
El problema catalán no es solo una cuestión que atañe a España, se trata de un problema que excede nuestras fronteras y se adentra en el conflicto geopolítico que existe entre Rusia y los países occidentales. A buen seguro, la visita de Rajoy a Trump no ha sido únicamente para tratar temas económicos o para hacer una declaración sobre la improbable independencia de Cataluña.
España está hoy en el centro de la geopolítica global con la defensa europea de por medio y el papel de la OTAN como su garante en la frontera rusa. En el tablero de los equilibrios globales aparece la posible desestabilización de España que, de darse, afectaría sin duda a Europa, la haría más débil y podría romper la frágil Unión Europea. De ahí que el presidente francés Emmanuel Macron clame por una Europa más integrada política y económicamente.
Basta leer ciertos medios de comunicación rusos para ver que algo se mueve detrás del escenario. Allá por septiembre de 2016, por ejemplo, se extendió por varios medios rusos de Internet la información de que el Parlamento de Cataluña había reconocido a Crimea como un Estado independiente. De ahí que, desde hace muchos meses, se haya extendido la idea de la posible finlandialización europea, en el sentido de que una Europa rota acabaría con la alianza de Estados Unidos sin necesidad de que se hubiera llevado a cabo ningún conflicto armado en el continente.
Un Occidente dividido e inseguro no sería capaz de hacer frente a la agenda revisionista lanzada desde Rusia. De ahí, las presiones contra Trump por su supuesta conexión con el Kremlin y las preocupaciones de Merkel y Macron ante la debilidad política que se cierne sobre Europa. A lo que hay que sumar la aparición de múltiples partidos populistas que trabajan con la idea de romper Europa y terminar el entramado de alianzas que se han construido desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Lo que explicaría el comportamiento de estos partidos de extrema izquierda aliados con los separatistas en un objetivo común, o los partidos más a la derecha del espectro político queriendo desintegrar también la Unión Europea.
Pues, como Finlandia que, durante la Guerra Fría, tomó una posición neutral sin entrar en la OTAN y quedar bajo la vigilancia de la Unión Soviética, de la misma manera, una Europa dividida acabaría a merced del poder ruso en el continente. Y parece que Cataluña podría ser hoy una pieza relevante en esta estrategia. La independencia de Cataluña sería un factor de desestabilización que podría acabar con la actual Europa.
Todo esto explicaría los ataques a El País por la información que publicó hace unos días denunciando las noticias falsas que medios como RT (antigua Russia Today) lanzaban al hilo del problema catalán. Noticias que incluían titulares como, La UE respetará la independencia de Cataluña, pero tendrá que pasar un proceso de adhesión.
O bien, la comparación de Barcelona con Tiananmen realizada por el conocido comentarista de RT y Sputnik, Richard Wellings, que se hizo eco de una información del diario The Independent que titulaba, La escalada de represión sobre Cataluña muestra la crisis del Estado español. O también Russia Direct en su visión sobre el problema catalán, que mostraba ya en septiembre de 2015 las estrechas relaciones comerciales entre esta región española y Rusia. Lo que denominaban como el factor ruso, que exponía, entre otras informaciones, la preferencia de los turistas rusos por esta zona de España, y hablaba de los numerosos acuerdos comerciales firmados por la Generalitat con varias regiones rusas, incluyendo Lipetsk, Samara, Novosibirsk y Moscú; sugiriendo la idea de que uno de los vectores de la diplomacia catalana bien podría orientarse hacia Rusia en el futuro.
Y es aquí donde surge Julian Assange. Una persona bajo la protección de Ecuador que, de salir de su embajada en Londres sería extraditada a Suecia donde tiene en curso demandas por supuestos delitos de violación, y que podría terminar extraditado a Estados Unidos para ser condenado con fuertes penas.
El fundador de WikiLeaks puso todos sus esfuerzos en debilitar a Estados Unidos con sus informaciones; y, una vez acogido en la embajada de Ecuador, ha tenido la complacencia frecuente del propio Vladimir Putin abogando por su libertad. Basta ver como Assange, que nunca estuvo relacionado en nada con Cataluña, ha pasado a ser ahora uno de los principales defensores de su independencia.
De los más de 150.000 tweets y retweets que han surgido usando el hashtag #Catalonia en los últimos días, más de 40.000 proceden de Assange, a los que se unen otros 8.000 de Edward Snowden, también en la mira de la justicia americana por revelación de secretos. A los que hay que añadir los más de 2.000 procedentes de WikiLeaks y unos 600 de RT. La mayoría repletos de inconsistencias e informaciones falsas que salen en ayuda de los defensores de la independencia, incluidos los actuales dirigentes de la Generalitat y otros como la alcaldesa Colau que usa The Guardian como altavoz independentista.