Bernanke no es sospechoso. Desde que la crisis mostró sus garras en 2007, el presidente de la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU, ha demostrado que no va a dejar desamparada a la economía.
Estudioso de la Gran Depresión y de la parálisis económica que acompaña a Japón en las dos últimas décadas, es consciente de que debe hacer todo lo que pueda para que el crédito y la liquidez sigan vivos en EEUU. Sólo así evitará una Gran Depresión 2.0.
Y se ha puesto manos a la obra como nunca nadie lo había hecho en los 99 años de trayectoria de la Fed: mantiene los tipos de interés en un mínimo histórico del 0-0,25 por ciento desde diciembre de 2008 y ha emprendido dos programas de compras de deuda privada y pública en el mercado (bautizados como QE1 y QE2) con los que, en total, ha puesto en circulación 2,3 billones de dólares adicionales.
Ahora, con la recuperación ganando impulso, no descarta poner en marcha de nuevo las impresoras y activar un tercer estímulo cuantitativo (QE3). Varios factores le invitan a ello. Repasemos las cinco claves que el presidente de la Fed tiene a favor.
1. Persisten los riesgos
Vale, la economía estadounidense da la sensación de caminar con paso más firme. Así lo evidencia que entre octubre y diciembre de 2011 creciera a una tasa trimestral anualizada del 3%, la mayor desde el segundo trimestre de 2010. Pero eso no implica que los males se hayan evaporado. La crisis soberana de la eurozona y la ralentización del crecimiento en los países emergentes constituyen unas amenazas considerables; o lo que es lo mismo, la reactivación aún es vulnerable. "En primavera vamos a tener cierto deterioro en los datos residenciales y cierta moderación del mercado laboral", vaticina Steven Ricchiuto, economista jefe de Mizuho Securities en Nueva York, en declaraciones a Bloomberg. Sobre esta hipótesis, Ricchiuto concede más de un 50 por ciento de probabilidades a que la Fed recurra al QE3.
2. Paro de larga duración
Entre los mayores síntomas de recuperación que ha transmitido EEUU en los últimos meses sobresale la mayor creación de empleo. Pero Bernanke no las tiene todas consigo; primero, porque, como mucho, confía en que la reactivación del empleo será "gradual"; y segundo, porque se muestra preocupado por el paro de larga duración que se está asentando en la primera economía del mundo. En resumen, Bernanke teme que se trate de una recuperación sin empleo, con lo que no será completa. Sobre esta hipótesis, el presidente de la Fed podría pasar a la acción si la perspectiva del mercado laboral no termina de mejorar. "Esperamos que los bancos centrales pongan en marcha nuevos estímulos, con la Fed embarcándose en un QE3 en verano conforme la mejoría en el mercado laboral se detenga", vaticinan Keith Wade y Azad Zangana, de la gestora Schroders.
3. Consumo y actividad empresarial
Si el empleo flaquea, tras él se irán el consumo y la inversión empresarial. Y esto, con los indicadores de actividad empresarial -ISM manufacturero- por debajo de los 55 puntos, implica que la contracción económica -un dato inferior a 50 puntos lo indicaría- continúa siendo un riesgo demasiado real y que está demasiado cerca.
4. No encarecer la financiación
A finales de junio expirará la Operación Twist, es decir, la medida mediante la que la Fed está vendiendo deuda a corto plazo para, simultáneamente, comprar deuda a largo plazo. Los expertos tienen en mente esa fecha porque avisan de que si no se introduce una nueva ronda de estímulos o se prorroga la adquisición de bonos de algún modo, los rendimiento de la deuda repuntarán y eso se trasladará a la economía en forma de mayores costes de financiación para las empresas y los hogares.
5. Sostener los mercados
Vinculado con el motivo anterior, Bernanke, como muchos expertos, es de la opinión de que la mejoría de las bolsas y el conjunto de los mercados supone, en primer lugar, un refuerzo para la recuperación y, en segundo lugar, un aliado para recomponer la confianza de los agentes económicos y financieros. Por estos motivos, no puede permitirse un hundimiento de los mercados. Y sabe que un QE3 aportaría el combustible -dinero nuevo- para evitarlo.
Argumentos en contra
De acuerdo. Si existen esos argumentos para que la Fed pulse el botón que active el QE3, ¿por qué no lo hace? La respuesta es tan sencilla como difícil de escrutar es la situación actual. Y es que junto a esos motivos figuran otros, no menos relevantes, que aconsejan cautela. A diferencia de 2008 y de 2010, que fue cuando aplicó el QE1 y el QE2, la balanza entre los pros y los contras se encuentra ahora más equilibrada.
1. Credibilidad antiinflacionista
La Fed no es el Banco Central Europeo (BCE). Parte de esta distinción depende de los ojos con los que ambos miran la inflación. Mientras el BCE encuentra en la estabilidad de los precios su principal mandato, en el caso de la Fed la búsqueda de una inflación estable comparte importancia con la promoción de un crecimiento económico con el mayor empleo posible. Eso, sin embargo, no libera a la entidad norteamericana de vigilar los precios. Es más, se apoyó precisamente en el bajo nivel en el que se encontraba la inflación -o dicho de otro modo, en los riesgos de deflación o caída de los precios- para lanzar los QE1 y QE2. En el segundo caso, cuando lo anunció en noviembre de 2010, la inflación estaba en el 1,2 por ciento. Ahora, en cambio, la tasa general de los precios, estimulada por el alto precio del petróleo, asciende al 2,9 por ciento, con lo que, por esta parte, la Reserva Federal cuenta con una menor coartada para justificar el QE3. Si lo hiciera en estos niveles, crecería el número de voces críticas que atacaría a la institución por arriesgar su credibilidad antiinflacionista.
2, Desequilibrios y 'burbujas' de activos
Bernanke sabe que la posición del Comité Federal del Mercado Abierto, el órgano de la Fed que dirige la política monetaria en EEUU, no es unánime. Dentro de él -y del conjunto del banco central- hay voces que alertan de los riesgos que está asumiendo la institución con su actual política superexpansiva. A decir verdad, las advertencias vienen de lejos. Las actas de la reunión que celebró en noviembre de 2009 ya recogieron que "algunos miembros comentaron la posibilidad de que podrían resultar varios efectos negativos del mantenimiento de unos bajos tipos de interés durante un largo periodo de tiempo, incluyendo la posibilidad de que pudieran conducir a una excesiva asunción de riesgos en los mercados o perder el control de las expectativas inflacionistas". Estos recelos persisten ahora en el Comité a través de Jeffrey Lacker, que ha votado en contra de las medidas actuales porque las considera demasiado permisivas. Como trasfondo de estos avisos figura la memoria de los años previos a la crisis, puesto que se achaca a la alegre política del predecesor de Bernanke, Alan Greenspan, la formación de excesos crediticios, financieros e inmobiliarios que condujo a la crisis.
3. Examinar la fortaleza de la economía
Desde que EEUU aparcó la recesión en junio de 2009, acumula ya 34 meses consecutivos de crecimiento. Como, además, el mercado laboral ha transmitido mayores síntomas de mejoría desde la segunda mitad de 2011, puesto que la tasa de paro se ha contenido del 9,1 al 8,3 por ciento, hay voces que reclaman a la Fed que deje de intervenir para examinar si la economía es capaz de comenzar a valerse por sí sola.
4. Balance sobredimensionado
Desde las primeras manifestaciones de la crisis en 2007, el balance de la Fed ha pasado de 0,9 a 2,9 billones de dólares, un incremento de 3,3 veces que refleja la heterodoxa política empleada por Bernanke durante la crisis. Los críticos con la institución advierten de que, en el futuro, cuando haya que retirar los estímulos, un balance tan pesado será un problema, una dificultad que sería aún mayor si se activa el QE3.
5. Neutralidad electoral
En EEUU todo está supeditado ya a las elecciones de noviembre de 2012. La pugna entre demócratas y republicanos se irá caldeando... y la introducción de más estímulos introduciría a la Fed en el debate, puesto que podría ser acusada de tomar partido por la Administración de Barack Obama. Hay precedentes. En 1992, cuando George Bush perdió los comicios, culpó a Greenspan de su derrota por no haber bajado suficientemente los tipos de interés.