
El presidente de EEUU, Donald Trump, aventuró en Twitter que esta será una "gran semana" para su plan de inversión en infraestructuras. Un proyecto presentado este lunes, donde su administración apuesta por destinar hasta 200.000 millones de dólares durante la próxima década en incentivos para que los gobiernos locales y estatales del país soporten el 80% de la financiación adicional. De esta forma, la Casa Blanca observa un paquete cuyo tamaño puede superar los 1,5 billones de dólares.
"Vamos a poner nuestras carreteras en buen estado", señaló el republicano durante una reunión el lunes con autoridades locales y estatales, donde estuvo acompañado, entre otros, por el director de su Consejo Económico, Gary Cohn, la secretaria de Transporte, Elaine Chao, o su homólogo en el Departamento de Interior, Ryan Zinke. "Washington ya no será un obstáculo para el progreso", sentenció.
De los 200.000 millones de dólares de las arcas federales, 100.000 millones de dólares se emplearán en forma de concesiones y subsidios a los gobiernos estatales y locales para impulsar la inversión. Otros 50.000 millones se destinarán a financiar proyectos en áreas rurales del país, otros 20.000 millones se dedicarán a grandes proyectos de infraestructura con la esperanza de "levantar el ánimo americano" y otros 30.000 millones para obras ya existentes.
El objetivo de Trump incluye agilizar el proceso de aprobación de los distintos proyectos a dos años frente a los cinco a diez años actuales. El plan permitiría a una agencia tomar la decisión final sobre los permisos, al tiempo que la autoridad sobre la toma dependerá de los gobiernos estatales y locales. Aún así, muchos expertos ponen en duda que éste plan llegue a buen puerto en su forma original.
Renuncia a bajar el déficit
Precisamente, este anuncio llegó también acompañado de su propuesta de presupuesto para el año fiscal 2019, que entrará en vigor el próximo 1 de octubre y que desafía a la base más conservadora de su partido. Con un valor aproximado de 4,4 billones de dólares, el paquete incluye un aumento de gasto en defensa, infraestructura, seguridad fronteriza y programas para combatir la crisis de los opiáceos que enfrenta el país. Dicho esto, aumentará el déficit hasta los 984.000 millones de dólares. De hecho, la administración Trump se da por vencida a la hora de equilibrar la brecha presupuestaria durante la próxima década después de haber implantado una reforma fiscal y un plan de presupuesto para el año fiscal en curso así como el próximo que, a ojos de los expertos, impulsará el déficit más allá del billón.
Aún así, los propios cálculos realizados por Mick Mulvaney, director de presupuesto de la Casa Blanca, reflejan un avance del 3% del PIB durante la próxima década y que los costes de financiación de la deuda se mantendrán por debajo del 4%. Una expectativa algo inocente, dado que la última vez que la mayor economía creció a un ritmo sostenido del 3%, la base de la rentabilidad del bono a 10 años era el 4%.
Mulvaney y su equipo proponen un incremento del gasto en defensa de 74.000 millones, recortes en programas sociales por valor de 1,7 billones en la próxima década, entre ellos 237.000 millones menos para el Medicare, así como una disminución de presupuesto para el Departamento de Estado y la Agencia de Política Medioambiental.
Venta de aeropuertos y otros activos
El plan de infraestructura de la administración de Donald Trump propone que el Gobierno federal considere la venta del Aeropuerto Nacional Ronald Reagan y el Aeropuerto Internacional Dulles, ambos en Washington.
De esta forma, la Casa Blanca quiere permitir que las agencias federales desinviertan en activos si "pueden demostrar que el incremento en el valor de la venta optimizaría el valor para el contribuyente".