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El cambio necesario del paradigma de la gestión de riesgos en la banca

Foto: Dreamstime

La Autoridad Bancaria Europea (EBA por sus siglas en inglés) ha publicado recientemente los resultados de su evaluación de los riesgos asumidos por las entidades financieras europeas. En su décima revisión, la EBA no solo aporta una foto global del sector bancario sino muy especialmente una evaluación personalizada de 132 bancos, yendo más allá de los considerados como "sistémicos".

Coincidiendo con el quinto aniversario del hito más importante de la reforma financiera en España, como fue el rescate público de las cajas fusionadas con dinero europeo, la interpretación que cabe realizar de los resultados de estos test puede realizarse con base en dos cuestiones: por un lado, es patente la mejora de los niveles de solvencia de la banca europea en general como puede verse en indicadores que mejoran sustancialmente como es la ratio de capital fully-loaded que aumenta 90 puntos básicos (es decir, teniendo en cuenta todos los efectos regulatorios hasta 2019), la ratio de cobertura de morosos o incluso la ratio de rentabilidad sobre recursos propios (ROE del 7% frente al 5,7 en el primer semestre de 2016).

Sin embargo, por otro lado y poniendo el foco en la banca española, el análisis de las grandes entidades genera ciertas dudas sobre la capacidad de generar más capital de primera calidad, estando al límite de unas condiciones monetarias y financieras totalmente extraordinarias y nunca vistas en la Historia. Es evidente que si en el mejor de los mundos del coste de financiación y acceso a los mercados, un banco no es capaz de generar rápidamente core capital, entonces se trata de una señal clarividente de problemas futuros para dicha entidad y para el conjunto del sistema.

Teniendo en cuenta que todas las entidades importantes españolas que supervisa directamente el Banco Central Europeo (BCE) cumplen los mínimos regulatorios -aunque con casos de consumo de capital como Banco Santander o Unicaja que se verán compensados con las ampliaciones de capital realizadas- no es menos importante entender la fragilidad e inestabilidad de dichos números. No hay más que ver que por estas mismas fechas del año pasado 2016, Banco Popular recién salido de la ampliación de capital de mayo lucía una ratio CET1 fully-loaded del 10,8%, un nivel muy cercano al promedio actual del conjunto de la banca española.

En este sentido, ¿qué pudo salir mal en aquella ocasión? Sin duda, un banco con una ratio de capital que esté por encima de los mínimos regulatorios no significa automáticamente que sea una entidad sana sin ningún problema. Cuando se estudian las ratios de capital, los analistas piensan automáticamente en la estructura del pasivo no exigible (patrimonio neto o fondos propios), buscando la solución en instrumentos como ampliaciones de capital, pago de dividendos en forma de acciones (scrip dividend), emisiones de CoCos, del nuevo tipo de deuda senior non-preferred...

Sin embargo, la ratio de capital es el cociente de dos cosas: el numerador son las diferentes definiciones de fondos propios, pero el denominador son los activos evaluados por el riesgo inherente a cada uno de ellos. Y aquí es donde justamente la EBA acaba de poner el foco de atención, aunque tarde y de forma insuficiente.

De poco sirve hacer ampliaciones de capital o emitir instrumentos que a ojos del regulador se computan como capital (aumento del numerador) si la cartera de activos del banco se está deteriorando a una mayor velocidad o la probabilidad de que lo haga se ha incrementado de forma significativa (aumento del denominador). Para medir esto último, es fundamental contar con unos modelos realistas de predicción del riesgo, que permitan valorar correctamente los activos que pueden quebrar.

Aquí es donde la EBA tiene una oportunidad histórica: sabiendo que cada banco tiene su propio modelo de gestión del riesgo y asumiendo que debe haber un estándar común para poder comparar las ratios entre diferentes bancos (que es lo que la EBA quiere implantar), el regulador puede advertir de las fallas en estos modelos, siendo la más importante la modelización de las pérdidas esperadas a través de distribuciones normales (el tradicional modelo de valoración de activos VaR).

La valoración de las carteras crediticias -y, por ende, las ratios de capital- casi nunca sigue una distribución normal, sino que más bien son distribuciones que tienen "colas gruesas" que representan fenómenos imprevistos de consecuencias desastrosas. No hay más que ver el caso de Popular.

En suma, está en juego un cambio de paradigma en la gestión del riesgo bancario, el cual se suma al resto de retos no pequeños que tiene el sector por delante. No hay que perder de vista que lo principal y más importante es encontrar un modelo de negocio sólido y sostenible a largo plazo.

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