El caso de Tomás Gómez resulta ilustrativo por las perversiones que encierra. La primera es la ausencia de legitimidad. ¿Qué artículos de los estatutos del PSOE autorizaban a la Comisión permanente de la Ejecutiva Federal para tomar la decisión de "suspender la actividad orgánica del PSM"? Ninguno.
¿Y cuáles fueron las razones para tan drástica decisión? Según ellos, dijeron "constatar el deterioro de la imagen del PSM-PSOE ante la ciudadanía y entender que el PSM-PSOE carece de la estabilidad orgánica necesaria para afrontar con garantías el próximo proceso electoral".
Una inestabilidad que sólo ellos habían detectado. El atropello contra Gómez y contra el PSM ha sido un golpe de mano que dejará en un auténtico estado de excepción al socialismo madrileño durante un larguísimo proceso electoral (municipales, autonómicas y generales).
Democracia interpretativa
Tras tomar posesión -cerrajeros mediante- de la sede, lo primero que hizo la gestora (compuesta por los perdedores del último congreso) fue abrir consultas en las agrupaciones y que éstas "sugirieran nombres", y, una vez sugeridos, la Comisión gestora "interpretará esas sugerencias" y "designará candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid", eso escribieron.
Ya se ve que estamos ante otra innovación: se acaba de inventar la democracia interpretativa. No deja de sorprender que los miles de afiliados que avalaron con su firma la candidatura de Gómez se hayan refugiado en un silencio ominoso, a la espera, quizá, de que hablen las urnas y confirmen o desmientan las bondades de esa "gran candidatura" que se han sacado de la manga al alimón El País y los habitantes del número 70 de la calle Ferraz, y para esta quimera se ha machacado sin piedad a unas personas dignas y honradas. Estamos ante un caso político, pero también ante un caso moral, pues el hecho de que se dé por válido que "el fin justifica los medios" supone colocarse en la barbarie.
Joaquín Leguina, estadístico
