Firmas

Podemos y PSOE, amores que matan

  • El actual inquilino de la Moncloa no es la principal preocupación de Podemos
  • "Mantener la presión sobre el PSOE y no dar descanso a su líder"
Pablo Iglesias saluda a José Luis Ábalos. Foto: Efe

Era un documento conocido. Lo filtró la prensa a finales del pasado mes de mayo pero el portavoz socialista lo recuperó en su intervención en el Congreso con buen sentido de la oportunidad. Un texto en el que el equipo de Argumentarios de Podemos analizaba internamente el escenario político que se abría tras el triunfo de Pedro Sánchez en el proceso de primarias del PSOE. Lo que allí se expresa tiene el valor informativo añadido de que recoge unos planteamientos y estrategias redactados para consumo propio y no para que vean la luz. Es de especial interés porque revelan lo que piensan y lo que de verdad pretenden no lo que nos cuentan.

El título ya es de por sí definitorio, 'Eramos pocos y llegó Sanchez', reza. El argumentarlo de marras empieza por dejar claro que Podemos ha de "atacar, atacar y atacar como estrategia de polarización" o, lo que es lo mismo, buscar lo más posible el cuerpo a cuerpo con el PP para transmitir al país la idea de que la suya es la única alternativa posible a los populares. En esta línea, la agarrada de Pablo Iglesias y Mariano Rajoy durante la moción de censura es el paradigma de lo que pretenden. Aunque la experimentada retranca y el laconismo lacerante de Rajoy pueda dejarle como un eccehomo clavado en el escaño, y aunque el resultado sea el reforzamiento en el Gobierno del pretendidamente censurado, a los de morado les trae cuenta el resultado.

Porque esos papeles dejan claro que el actual inquilino de la Moncloa no es la principal preocupación de los estrategas podemitas y que el objetivo prioritario a batir no es otro que Pedro Sánchez. La cita es textual, "mantener la presión sobre el PSOE y no dar ni un segundo de descanso a su líder". Cuando José Luis Ábalos, en su brillante estreno como portavoz del PSOE, leía desde la tribuna de oradores estos párrafos su voz grave y pausada retumbaba en los escaños socialistas. Cómo podía confiar, se preguntaba en alto, en una formación cuyos líderes marcan tales directrices, no hay piel de cordero que puede maquillar semejante recordatorio.

Tal fue el impacto de sus palabras que Pablo Iglesias optó en su réplica por no dar explicación alguna ni hizo siquiera la menor mención. Mejor no removerlo , debió pensar, sobre todo cuando en su estrategia de la sesión y, para evitar en lo posible la imagen de aislamiento que transmite el quedar confinado por apoyos tan poco recomendables como los de Bildu y ERC, hizo todo lo que estuvo en su mano por dirigirse al PSOE, a un nuevo PSOE, en un tono deferencias casi suplicante, como si fuera un partido hermano. Tanto fue así que al cerrar su intervención frente al portavoz socialista, Iglesias escenificó uno de los gestos más calculados y teatrales de la sesión. Ese acercamiento al escaño para tender la mano a José Luis Ábalos era una foto buscada con la pretensión de certificar el nacimiento de una etapa amigable que supuestamente ha de desembocar en el acuerdo para presentar una segunda moción de censura antes de navidades.

Visto el gesto y el reconocimiento público que el líder podemita hizo de que "pudieron cometer algunos errores", cabría suponer un arrepentimiento por negarle a Pedro Sánchez la abstención de su grupo al pacto alcanzado con Albert Rivera en febrero del año pasado y que habría mandado a Rajoy a su casa. Aquella negativa era el punto débil de Pablo Iglesias en su moción de censura, como le recordaron hasta el ensañamiento varios intervinientes. Un acto de contrición que algunos incluso interpretan como una posible revisión de las tesis que triunfaron hace tan solo cuatro meses en Vistalegre 2. Tesis que se impusieron frente a las de Iñigo Errejón, quien apostaba por fortalecer el papel de Podemos en las instituciones y mantener una buena relación con el PSOE.

Es obvio que lo sostenido entonces por Errejón, y por lo que fue debidamente crucificado orgánicamente, se ha impuesto ahora de cara a la galería. Lo que en Ferraz resulta difícil de creer es en la sinceridad de tal rectificación. Y no sólo por el mencionado argumentario, que con apenas un mes de vida es difícil dudar de su vigencia, sino por quienes ostentan el poder orgánico de los morados. El protagonismo creciente de Irene Montero, consagrada el martes como portavoz parlamentaria a pesar de sus excesos tonales, le ha conferido un poder casi omnímodo en la organización cedido gustosamente por Pablo Iglesias al que le gusta muy poco el trajín político y parlamentario.

Montero, junto a sus íntimos colaboradores Rafael Mayoral y Juanma del Olmo son los que cortan el bacalao en Podemos y ninguno comparte las estrategias y la forma de entender la política de Iñigo Errejón. Esto lo sabe bien el núcleo duro de Sánchez que puede sostener a partir de ahora una política de gestos con la formación de Iglesias pero sin darle ni un segundo la espalda. El punto crítico será la discusión territorial en la que la ambigüedad calculada del líder podemita fue dinamitada sin piedad en el segundo tramo del debate por los nacionalistas moderados vascos y catalanes. PNV y los ex convergentes le negaron el apoyo acusándole de no tener claro su modelo de Estado. Eso acontecía en abierto contraste con la contundente declaración que trajo escrita y leyó literal sin saltarse una coma Jose Luis Abalos. En ella no dejó dudas sobre en quienes reside la soberanía nacional y dijo no concebir España sin Cataluña ni Cataluña sin España.

Puede que se abra una nueva etapa en las relaciones entre el PSOE y Podemos pero el trato no será de confianza. Ambos saben que hay amores que matan.

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