
No hay nada demasiado relevante en las actas de la reunión de la Fed del 29 y 30 de enero, después de la reunión de emergencia del 22 de enero. Entre las dos, Bernanke bajó los tipos 1,25 puntos. Y si hay algo importante, desde luego no es alcista para la bolsa. Sí, hay referencias a la idea de que va a mantener los tipos bajos durante más tiempo, pero no hay un plan definido para ello. Y el mercado monetario y el de bonos ya descuentan desde hace mucho este escenario.
Es más, la Fed se refiere al escenario de los tipos dentro de un contexto histórico, diciendo que, "en anteriores episodios cíclicos, un nivel de tipos reales reducido ha sido apropiado para contrarrestar los factores que han frenado el crecimiento, incluyendo la caída del mercado inmobiliario y de la bolsa, y el endurecimiento del crédito". Es decir, mantener los tipos bajos es el desarrollo normal de los acontecimientos, pero no hay un plan preconcebido para ello.
Pero lo más preocupante es lo referente a la inflación. Ahí el comité de la Fed se muestra muy complaciente, y tremendamente equivocado. Su visión es que los precios están contenidos, lo que le permite seguir bajando los tipos. Y se basa en las materias primas: a su juicio, la ralentización económica reducirá las presiones sobre sus precios, y la situación de los futuros -el precio a largo plazo es inferior al precio a corto plazo- también apuntaba en esa dirección. Evidentemente, con un petróleo por encima de 100 dólares y los futuros de diciembre de 2008 en 97 (estaban a 90 cuando se celebró la reunión), la inflación es un problema mucho más serio de lo que asumía entonces la Reserva federal.