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El frenazo exportador español

  • Si un país se centra en una actividad, los retornos tienden a disminuir
  • En plena globalización económica hay que impulsar una política multipolar
Imagen de iStock.

La economía española muestra signos muy positivos. Ahí están los datos del Banco de España que dan una tasa de variación interanual positiva del 1,1% del PIB, con cuatro trimestres consecutivos de avance intertrimestral. Un ritmo más elevado que el previsto, lo que lleva a incrementar las previsiones para este ejercicio y el próximo: un 1,3% de aumento del PIB en 2014, y un 2% para 2015.

Sin embargo, no parece que todo sean buenas noticias: Francia y Alemania han frenado sus economías este trimestre, con evidentes efectos negativos sobre otras economías de la Eurozona, especialmente la nuestra y, en particular, en lo referente a las exportaciones; lo que lleva al núcleo de este artículo.

Se ha repetido en los últimos tiempos que el sector exterior constituía uno de los pilares fundamentales del cambio de ciclo de la economía española. Sin embargo, nuestras exportaciones llevan tres meses consecutivos en números rojos. Lo que pone en evidencia que las exportaciones españolas acusan importantes debilidades estructurales, particularmente por su concentración en Europa, lo que induce su volatilidad. Se trata de un hecho tradicional de la economía española.

Por no ir más atrás, de enero a junio de 2014, el 70%, aproximadamente, de las exportaciones españolas se localizaron en Europa, con el 63% en la Eurozona. Y muy singularmente en Francia y Alemania, que acumularon alrededor del 37% de todas las exportaciones españolas en ese período. Una excesiva concentración en unos mercados que son, a la vez, los de menor crecimiento. Debilidad que se suma a las tenues exportaciones hacia importantes mercados, como son los Estados Unidos o los países asiáticos que, en conjunto, sumaron únicamente el 10% de todas las exportaciones.

¿Qué exportamos?

En otro plano estarían los productos exportados. Cuando un país se centra en una actividad particular, incluyendo la exportación en un limitado rango de productos o de poco valor añadido, los retornos tienden a disminuir. Lo que en economía se denomina "rendimientos decrecientes". En el caso español, las exportaciones se dan mayoritariamente en cinco sectores: bienes de equipo, alimentación, automóvil (muy dependiente de multinacionales foráneas), productos químicos y semifacturas no químicas. Una diversificación que, sin ser negativa en sí misma, se mueve en sectores muy dependientes de la marcha económica de sus receptores, y que evidencia también una ausencia notable de productos o servicios más innovadores tecnológicamente, que son los que facilitan mayores ventajas en la economía global.

Cuando se compara esta situación con una economía fuertemente exportadora, similar en tamaño a la española, como puede ser Corea del Sur, las debilidades resultan todavía más acusadas. Corea, aparte de un sistema educativo muy avanzado, concentra su capacidad exportadora en productos de alto valor añadido, líderes tecnológicamente y fuertemente diversificados: semiconductores, maquinaria especial, automóviles, buques, equipos electrónicos y de comunicaciones, acero, productos petroquímicos e, incluso, construcción de centrales nucleares. A lo que se añade la relevancia de los mercados a los que sirve: China, con el 25% de las exportaciones; los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), un 14%; los Estados Unidos, el 10%; Europa, el 9%; y un importante resto, donde están India, Japón o Brasil. Países donde las exportaciones españolas son casi testimoniales: Brasil no alcanza el 2%, China está por debajo de esa cifra, Japón no llega al uno por ciento e India es inapreciable.

Es evidente que no se puede cambiar la estructura productiva y exportadora de un país en pocos años, esto requiere décadas como hizo Corea del Sur. Pero no es menos cierto que, en el contexto de la globalización económica, es imprescindible impulsar una política multipolar que coordine los esfuerzos exportadores. Lo que precisa, necesariamente, conjugar una política industrial coherente, con un esfuerzo colectivo por entrar en los mercados más dinámicos y de más futuro y, a la vez, un sistema educativo eficaz. Algo que va más lejos de la simple promoción de la marca España. Y que necesita con urgencia la puesta en marcha de una política industrial que promueva decididamente la innovación en sectores tecnológicos de mayor valor añadido, a la que se una el foco exportador hacia los mercados de mayor crecimiento, sin olvidar un buen modelo educativo.

Lo que llama, tal como se hace en Corea del Sur, a una estrecha coordinación entre el Ministerio de Industria, el de Economía, el de Exteriores y el de Educación o, por qué no, a un Estado más moderno que dé luz a un nuevo Ministerio que agrupe estas capacidades. De no hacerse, lo que hoy es una ligera preocupación, será mañana un enorme problema.

Eduardo Olier, presidente del Instituto Choiseul España.

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