Qué ocurriría si ejecuta ese tijeretazo?
Las consecuencias tendrían mayor calado de lo que cabría pensar. Lo primero que hay que tener en cuenta es que el Tesoro Público no establece los objetivos a capricho. Si fija una cifra, lo hace con un doble propósito: conseguir el dinero que necesita para afrontar los vencimientos de la deuda emitida en el pasado y lograr los recursos que precisa el Estado para acometer las inversiones que precise. Por tanto, quedarse por debajo de los 86.000 millones privaría a las arcas públicas de un dinero que, en enero, consideró necesario.
Al mismo tiempo, la credibilidad de España se vería aún más tocada si no cumpliera la meta de financiación prevista. Transmitiría la impresión de que las tensiones están llegando tan lejos que impiden que el Tesoro haga su trabajo. Es decir, una sensación que confirmaría el temor a que España pierde acceso a los mercados financieros.
"Sacar a España del mercado sería una apuesta muy arriesgada para los legisladores europeos, pues agotaría los fondos de soporte disponibles, avivando a la vez la especulación sobre Italia. Irlanda y Portugal han mostrado que volver al mercado es un gran desafío, incluso para los países que están siguiendo diligentemente el programa que les ha marcado la troika", avisa Tristan Cooper, analista de deuda soberana de Fidelity.