Firmas

Álvarez-Pallete, como Ana Botín, se emancipa de su antecesor

José María Álvarez-Pallete junto a su predecesor César Alierta.

Ser una de las compañías españolas que todo accionista particular tiene en cartera es un arma de doble filo. Y si no, que se lo digan a Banco Santander o a Telefónica. Con más de tres millones de inversores minoristas y más de un millón, respectivamente, son las dos firmas de la bolsa española con más accionistas particulares, de ahí que se anden con pies de plomo antes de tocar lo que para éstos es el tesoro más preciado: el dividendo. Con la presión añadida de tener la retribución con (aparentemente) mayor rentabilidad del mercado español que, además, les llegó por herencia.

Ana Botín no dudó en poner patas arriba el legado del dividendo dejado por su padre, Emilio Botín, meses después de coger las riendas del Santander, aunque eso significase que muchos pequeños accionistas pusieran el grito en el cielo ante un recorte del 67% en los pagos del banco.

Para José María Álvarez-Pallete la mayoría de edad se ha producido también meses después de la emancipación del padre político que le puso al frente de la operadora. Romper con los compromisos heredados de su predecesor, César Alierta, le ha costado dudas y presión del mercado desde que asumió el cargo en el mes de marzo. Se ha resistido, pese a que el propio Alierta, que abanderó esa política inicialmente visible de Telefónica, ya recortó, e incluso canceló por completo, los pagos hace solo unos años.

Pero como Ana Botín, Álvarez-Pallete ha sucumbido a la que era su única (y mejor) salida del laberinto de pagos insostenibles en la que se encontraba la compañía que preside. Ha recortado el dividendo de 2016, de 0,75 a 0,55 euros por acción, y limitado el de 2017 a 0,4 euros. Era su única escapatoria por varios motivos. El primero es que debía quitarse el peso del scrip dividend, el pago en papelitos, que tiene un efecto dilutivo que ha parcheado amortizando títulos.

Pero que nadie se engañe. No hay gestor ni inversor profesional al que le guste esta fórmula, por mucho que las compañías quieran disfrazar que es "voluntaria". "El inversor institucional no estaba a gusto con el scrip", reconocía el director de relaciones con inversores de Santander a elEconomista. Y para volver a una retribución en efectivo -la primera de 2016 aún será con scrip en noviembre-, la cifra de 0,75 euros no cuadra con el beneficio de Telefónica.

Suponía repartir todas las ganancias previstas para 2017 y comprometer la mayor parte de sus flujos de caja, que aunque estén mejorando -este año superarán los 4.000 millones-, necesita canalizar a reducir su deuda. Y aquí es donde encaja el segundo motivo. No hay que perder de vista que el recorte del dividendo no es el fin, sino el medio. El mejor que ha encontrado Telefónica para reducir su apalancamiento.

Enfrentarse a más de un millón de accionistas particulares y dejar de liderar el Ibex 35 en rentabilidad por dividendo -ahora se queda en la media, en torno al 4%- es el precio que ha pagado la compañía para reducir su endeudamiento sin malvender activos ni que los mercados -y las temidas agencias de rating- se echen encima cada vez que se truncan desinversiones como las de O2 o Telxius. Como el caso de Botín en el Santander, ya podemos hablar de la era Álvarez-Pallete en Telefónica.

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