Un halo de nostalgia tomó ayer las Bolsas de Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia. Era inevitable. La voz de los corros, ensordecedora hasta hace apenas 20 años, se apagó para siempre. De ella quedará el recuerdo. "Tenías
que haber visto el parqué hace 30 años. ¡No se cabía!", rememora un inversor que lleva trabajando en los mercados desde 1960 y que aún hoy acude a diario a la madrileña Plaza de la Lealtad para seguir en directo las cotizaciones.
Eran otros tiempos, una época en la que los inversores se arremolinaban en torno a un agente de cambio y bolsa que ejercía de intermediario. Mejor dicho, de maestro de ceremonias. Así se formaban los corros. Y una vez formado, el ritual daba comienzo. "Durante una hora y media se realizaban corros que duraban 10 minutos. Los agentes de cambio y bolsa decían, ¡Doy 10.000 iberdrolas! ¡Tomo! ¡Hecho!". Así se negociaba en el corro. Realmente todos los contratos se realizaban con la palabra del agente de bolsa", relata Gonzalo Fernández Montes, profesor de matemáticas e inversor particular.
Pero el progreso, con el aire melancólico que siempre desprende porque implica que algo queda atrás, no entiende de romanticismos. Poco importa que las primeras palabras que escuchó la Bolsa de Madrid allá por 1831 procedieran de los tumultos de inversores que vociferaban con frenesí sus ofertas de compra y venta. El tiempo es implacable, y los adelantos tecnológicos han ido grabando su epitafio.
Porque los corros murieron ayer, pero el inicio de su defunción data de abril de 1989. Hace poco más de 20 años, con la introducción del sistema electrónico de negociación, los gritos comenzaron a silenciarse.
El principio del fin
La primavera de 1989 vio florecer el Mercado Continuo, una plataforma que permitía la negociación de títulos sin las interrupciones ni la discontinuidad propias de los corros. Cinco valores fueron los encargados de inaugurarlo -Altos Hornos de Vizcaya, Nissan Motor Ibérica, Nueva Montaña Quijano, Papelera de España y Tubacex (TUB.MC)-, cuyas acciones se compraban a través de un revolucionario sistema electrónico. Respondía a las siglas CATS -Computer Asisted Trade System- y provenía de Toronto (Canadá).
En un primer momento, los bancos y eléctricas, los pesos pesados de la bolsa, se mostraron reticentes a entrar en este sistema electrónico que desconocían y que no se aplicaba ni en Londres ni en Wall Street. Sin embargo, la adaptación fue muy rápida y a partir de entonces cada mes se incorporaban seis compañías. En tan sólo un año el 87% del parqué español se contrataba electrónicamente.
Así acabó el monopolio contratador de la negociación a viva voz. Pero, ¿cómo era realmente esta operativa? Los corros permitían concentrar las propuestas compradoras y vendedoras en un tiempo corto y en un lugar determinado: la bolsa. Los agentes de cambio y bolsa se agrupan y durante 10 minutos se compraban acciones de una compañía. "Tenía cierto componente de partida de póquer, ya que los que querían comprar un paquete importante de acciones debían llevar la voz cantante en el corro sin que se les descubriese, porque entonces adquirirían los títulos a unos precios muy elevados", relata Domingo García Coto, director de Estudios de Bolsas y Mercados.
Información que se pierde
Esta operativa a viva voz no se realizaba al unísono en cada una de las bolsas. Por ejemplo, en Madrid la negociación era de 10 a 12 de la mañana, donde los valores se contratan por sectores. En el resto de plazas, el horario era un poco más reducido. Mientras que en la Bolsa de Barcelona la negociación se producía de 11 a 11.20, en Bilbao era de 10.30 a 11.35 y en la Bolsa de Valencia, de 10.45 a 11.15.
Si durante el corro, entre un precio y otro de compra había una diferencia superior al 10%, éste se suspendía y al cabo de un tiempo se volvía a realizar la contratación, en la que el precio ahora podía llegar a fluctuar un 20%. "Los precios de las acciones se intercambiaban en ese momento en porcentaje sobre el nominal, como ahora ocurre con la renta fija. Eso te daba una información muy valiosa y que en la actualidad se ha perdido, porque te
permitía saber cuánto valía la compañía en relación a su nominal", relata García Coto.
Los pocos inversores que ahora se pasean por el parqué de la Bolsa de Madrid aseguran que todo dependía del componente humano. "¡Pocos fallos se producían realizando la negociación a viva voz y luego teniendo que cuadrar todo ese volumen de acciones!
En tan sólo 10 minutos se llegaban a comprar y vender más de un millón de títulos, que existían físicamentey que había que intercambiar", comenta un operador. Esto provocaba que el volumen fuese realmente pequeño en comparación con lo que se realiza en la actualidad. Si el 29 de julio de 1988 se movieron 1.114 millones de pesetas ?6,6 millones de euros en una sesión?, ahora en una sesión se superan los 3.500 millones.
Un adiós al recuerdo
En cambio, de aquellos gritos apenas quedaban los susurros ayer. De las casi 2.000 personas que se aglomeraban cada día en el parqué de la Bolsa de Madrid, ahora la actividad se ha reducido a un puñado de personas. Ayer, al filo delmediodía, la contratación a viva voz dijo adiós. Lo hizo gradualmente.
Despidiéndose poco a poco. Primero fue Barcelona. Luego Valencia, y posteriormente Bilbao. Y por último, a las 12 horas, fue la Bolsa de Madrid la que vio un corro por última
vez. En ese momento, dejó de ser una realidad para convertirse en un recuerdo. De los bonitos, eso sí.