
El 7 de diciembre de 2008 a las 21.42 horas me uní a Facebook. Recuerdo que estaba de cena en casa con unos amigos y entonces uno de ellos, Antonio Alfonso (nombre real), empezó a contarme las lindezas de la red social de Mark Zuckerberg. Hasta ese momento, reconozco que cada vez que me abría una cuenta en cualquier sitio en Internet lo hacía con un nombre falso, con una ciudad y fecha de nacimiento ficticias...
Esta vez, cuando intenté hacer lo mismo, Antonio Alfonso me dijo que de ninguna manera, que entonces todo aquello no serviría para nada pues nadie iba a querer compartir conmigo nada, ni me iban a reconocer... Era fácil de entender. Así que no habían pasado unos minutos y ya me había creado una cuenta incluyendo datos personales de todo tipo.
Recuerdo también cómo en el momento de confirmar el nombre pasé de leerme todo el contrato e hice clic en "Aceptar" sin más, perezoso ante aquel documento interminable.
¿Alguien lee las condiciones?
Si hubiera renunciado a dormir durante toda aquella noche para leerme aquel documento, quizá me lo hubiera pensado un poco mejor (o igual no, quién sabe).
"Hasta el verano pasado, una de las cosas que se incluía en la política de privacidad de Facebook -eso que nunca nadie nos leemos cuando nos damos de alta porque tiene 20.000 artículos- era que Facebook se quedaba con todos nuestros datos, imágenes... Todo lo que subiéramos a la red social pasaba a ser propiedad de Facebook, incluso aunque lo elimináramos del perfil. También se reservaba el derecho a utilizar ese material en campañas publicitarias", nos explica Yolanda Ruiz Hervás, consultora experta en social media y directora de Ventas y Márketing de Eset, empresa de seguridad informática.
¿Qué pasó para que cambiaran las cosas? Muy sencillo: "Hubo demanda colectiva de varios usuarios de toda la Unión Europea y entonces modificaron ese epígrafe. Estas empresas funcionan así: a base de perder demandas millonarias en los tribunales, van rectificando", añade.
Seguramente pequemos de ingenuos. Bien mirado, si nos pensamos muy mucho firmar cualquier papel cuando vamos al banco, tampoco deberíamos de aceptar cualquier pliego de condiciones cuando nos abrimos cualquier cuenta en Internet. Quizá es demasiado tarde, pero hemos querido preguntarnos si hay posibilidad de borrar parte del rastro que vamos dejando en Internet. Si un día nos cansáramos y decidiéramos volver atrás, ¿sería posible? ¿Existe en la práctica ese derecho al olvido?
De todo cuanto aparece de nosotros en Internet habría que distinguir entre lo que hemos publicado nosotros, la información que van recopilando de nosotros las redes sociales, los portales... y, en último lugar, lo que escriben otros de nosotros. "Hay que incidir en que lo que se publica en la Red se queda en la Red, ahora y para siempre", dice tajante Yolanda Ruiz Hervás. Veamos cómo intentar borrar nuestro rastro según cada contenido.
Desde Facebook nos indican que "una cuenta puede ser desactivada o eliminada". No obstante, nos animan a no hacerlo con este argumento: "Si desactivas tu cuenta, otros usuarios de Facebook perderán inmediatamente el acceso a tu perfil y a toda la información asociada a él". "El usuario que quiera eliminar permanentemente su cuenta no podrá volver a activarla ni podrá recuperar el contenido", avisan. Y nos dicen que el proceso técnico de eliminación de la cuenta puede tardar "entre 1 y 15 días como máximo (en la mayoría de los casos)". "Todos los datos se borran, ninguno queda registrado", explican. Sin embargo, una vez pinchamos en el link que nos pasan los portavoces de Facebook en España, comprobamos que ellos mismos piden paciencia en el proceso.

Desactivar una cuenta
Cuando se trata de una persona fallecida, existen dos opciones: cancelar y eliminar la cuenta para siempre o convertirla en una cuenta "Conmemorativa", una especie de homenaje, con acceso mucho más restringido y que, entre otras cosas, evitará que nos siga recordando su cumpleaños... En ambos casos, el proceso es algo farragoso, pues debemos acreditar que somos familiar de primer grado "o el albacea" de ese usuario con documentos como la partida de nacimiento, el certificado de defunción...
En el caso de Twitter, cuando intentamos desactivar una cuenta, leemos que solamente se retienen "los datos de los usuarios durante 30 días a partir de la fecha de desactivación" y que "después de este tiempo, los datos son permanentemente eliminados". Advierten, sin embargo, que no tienen control sobre "el contenido indexado por los motores de búsqueda como Google o Bing".
Tuenti, por su parte, se ha ganado el honor de ser el que más protege ese derecho a la intimidad y a la privacidad. "Somos una multiplataforma de comunicación fundamentalmente móvil para comunicarse de manera muy simple y efectiva con las personas que más importan, los amigos de verdad", nos explica Óscar Casado, director jurídico de la compañía. "Nuestra misión es facilitar la comunicación entre usuarios de manera totalmente confiable", añade. Por este motivo, desde mayo de 2012 decidieron reforzar el grado de privacidad, activando por defecto el máximo nivel de privacidad y protección de datos e información personal. Con esto, únicamente los amigos pueden acceder a la información de un perfil, ver números de teléfono o descargar fotos.
Desde su creación en 2006 hasta ese momento, esa restricción estaba implementada por defecto sólo para los usuarios menores de 18 años. A esa medida le siguieron otras como de protección de la privacidad "como la imposibilidad de indexar perfiles en buscadores o la prohibición de registrar perfiles que no sean reales", añade su director jurídico. Según nos explica Casado, el equipo revisa cada día 8.800 perfiles y fotos para asegurar su veracidad y legalidad. "En los últimos dos años las incidencias de privacidad se han reducido un 52 por ciento como consecuencia de la mayor sensibilización y las mejoras introducidas", concluye su director jurídico.