La luz verde del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) a las conversaciones con los conservadores dejó patente una controversia mayor de la prevista. A cambio del visto bueno alcanzado el domingo para negociar una Gran Coalición, Angela Merkel se verá obligada a aceptar tres concesiones que podrían complicar el éxito de las negociaciones y que enturbiaron ayer los primeros contactos para diseñar la hoja de ruta.
La reunificación familiar de los refugiados, un sistema de salud universal y la duración de los contratos de trabajo centrarán las reuniones de los próximos días. Unas piedras angulares sobre las que Merkel dijo que no entraría a debatir aunque todo cambió el domingo tras la victoria del sí.
El exiguo triunfo de aquellos que votaron a favor de las conversaciones obligará al líder del SPD, Martin Schulz, a defender esos puntos si no quiere ahondar aún más en la profunda división de su partido.
El alivio que recorrió el domingo la esfera política alemana duró poco y ayer Schulz auguró que las negociaciones serán "duras". Tras reunirse con su grupo parlamentario, el líder socialdemócrata es consciente de que, con el apoyo de un escaso 56 por ciento de sus delegados, el no luchar por esas peticiones podría ponerle en un duro aprieto y de ahí que se comprometiera a trabajar para incluir en el acuerdo final el mayor número posible de propuestas socialdemócratas.
Un mensaje que, para algunos analistas, fue dirigido a las oficinas de la canciller, donde unas horas antes Merkel celebraba el sí de los socialdemócratas aunque sin aludir de forma directa a las peticiones del SPD. Hay muchos asuntos en juego, pero la prensa alemana coincide en que, por primera vez, Merkel tendrá que ceder. De otra forma, y ante una eventual ruptura de las negociaciones, tendría que gobernar en minoría o volver a las urnas en un momento en el que desde su partido ya hay llamados hacia la búsqueda de un nuevo líder.