
Hay ocasiones -muchas- en las que los banqueros centrales recurren a un lenguaje críptico y un tono enigmático, con mensajes soterrados que hay que leer entre líneas, para transmitir sus mensajes. No es lo que hizo ayer el Banco Central Europeo (BCE). Por medio de su presidente, Mario Draghi, fue muy clarito.
La institución que comanda está dispuesta a volver a comprar deuda pública en el mercado y para ello ha creado un nuevo mecanismo, bautizado Transacciones Monetarias Directas (OMT, en sus siglas en inglés), del que dio todos los detalles. En especial, uno: para ponerlo en marcha los países que quieran ser agraciados con esas adquisiciones deberán pedir antes el rescate y someterse a las condiciones que traiga consigo. "Nosotros hemos marcado una ruta, está en manos de los Gobiernos, del Gobierno de España y de los Gobiernos de la eurozona" activar esas compras, certificó el banquero italiano. Más que claro, cristalino.
Si quien algo quiere, algo le cuesta, España ya sabe lo que debe poner sobre la mesa para que el BCE dé el siguiente paso: pedir el rescate. Como constata Marie Diron, economista del Ernst & Young Eurozone Forecast, "las compras de bonos no serán un cheque en blanco para los gobiernos de la eurozona". Eso sí, Draghi hizo un guiño a España e Italia, los dos países que, a priori, están más interesados en beneficiarse del OMT. Consistió en que tendrán a su disposición dos opciones: pedir un rescate total, como el demandado en su momento por Grecia, Irlanda o Portugal, o solicitar la asistencia de un crédito preventivo, un recurso creado por Europa para ayudar a países con problemas financieros más puntuales y que necesitan ese dinero para superarlos. Supuestamente, esta segunda modalidad conllevaría condiciones menos duras. Vamos, una alternativa acorde con el rescate blando pretendido por el Gobierno de Mariano Rajoy. "Esta posibilidad abre claramente la puerta a España e Italia, que podrían evitar ir a un rescate total, pero que podrían aceptar algún tipo de programa preventivo", valora Diron.
Si el Ejecutivo español diera el paso, y teniendo en cuenta que el BCE precisó que se centrará en comprar títulos entre uno y tres años, en la actualidad hasta 128.000 millones de euros de deuda española podrían estar bajo la órbita de la institución monetaria.
"Condiciones estrictas"
Pero Draghi, siguiendo con su estrategia, no engañó a los países. "Para restaurar la confianza, los políticos de la eurozona necesitan impulsar con una gran determinación la consolidación fiscal y las reformas estructurales para mejorar su competitividad y la construcción institucional de Europa", argumentó. Por si les falta esa vocación reformista o esta flaquea, el BCE ha ligado sus compras a la petición del rescate, consciente de que así podrán atar en corto a los países. Para que las compras "sean puestas en marcha y efectivas" será necesario que los países cumplan con sus compromisos y se sometan a la disciplina de los fondos de rescate: la actual Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF) y el futuro Mecanismo de Estabilidad (Mede). "Condiciones estrictas y efectivas", reiteró Draghi.
"La decisión de vincular las compras a los programas de rescate está diseñada para asegurar que la condicionalidad de la ayuda permanece y reducir el riesgo de azar moral, consistente en que los países que reciban la ayuda relajen sus reformas fiscales y estructurales", destaca Azad Zangana, economista europeo de Schroders. De este modo, el BCE trató de evitar uno de los agujeros de su anterior programa de compras -el SMP, que ayer fue cerrado oficialmente-, consistente en que sus adquisiciones, como relajaban los rendimientos, desincentivaban las reformas.
En defensa del euro, pero...
Además de subrayar la condicionalidad de las compras, el banquero italiano se esforzó en defender su legalidad. Insistió en que el OMT está dentro de su "mandato" y "no viola" ningún precepto, puesto que sólo comprará deuda en el mercado secundario -cuando ya ha sido emitida- y no en el primario -cuando se está emitiendo, que es lo que le prohíbe el Tratado de Lisboa-.
Todo ello, sin arriesgar su independencia y con el objetivo de levantar un dique en defensa del euro. "Tendremos una barrera completamente efectiva para evitar escenarios destructivos con desafíos potencialmente severos para la estabilidad de precios en la eurozona", defendió. "Actuamos estrictamente dentro de nuestro mandato de mantener la estabilidad de precios a medio plazo; actuamos de forma independiente para determinar nuestra política monetaria; y el euro es irreversible", remachó.
¿Lo conseguirá? Los expertos opinan que su plan camina en la dirección correcta; que ha dejado de ser pasivo para ser activo. Y destacan que, sobre todo, el carácter ilimitado de las compras y que el BCE haya renunciado a su condición de acreedor preferente de la deuda que compre para convertirse, por tanto, en un acreedor más -ver gráfico-, con lo que no ahuyentará a otros inversores. También que la institución haya reforzado su capacidad de financiación total y la del OMT con otra novedad: eliminar el requisito de exigir una calificación crediticia mínima a toda la deuda respaldada por los gobiernos. De este modo, amplía las garantías que los bancos pueden entregar en el BCE a cambio de que este les conceda financiación.
Sin embargo, el plan de Draghi también tiene sus defectos. Peter Hensman, estratega global de Newton, parte de BNY Mellon, resalta que "el principal escollo consiste en que los políticos acepten las condiciones requeridas por el BCE". En este sentido, el propio Draghi admitió que si los gobiernos no colaboran, el OMT fracasará. En cuanto a su definición técnica, Azad Zangana, economista europeo de Schroders, encuentra "un defecto serio en su diseño: la insistencia del BCE de esterilizar las compras", apunta. Y es que el BCE continuará retirando de circulación la misma cantidad de dinero que dedique a las compras, como ya hacía en el SMP. Profundizando en esta idea, Zangana profetiza que será muy difícil que el BCE y Europa rescaten a España e Italia "mientras el BCE y Alemania no pongan en marcha unos estímulos cuantitativos al estilo de la Reserva Federal estadounidense como una herramienta efectiva".
Sin cambios en los tipos
Volcado como estaba en la creación de un nuevo mecanismo para reforzar las costuras del euro, el BCE entendió que ayer no se daba el momento para alterar el lado más tradicional de su política monetaria. Así, aunque se discutió una posible rebaja de los tipos de interés, continuaron finalmente en el 0,75 por ciento en el que se encuentran desde julio. La entidad tampoco modificó los tipos de interés de la facilidad de depósito, que permanecen en el 0 por ciento. Otra opción que ni siquiera fue debatida fue la posibilidad de que el BCE convocara nuevas operaciones de financiación a largo plazo (LTRO).
Lea más información en la edición en PDF de elEconomista.