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La victoria de Trump es sólo un síntoma de un desastre aún mayor

Imagen: Dreamstime.

Tras conocerse la victoria de Donald Trump, un prestigioso periodista español ha intentado poner racionalidad y serenidad en el cúmulo de histerias y dislates vertidos desde los medios y ha dicho que Trump no es el problema, sino un síntoma muy significativo del mismo.

El irresistible ascenso de la extrema derecha en Europa, el rebrote del fascismo con formas nuevas, la radicalidad xenófoba, y ahora la victoria de un energúmeno en EEUU, arrojan a nuestra cara una evidencia contrastada por la Historia: el fascismo en sus diferentes formas y grados, es una lógica consecuencia del sistema capitalista en crisis.

Pero hay también otra causa interrelacionada con la anterior: la incapacidad de la izquierda en dar la respuesta a esa crisis; bien porque ideológicamente ha sido abducida por la derecha o bien porque renunció a los principios y comportamientos que impulsaron su nacimiento.

El dedo y la luna

La victoria del neoliberalismo ha radicado en la aceptación de la cosmovisión que él representa y que se fundamenta en tres dogmas intangibles: el mercado como logro incuestionable, la competitividad como darwinismo social y el crecimiento sostenido, medido a través del PIB, como una alta mística económica. Este andamiaje se viene abajo, pero la teórica alternativa no se atreve a ejercer.

Los afectados por la pérdida de derechos laborales, los parados y precarios, los que sufren las crecientes desigualdades y la pérdida de poder adquisitivo, los jóvenes que no ven horizonte alguno para sus vidas y los inmigrantes o refugiados que se ven marginados en un caso o trasladados a campos de concentración en el otro, abominan de la hipocresía política y social del status y reaccionan dándole una patada que, al fin y a la postre, termina por ser recibida en sus propios culos.

Los datos, los simples datos, señalan a los responsables en origen, de este revival fascista, pero el adocenado y servil aparato propagandístico induce a que la mirada repare en el dedo, en Trump, y no en la luna causante del desastre: el sistema y sus crisis.

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