
El acuerdo de la OPEP y otros grandes países productores de petróleo para recortar la producción lleva en marcha cerca de siete meses. Sin embargo, el crudo cotiza cerca de los 42 dólares por barril, a gran distancia de los 60 dólares, humilde objetivo marcado por Arabia Saudí (muy lejos de los 100 dólares vistos en 2014) y sus socios. Este mercado ha cambiado, un giro que comenzó hace poco más de diez años, pero cuyas consecuencias se ven ahora con mayor claridad.
Como destacan los economistas del banco suizo Julius Baer, "la creciente producción de shale (petróleo esquisto) y el estancamiento de la demanda de crudo en el mundo occidental están socavando los esfuerzos para restringir la producción de Oriente Medio".
La fuerza de la producción en países externos a la OPEP, como EEUU, Canadá, Brasil o Noruega es lo que está lastrando el crecimiento del precio del crudo, pero esto es la consecuencia del "superciclo de la década pasada que ha alterado de forma irreversible el mercado del petróleo", destacan los expertos del banco suizo.
Entre 2005 y 2014 fue normal ver al petróleo moviéndose entre los 70 y los 100 dólares (salvo en shocks puntuales). Estos precios eran un coste muy elevado para los países importadores netos de 'oro negro', que por desgracia para la OPEP eran y son los que cuentan con un capital humano más cualificado y una mayor tecnología disponible para modificar la situación. Occidente, liderado por EEUU, necesitaban reducir su dependencia del petróleo o al menos de los países que tradicionalmente lo producían.
La década en la que se fraguó el cambio
Esa década de 'petróleo caro' llevó tanto al sector público como al privado a buscar e invertir en alternativas al crudo (energías renovables) y a mejorar los procesos de extracción de petróleo para hacerlos más eficientes y poder competir con los países ricos en 'oro negro'.
Esas inversiones en investigación y desarrollo han permitido que las economías desarrolladas sean hoy menos intensivas en petróleo, gracias a la mejora en la eficiencia de los procesos que necesitan de combustibles. Esto, junto a las energías alternativas y otras circunstancias coyunturales, está obstruyendo el crecimiento de la demanda de crudo.
La otra parte del cambio se desarrolló sobre todo en EEUU y su industria petrolera: "Los costes de producción han caído de forma sensible, anclando los precios del petróleo a un nivel muy inferior al del pasado. La capacidad de respuesta del shale es importante y rápida, lo que de cierta manera fija los precios a los costes de producción de una forma mucho más breve que en el pasado".
Un giro irreversible
Los economistas de Julius Baer creen que este cambio es "irreversible". Aunque se está produciendo un fuerte incremento de los costes salariales y de adquisición de capital físico en la industria del fracking, "esto no hará descarrilar el boom del shale". Si bien es cierto, está industria tendrá que "enfriarse", porque el ritmo actual al que está creciendo la producción es insostenible para un mercado en el que existe superávit de petróleo.
No obstante, "existe un retraso de hasta seis meses entre la perforación y la producción de petróleo". Ahora, con el crudo en unos 42/44 dólares se ha dado la señal para que las operaciones de perforación se detengan, pero la producción de crudo no se verá afectada hasta seis meses después.
Este retraso en la traslación de los precios del crudo a las operaciones de la industria significa que "el mercado aún puede experimentar una última oleada de nueva producción de petróleo consecuencia de los últimos recuentos de plataformas (que aún han sido ascendentes)".
A todo esto se une que las reservas de los países desarrollados y de China se encuentran muy por encima de la media histórica. En el mundo hay mucho petróleo almacenado a la vez que el bombeo de nuevo crudo está creciendo en varios países productores. La OPEP podría volver a salir a la palestra para intentar reconducir la situación, "pero unos recortes de la producción más profundos sólo aumentarían temporalmente los precios", sentencias los expertos de Julius Baer.