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La dimisión en diferido de un vicepresidente sin cartera

  • A Cándido Méndez se le conocía como el cuarto vicepresidente de Zapatero
El secretario general de UGT, Cándido Méndez.

El espectáculo que protagonizó ayer Cándido Méndez viene a confirmar que, rebatiendo el "que inventen ellos" de Unamuno, España ha vuelto a aportar una nueva patente al tinglado de la innovación mundial: la dimisión en diferido.

Un invento que ya ocupa un lugar junto al chupa chups, la fregona, la siesta o el tapeo y cuya paternidad debemos al aún presidente de Ceim, Arturo Fernández. Y una moda a la que ya se apuntan otros comediantes de esta nuestra farsa nacional, como la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, y ahora el inefable Cándido de la UGT de los ERE y de la Formación.

Irse pero sin marcharse

Es una forma de irse pero sin marcharse, que permite a los acogidos al sistema, como Méndez, aprovechar plazos para arreglar asuntos pendientes, saldar cuentas o buscar una salida airosa, ante el pasmo del personal. Porque, centrándonos en el sujeto que nos ocupa, Cándido Méndez se encuentra hoy bajo sospecha de complicidades fraudulentas por consentimiento o ignorancia, cuestionado en su gestión interna y desacreditado entre su clientela en particular y entre la sociedad en general.

Porque Méndez es hoy el más fiel exponente de un modelo sindical ideologizado, obsoleto, nada pragmático, inadaptado a las nuevas circunstancias económicas y mal organizado.

Un modelo viciado, además, por la bipolaridad que ha marginado de la negociación social a otros movimientos sindicales y sociales legítimos y representativos, y cuya intransigencia e inmovilismo ha sido la gran máquina de generar desempleados y el origen de la nociva dualidad que lastra nuestro mercado laboral.

Eso, sin olvidar que fue Méndez, cuando se le conocía como el cuarto vicepresidente, uno de los preclaros asesores de la errática, por ser benevolentes, política de Zapatero, al que luego "traicionó" con una huelga general.

Pero en una cosa sí tiene razón Méndez. UGT y el sindicalismo español necesitan una regeneración. Pero la necesita con urgencia, sin rémoras ni virreyes. Por eso, hace bien en irse señor Méndez, pero ¡váyase ya! En vivo y en directo, sin esperas. Y, si es posible, calladito y sin portazos.

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