
La revolución del fracking (rotura de capas de pizarra para extraer gas y petróleo) puso a Estados Unidos de ávido importador de hidrocarburos a ser el mayor exportador mundial. Cientos de pozos se abrieron aquí y allá en el país como ya sucedió en el siglo XX. El oro negro era de nuevo una importante fuente de riqueza. Así se multiplicó la producción casi por tres en los últimos 10 años, para llegar hoy a los 10 millones de barriles por día.
La competencia americana forzó a los saudíes a aumentar la producción para contrarrestar la fuerte competencia estadounidense y hundir los precios, que llegaban muy por abajo de los 30 dólares el barril en 2016. El poderoso ministro saudí del petróleo Alí Al-Naimi salía en mayo de 2016. Desde entonces los precios fueron subiendo para llegar hoy por encima de los 63 dólares (barril de Brent).
Independientemente de que todo esto haya servido para dar cierto oxígeno a la industria americana del fracking, y haya sido positivo para la economía global, la verdadera historia de este negocio está aún por escribirse, pues asoma en la puerta de atrás una importante burbuja. Es un negocio que no remunera convenientemente las inversiones que precisa, sino todo lo contrario.
La consultora especializada en este sector, Wood Mackenzie, avanzaba hace unos meses que las inversiones de las compañías americanas del sector de hidrocarburos crecerían en 2017 un 23% al hilo de la subida de precios, para alcanzar los 61.000 millones de dólares. Sin embargo, en Wall Street los comentarios no han dejado de ser negativos.
Mientras que en la producción tradicional de petróleo los flujos de caja (free cash flow) se han mantenido regularmente positivos en los últimos 10 años, el fracking, salvo un pequeño pico positivo a finales de 2016, ha sido permanentemente negativo. Lo mismo ha ocurrido con las acciones de las compañías que cotizan en el Nasdaq: los valores se mueven hacia abajo en caída libre, demostrando que el fracking ha sido una apuesta pésima.
Divergencias
Desde 2007, mientras que el S&P 500 creció un 80%, los productores de fracking se hundieron en ese índice más del 30%, a la vez que habían puesto en escena 280.000 millones de dólares en inversiones. Con esto, las enormes inversiones del fracking parece que se topan con la realidad.
Cuando los precios del crudo estaban por encima de los 80 dólares, todos creían que se había vuelto a encontrar la senda de la riqueza. Incluso muchos en la prensa americana ya hablaban de Saudí América. A los precios de hoy, incluso muy por encima de los de los dos últimos años, la industria del fracking ha sido un negocio ruinoso.
Sólo aquellos inversores o prestamistas que han decidido "quemar" beneficios pasados, son los que mantienen los negocios a flote. Y los hay que, cansados de no ver el final del túnel, anuncian su retirada. Ahí está, por ejemplo, Anadarko Petroleum, cuyas acciones han caído un 40% en 2017, con sus principales accionistas clamando por cortar nuevas inversiones y cerrar varias instalaciones.
Ni los más optimistas
Otro caso es el de Pionner Natural Resources, una de las mayores empresas de fracking en el oeste de Texas. Según refiere la misma empresa, en 2016, los costes de producción de algunos de sus pozos consiguieran llegar a los 2,25 dólares por barril, con lo que podrían competir con los de Arabia Saudí. Sin embargo, ese precio no incluía ni los permanentes costes en nuevas exploraciones, ni los impuestos, ni otros gastos adicionales, lo que les llevó a perder el año pasado 556 millones de dólares; es decir: a gastar 1,24 dólares por cada dólar obtenido de las operaciones en curso.
Por no hablar de la empresa DiamondBack Energy, líder en generación en la cuenca de Permian, que todavía no ha sido capaz de generar aún ningún cash flow positivo, incluso en aquellos tiempos en 2013 y 2014 cuando el crudo superaba los 100 dólares por barril.
Si se mira en conjunto, el panorama no es muy halagüeño. Se dirá, sin embargo, que esta burbuja nada tiene que ver con las antiguas puntocom, o la última crisis financiera de 2008. Lo cual es cierto. Ya que desde la óptica del estado americano, el fracking ha sido muy positivo para su balanza de pagos. Y lo mismo ocurre cuando se analizan sus efectos en la economía global: se trata de un problema interno de ciertos inversores estadounidenses que ha producido una importante caída en los precios del petróleo, lo que beneficia a las economías que carecen de él. Sin embargo, aunque los efectos sean positivos a escala global, la historia, como decimos, está por escribir, pues la burbuja del fracking podría sumarse a otras que encierra la economía americana.
Ahí siguen, por dar tres ejemplos, los crecientes préstamos a los estudiantes, los costes del sistema de salud o las pensiones públicas. Estas dos últimas, también entre nosotros. Un escenario que traerá nuevas sorpresas.