Vivimos en una época que denominados hiperconectada. Todo está conectado a nivel global: la economía, la información, la tecnología y hasta el comercio. Algo que ha transformado por completo nuestros hábitos. Desde la forma de comprar o vender, cómo nos comunicamos o informamos, hasta la manera de hacer negocios. Sin embargo, la forma en que generamos, distribuimos, almacenamos y consumimos la energía apenas ha evolucionado en los últimos años. Es más, la energía aún continúa aislada en muchos países del mundo, incluso en los desarrollados, a pesar de ser el motor principal de nuestro planeta. Sin ir más lejos, España es considerada una isla energética en Europa, donde nuestra dependencia supera con creces la media europea (70,5% frente al 52,3%). Y esto, sumado a una previsible creciente demanda de energía debido al aumento de la población en los próximos años, nos sitúa en una posición crítica.
La UE ya nos ha puesto objetivos a medio plazo. España debe alcanzar el 10% en capacidad comercial de intercambio, hasta los 4.000 MW en 2020. Y aunque tenemos las infraestructuras y la tecnología necesarias, sólo podemos importar o exportar un 3% de lo que generamos. Sin duda, las interconexiones eléctricas han supuesto un importante alivio para nuestro sistema. Hemos conseguido disminuir la dependencia de nuestro país en parte gracias a esta tecnología que permite conectar y distribuir la energía entre países, como el caso de la interconexión entre España y Francia, Inelfe, que ha duplicado el intercambio de energía entre ambos países. Pero esto ha supuesto sólo un grano de arena en un inmenso desierto energético. Para poder revertir esta situación, actualmente hay abiertos un mínimo de tres proyectos de interconexiones en España. Pero aunque estamos en el camino correcto, no es suficiente.
En la actualidad, la gestión de la demanda energética se complica cada vez más. Por un lado, en España nos encontramos con una importante instalación de renovables que son muy difíciles de gestionar y, por otro lado, la tendencia hacia la generación distribuida está cobrando protagonismo. Y aunque de momento no ha habido una eclosión de ambos sistemas, no hay duda de que la generación distribuida va a cambiar el futuro. Se trata de un sistema que plantea una descentralización de la generación, de forma que la energía se genere en el lugar de consumo o muy próxima al consumidor, algo que puede llegar al autoabastecimiento. Y aquí es donde resulta imprescindible el concepto de smartgrids, que junto a las interconexiones eléctricas, o supergrids, serán la columna vertebral del sistema energético del futuro.
Y es que estas autopistas de energía basadas en redes inteligentes permiten automatizar los recursos para facilitar su utilización, incrementar sus posibilidades de aprovechamiento y ofrecer información más precisa y en tiempo real a proveedores y consumidores. De ahí que la instalación de contadores inteligentes que se está llevando a cabo en nuestro país suponga un enorme avance, tanto para las compañías eléctricas como para los consumidores, ya que al ofrecer información sobre el patrón de consumo, se obtiene una mayor eficiencia en el sistema y, por tanto, se reducen los costes. Pero a pesar de que la implantación de las smartgrids ya es un hecho en España, todavía no se sabe cómo la digitalización de la red va a permitir que estos sistemas se puedan utilizar de forma más eficiente.
Por supuesto, ya existen softwares especiales que permiten utilizar un volumen ingente de datos y adaptarse a cualquier tipo de regulación. De esta forma, las empresas pueden gestionar de manera inteligente los consumos de sus clientes y, a través del análisis de la información, pueden diseñar estrategias comerciales concretas, adaptadas a las necesidades del consumidor. Una tecnología que sin duda revoluciona el sistema por completo y que ya ha iniciado una batalla comercial donde la compañía que mejor sepa analizar y gestionar estos datos logrará el éxito.
En cuanto a la difícil gestión de las renovables, el problema surge por el desaprovechamiento del excedente de una energía que no se puede almacenar. Aquí es donde la tecnología y la innovación juegan un papel crucial para conseguir un mix libre de carbono en el futuro. Desde compañías tecnológicas como Siemens, se trabaja desde hace años en soluciones que permitan almacenar el excedente de energía renovable. Como el caso de Siestorage, un sistema integral e inteligente de almacenamiento de energía basado en baterías de ion-litio de alto rendimiento. En España todavía no hemos avanzado mucho en este sentido, pero cuando se consiga, va a ser uno de los países donde su uso se extienda de forma mucho más masiva que en otros.
Pero aunque todavía nos quede mucho camino por recorrer, lo que sí es cierto es que estamos dando los pasos necesarios que conducirán a la inminente transformación de nuestro sistema. Un sistema basado en supergrids y smartgrids, donde la digitalización será la clave que nos hará avanzar hacia un futuro energético que, al igual que la sociedad del siglo XXI, también estará hiperconectado.