
La semana pasada el Estado italiano afrontó una difícil emisión de letras en las que llegó a pagar intereses inéditos desde la creación del euro, por encima del 5%, rentabilidades que, de acuerdo con Saxo Bank, son inasequibles para Italia dado el débil estado de sus finanzas.
Todo esto, con la prima de riesgo en los 365 puntos. Y sin servir de nada el anuncio a bombo y platillo por parte del Gobierno de Berlusconi de que se había establecido una ronda de contactos con el fondo soberano China Investment Corporation para adquirir deuda italiana (gran parte de la deuda que emite Italia suele quedarse en territorio nacional, como inversión de particulares y planes de pensiones).
Las alarmas empezaron a sonar en torno al país transalpino hace relativamente poco tiempo. Fue a partir del mes de julio, a raíz de la ronda de negociaciones del Eurogrupo para discutir las condiciones de un segundo rescate a Grecia, cuando el excesivo endeudamiento de Italia empezó a preocupar en los mercados, hasta el punto de que el diferencial del bono italiano con el alemán llegó a cerrar en 391 puntos básicos (ó 3,91 puntos porcentuales) el pasado 13 de septiembre. Según los datos del Eurostat para 2010 (aún no se han publicado los oficiales de 2011), el nivel de endeudamiento gubernamental del Estado transalpino del ejercicio pasado equivalió al 119% de su Producto Interior Bruto (PIB), que a su vez creció a un débil ritmo del 1,296%, de acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). El único país que cerró el pasado ejercicio con mayor deuda fue Grecia, un 142,8% de su PIB.
El estado de las arcas italianas
Pero el problema de endeudamiento de Italia no es del año pasado. En realidad, las deudas del país mediterráneo llevan sobrepasando el cien por cien de su PIB con anterioridad a la creación del euro. Puestos a comparar, despierta mayor preocupación que la deuda contraída por España se ha incrementado desde el 36,% de 2007 hasta el 60,1% sobre el PIB que registró en 2010.
Otra cosa es el déficit de la balanza comercial del país. Si bien es negativo (-4,6% en 2010, según Eurostat), de hecho ha sido el más bajo de los registrados por los PIIGS en el anterior ejercicio, Irlanda terminó 2010 con el déficit más preocupante, del 32,4%, seguida por Grecia (-10,5%), España (-9,2%) y finalmente Portugal, con un balance negativo del 9,1%.
Por el momento, el Departamento del Tesoro italiano tiene previsto acudir a los mercados en dos ocasiones en la próxima semana: el 27 de septiembre emitirá letras, y el 28 y el 29 de septiembre emitirá bonos. Las condiciones son particularmente adversas, pues la hipersensibilidad de los inversores hacia cualquier noticia mínimamente positiva o negativa está provocando reacciones sobredimiensionadas en bolsa, como las que se vieron a lo largo de la semana pasasada. Por ejemplo, el jueves los principales bancos italianos se dispararon entre un 7 y un 11% después de que el BCE y la Fed anunciasen una maniobra conjunta con los bancos centrales de Inglaterra, Japón y Suiza, en la que se llevarán a cabo tres operaciones repartidas entre octubre, noviembre y diciembre para proveer de liquidez en dólares a la banca europea, con un vencimiento a tres meses.
En este contexto, la emisión de eurobonos puesta sobre la mesa por el presidente de la Comisión Europea Durao Barroso será beneficiosa para Italia en la medida en que -a falta de que se conozcan detalles más concretos sobre el plan de las autoridades económicas europeas- le permitan ganar tiempo para poder financiarse con una ecuación de rentabilidad- riesgo más equilibrada que la actual. Pero no se debe olvidar que la balanza también puede volver a inclinarse en cualquier momento por el lado de los bajistas, máxime si planea una rebaja de rating a cargo de Moody's.
Llegados a este punto, la pregunta clave es: ¿qué puede hacer Italia para financiarse sin sufrir? El duro plan de ajuste que presentó Silvio Berlusconi no terminó de convencer, precisamente porque ha levantado la duda de que consiga alcanzar su objetivo de ahorrar 54.000 millones de euros a través de medidas como elevar el IVA del 20 al 21%.
Existe otra vía por la que el Estado italiano puede reducir su deuda, y así salir al mercado a financiarse con mayor seguridad. A diferencia de España, donde ya se tomó esta medida durante los mandatos de González y Aznar, en Italia todavía quedan unas cuantas compañías susceptibles de privatización. La venta de todas las participaciones reportaría un balón de oxígeno de 12.000 millones de euros.
Enel, la más jugosa
El capital público de la petrolera Eni, la principal compañía del país, equivale al 3,9% de su valor en bolsa, 53.552 millones de euros. Con esta participación, el Gobierno se coloca como el tercer accionista de referencia en la compañía; y si decidiera deshacerse de ella, le aportaría 2.088 millones de euros. No obstante, la porción auténticamente jugosa es la de la eléctrica Enel, de la que es principal accionista al poseer un 31,2% de su capital.
Hay que recordar que la ley de opas vigente en Italia en la actualidad estipula, al igual que la española, que aquellos accionistas que rebasen el 30% del capital de una compañía y quieran seguir incrementándolo están obligados a lanzar una opa de exclusión y retirar a dicha empresa en el mercado. Si en vez de retirarla de la bolsa, el Estado italiano decidiera vender esa participación, conseguiría a cambio casi 9.000 millones de euros. De las cuatro compañías que siguen siendo públicas en parte, Enel es la única donde el consenso de mercado sigue recomendando comprar sus títulos.
Las otras dos compañías participadas estatales son Finmeccanica (compañía especializada en aeronáutica y defensa) y un chicharro, Ansaldo, especializada en tecnología aplicada al transporte (como trenes de alta velocidad). El Gobierno italiano es el máximo accionista de la primera al retener un 30,2% de su capital, y posee un 1,7% de la segunda.