Firmas

Las novatadas de Syriza amenazan el euro

En la imagen el ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis.

Un ministro de economía que posa para un reportaje a página entera en Paris Match cuando no escribe en su blog o tuitea. Un primer ministro que se enfada y exige reparaciones por los crímenes nazis y se burla del pasado alemán. El dúo de responsables de la economía griega, con Yanis Varoufakis y Alexis Tsipras, ha mantenido en vilo a los medios del mundo y habrá hecho disfrutar de la polémica a sus seguidores en Twitter.

Aun así, y por muy entretenidos que sean, no son exactamente los más indicados para controlar la estabilidad del sistema financiero que es, por desgracia, lo que está ocurriendo. Hay signos de que la economía de la eurozona se empieza a recuperar y el lanzamiento de la flexibilización cuantitativa por el Banco Central Europeo propinará más impulso.

¿Ocurrirá un greccidente?

El gran problema sigue siendo Grecia, que no deja de estar en situación de riesgo por la poca experiencia de sus dirigentes. Ninguno de sus altos cargos tiene experiencia en la administración y ni siquiera ha ocupado nunca un puesto serio. Y eso empieza a notarse. Un greccidente, que es como llaman los mercados financieros a la posibilidad de que el país se marche de la moneda única por error, es cada vez más probable y se desconocen sus consecuencias para la estabilidad del sistema financiero global.

Que no digan que Tsipras y Varoufakis no son amenos. Para ser ministro de economía, Varoufakis es ingenioso y tiene una capacidad láser de ir al grano. Con su chaqueta de cuero, no sorprende que digan de él que es una estrella del rock. El problema es que ha empezado a actuar como tal. Dejó que Paris Match le fotografiara con su mujer rubia y elegante para un reportaje. Apareció en la portada de la edición griega de Esquire. Tiene 345.000 seguidores en Twitter, donde se enfrenta combativo con sus críticos (su homólogo británico, George Osborne, sin duda una figura más importante, solo tiene 100.000). Esta semana se ha enredado en una polémica por un antiguo vídeo de YouTube en el que parece enseñarle el dedo a Alemania. Los periódicos populares alemanes están haciendo su agosto, con toda razón.

Tsipras no es mucho mejor. En un discurso inflamado a principios de mes, acusó a Alemania de no haber pagado las reparaciones debidas por la II Guerra Mundial y usar argucias para evadir el pago de daños infligidos a su país por los nazis. Toda una rabieta pueril. La mayoría de los países europeos se han pasado los últimos dos mil años en guerra entre sí por una cosa u otra. Si quisieran, casi cualquier líder nacional podría exigir a decenas de países compensación por algún que otro agravio histórico. No es precisamente el camino hacia una solución constructiva.

Y mientras Tsipras y Varoufakis campean a sus anchas por el parlamento o despotrican en Twitter, Grecia se hunde más en el fango. La recaudación de impuestos se viene abajo. Los precios siguen cayendo. Las reformas están paradas y lo único que se le ocurre al gobierno es que los turistas actúen de inspectores de Hacienda y denuncien a los camareros que no tributan. La clase de plan que viene a la mente entre artículos de blog y sesiones fotográficas.

¿Un Gobierno competente?

Claro que son personas sin ninguna experiencia de dirigir nada. Tsipras pasó de la política estudiantil a trabajar en grupos políticos de extrema izquierda. Jamás ha tenido un empleo serio ni ha trabajado para un partido político de masas. Varoufakis ha sido economista académico, especializado en teoría del juego, y ha ejercido también de asesor político. Conoce bien los gráficos de oferta y demanda, pero casi nadie que haya estudiado economía querría poner a su viejo profesor a cargo de nada más que un aula llena de alumnos. Mientras tanto, Grecia se ve obligada a refinanciar sus deudas con el FMI y la UE para mantener su sistema bancario a flote. Para eso hacen falta unos nervios de acero y un buen ojo para los detalles, dos cualidades que parecen brillar por su ausencia.

Y hay un problema mayor. La crisis del euro genera apoyos a toda una serie de partidos protesta: Podemos en España, el Frente Nacional en Francia, el Movimiento 5 Estrellas en Italia, el Partido de la Libertad en Holanda, Alternativa por Alemania y en Gran Bretaña el Partido de la Independencia del Reino Unido y los verdes. Todos sus líderes son figuras marginales: activistas, cómicos, demagogos, blogueros y académicos con poca idea de cómo hacer las cosas.

Podría convertirse en un problema grave. Primero, porque aumenta tremendamente las probabilidades de que ocurra un accidente. Es posible que el gobierno de Syriza no quiera que Grecia abandone el euro, por lo menos por ahora o hasta que el país y su gobierno hayan decidido tomar ese rumbo pero ¿quién sabe lo que ocurrirá? Si no controla con mano férrea los acontecimientos, podría salir dando tumbos por accidente, solo porque sus líderes no saben lo que hacen. Lo mismo podría pasar pronto en España, Italia o incluso Francia.

Incluso si logran conservar la moneda, sugiere que todos estos gobiernos serán caóticos. Un gobierno competente necesita personas competentes, que no se sienten atraídas por los partidos protesta. Ya se queden o salgan en el euro, los sistemas fiscales tendrán que ser más efectivos y la competitividad deberá mejorarse pero los partidos radicales están formados por payasos que no saben cómo hacerlo.

La historia nos enseña que las peores catástrofes no son intencionadas sino fruto de un error. Grecia podría estar a punto de volver a demostrárnoslo. Los mercados se han vuelto cada vez más optimistas sobre la recuperación en la eurozona pero no hay que descartar la posibilidad de un greccidente que sumiría a la economía global de vuelta en una crisis.

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