
Desde mediados de 2010 hasta finales de 2011, Bélgica permaneció 541 sin gobierno o, de forma más exacta, con un ejecutivo en funciones.
Durante este periodo políticamente inestable, y en plena crisis económico financiera, Bélgica experimentó un crecimiento de su economía, una subida del PIB Per Cápita, una caída de la tasa de desempleo y una notoria reducción de la corrupción política. A consecuencia de lo anterior, la población belga mejoró su calidad de vida en todos los aspectos.
No obstante, no es posible establecer un paralelismo entre el entorno político económico actual de España y la situación de Bélgica en el año 2010. Y todo ello, a pesar de que España y Bélgica comparten similares hándicaps tanto de índole política como económica, tales como un territorio nacional amenazado por presiones independentistas, una cámara integrada por partidos políticos enfrentados, una economía dependiente de factores externos...
La incertidumbre política
Puesto que la incertidumbre política en la que se encuentra inmerso nuestro país, pero sobre todo, la amenaza que supone la conformación de un Gobierno nacional de Frente Popular, está paralizando la creación de empleo y los planes de inversión de muchas empresas.
Tanto es así, que los programas económicos de los partidos de ultraizquierda, y también los de izquierda, proponen medidas que incluyen subidas de impuestos y aumento del gasto público, dos medidas que provocarían un aumento del déficit y la deuda.
Máxime, si las mismas se adoptasen en la etapa actual, tanto en cuanto la convaleciente economía española, la cuarta mayor de la zona euro y una de las que más crece, se está recuperando lentamente de una grave recesión.
Además, todas las formaciones de izquierda tiene la intención de eliminar las reformas estructurales llevadas a cabo en la última legislatura que, aún no siendo demasiado profundas, han conseguido reanimar la economía. Por ejemplo, la Reforma Laboral, que frenó la destrucción de empleo en España y ha permitido a las empresas, entre otras bondades, crear cientos de miles de puestos de trabajo y negociar contratos con sus empleados sin depender del convenio colectivo del sector.
Pero esta inquietud empresarial, originada por la parálisis política de España, no es el único problema al que se enfrenta nuestra economía, porque la desconfianza de los consumidores está potenciándose a causa de la volatilidad de los mercados internacionales.
Repetir el actual escenario
En este sentido, España podría seguir con un gobierno en funciones hasta al menos el 26J. De hecho, se convocarán unas nuevas elecciones en el supuesto caso que el Rey no convoque una tercera ronda de consultas y, del mismo modo, aunque Felipe VI optara por conceder una nueva oportunidad a los partidos políticos para ponerse de acuerdo si éstos posteriormente no consiguieran establecer ningún pacto de gobierno.
Aunque, después del 26J podría reproducirse el mismo escenario político que nos dejó el 20D. Es decir, la izquierda tendría posibilidad de gobernar a través de dos fórmulas: una coalición conformada por PSOE, Podemos, IU y determinados partidos independentistas, o un pacto socialista entre PSOE y Ciudadanos, que pudiera cristalizar por mediación del apoyo de Podemos, una posibilidad no tan remota a medio-largo plazo.
En cuanto a la alianza de los tres partidos denominados "constitucionalistas", PP, PSOE y Ciudadanos, la misma podría seguir encallada si continuasen presentes las actuales cuestiones relativas a anti-liderazgos y falsas estrategias marketinianas. (Ya que, independientemente de su líder, se debería dejar gobernar al partido más votado, que podría volver a ser el PP).
Adaptar el 'Interim Management' a la política
En consecuencia, al objeto de no batir el "récord con un gobierno en funciones" de Bélgica, frenar al Frente Popular y tanto en cuanto no alcanzasen un acuerdo los pseudolíderes de los tres partidos citados, la solución consistiría en adaptar a la política española la figura empresarial del 'Interim Management'.
Lo que significa seleccionar a un 'Interim manager' independiente y de contrastada solvencia para que ejerza, de modo interino, la función de presidente de nuestro gobierno hasta que la situación económico política mejore o, en el caso de tener éxito, hasta agotar la legislatura.
El perfil de este gestor excepcional debería responder al de un directivo o empresario que acredite meritorios éxitos en el sector privado.