Firmas

El turismo ya no es un gran invento, ahora es foco de ataques

  • Desde finales de junio se vienen produciendo ataques al sector turístico
  • Se llega a atacar las bicicletas de alquiler, nuevo instrumento opresor
Un autobús atacado. Foto: Archivo

Tantas décadas de desarrollo del sector turístico, tantos progresos para atender como se merece a nuestros visitantes que se dejan las divisas, para acabar echándolos a golpe de cerilla y disolvente, a ritmo de bengalas justicieras en sus yates de lujo. Los periódicos de media Europa y del mundo entero recogen incrédulos estos días titulares que reflejan cómo en España hay grupos de activistas que atacan a los que quieren pasar unos días visitando sus costas, sus ciudades, sus tesoros. Está pasando, y las consecuencias que tendrá en el futuro en caso de que no se frene esta tendencia intolerante serán graves, por pequeñas que puedan parecer.

Alguien en la extrema izquierda de este país ha decidido que el turismo es una actividad represiva gracias a la cual millones de personas son explotadas en beneficio de las clases ricas de la sociedad. Se mezcla lo que es una flagrante ilegalidad, el realquiler de pisos para uso turístico y el tipo de turismo que comporta, con una filosofía juvenil que justifica los actos violentos si sirven para apuntalar su particular visión del mundo. Siendo grave, no es peor ésta que la justificación de esos actos delictivos que están haciendo grupos políticos que sostienen gobiernos.

La confusión se extiende por donde sea: da igual tomar al asalto yates amarrados en inaceptables puertos deportivos capitalistas, que prender fuego a un autobús sin cubierta desde el que se ve mejor la ciudad visitada, que entrar a gritos en un restaurante lanzando confeti a los horribles potentados que comen y cenan explotando a los obreros. Incluso se llega a atacar las bicicletas de alquiler desde las que se realiza un tipo de turismo que somete a la clase trabajadora, cuyos desgraciados representantes miran pie en tierra a esos señoritos adinerados que disponen del suficiente capital como para echar la moneda en la máquina expendedora y tomar su vehículo de dos ruedas para hacer un antidemocrático paseo por los monumentos. Es la nueva teoría que considera la bici como instrumento opresor del capitalismo.

Uno de los aspectos más sorprendentes de esta culebra veraniega con piel de cordero es el afán con que han sido tapados muchos de estos incidentes, como si fueran meras gamberradas de chavalería malcriada. Desde finales de junio, por lo que sabemos ahora, se vienen produciendo ataques al sector turístico en Valencia, Mallorca y Cataluña, los añorados Països Catalans de estas facciones ultras educadas en el odio y la violencia justificada. Siete hoteles de Barcelona han sufrido ataques vandálicos por parte de una izquierda anticapitalista que busca la imposición de sus ideas a golpe de algarada.

Otra lectura no menos preocupante de esta increíble oleada es la que demuestra que la semilla violenta prende con demasiada rapidez. Siempre que la violencia pueda justificarse de acuerdo a unas ideas, claro. Lo que el SAT institucionalizó en Andalucía, por ejemplo. La toma al asalto de propiedades particulares y de centros comerciales, bajo el principio de que lo tuyo debe ser mío porque lo dicta una justicia poética cuyos versos blanden en favor de los oprimidos del mundo. La pequeña anécdota que supone la ley y el Código Penal se salta en nombre del pueblo pisoteado.

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