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Se despierta el fantasma de la deflación

  • Alemania debería identificar sus intereses con el bienestar de la eurozona
Imagen de Thinkstock

Grecia, como viene siendo habitual, es un barómetro para todo lo que va mal en Europa. Entre las últimas preocupaciones se sitúa ahora la deflación, que alcanzó el 2,9% en el periodo de doce meses finalizado en noviembre de 2013 y provocaba una caída del 12% en los salarios. En los últimos meses, Chipre, Irlanda y Letonia también registraban deflación anual. La ola amenaza con expandirse. En noviembre pasado los precios habían caído en Bélgica, Estonia, Italia, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Portugal y Eslovenia, mientras que permanecían estables en Francia, Finlandia, Eslovaquia y España.

La deriva deflacionista de Europa es la consecuencia lógica y predecible de la austeridad y las reformas de mercado infligidas a los países rescatados. Una breve fase de deflación en los países de la periferia europea no dañará a la zona euro. De hecho, ayuda a los países rescatados a recuperar su competitividad internacional. Además, dentro de un régimen de tipos de cambio fijos, la única forma de que los países con déficit por cuenta corriente puedan volver a hacer atractivas sus exportaciones es mediante tasas de inflación más bajas que las de los países con superávit. Dado que la inflación en los países acreedores es baja, eso significa deflación en los países deudores. Pero a pesar de esta ventaja competitiva, la deflación en los países periféricos amenaza con convertirse en una etapa dañina que castiga a las personas y las naciones con deudas excesivas (y no podemos olvidar que la deuda pública de la zona euro está ya en el 93% del PIB).

La deflación en los países de la periferia revela hasta qué punto las políticas de la zona euro pueden llegar a ser contradictorias. Al recortar tipos, el BCE está actuando contra las políticas de austeridad (deflacionistas) que están haciendo más competitivos a los países en dificultades, pero que elevan las probabilidades de que no puedan pagar su deuda. Sus bancos tienen demasiados créditos dudosos como para volver a prestar con normalidad. El peligro es que los pasos del BCE para combatir la deflación sólo servirán para inflar los mercados de la vivienda y otros activos en los países acreedores, especialmente en Alemania.

Única opción para Grecia

Si Alemania permitiera que su inflación subiera, pongamos, hasta el 5%, entonces Grecia recuperaría su competitividad con una inflación del 2%, pero como la inflación alemana es del 1,2%, entonces a Grecia sólo le queda la deflación. Desgraciadamente para Grecia y otros países, existen pocas probabilidades de que Berlín acepte un objetivo de inflación más elevado, ya que los alemanes siguen teniendo pesadillas con la hiperinflación del periodo 1921-1923.

Eso ayuda a explicar por qué los dos miembros alemanes del comité de política monetaria del BCE (formado por 23 personas) lideraron un intento de seis votos de impedir el recorte de tipos del BCE en noviembre. Influyentes economistas alemanes y los principales medios financieros germanos criticaron ferozmente el recorte de tipos en lo que supuso un nuevo ejemplo de cómo los intereses nacionales percibidos se anteponen al bienestar de la zona euro y ensombrecen el futuro del continente europeo.

En este sentido, está aumentando la irritación ante la actitud de Berlín y su rechazo a las soluciones para toda la región, como una unión bancaria adecuada (que ayudaría a descongelar la concesión de préstamos y acabaría con el pacto suicida entre gobiernos y bancos), deudas compartidas (eurobonos), transferencias fiscales y más inflación. La esperanza para la zona euro pasaría por que Alemania identificara sus intereses con el bienestar de la región, y no sólo porque los miembros de la UE compren casi el 60% de las exportaciones alemanas. Los vecinos en dificultades absorben fondos de rescate y un impago por parte de un país de la zona euro o incluso una salida de la moneda única se traduciría en pérdidas enormes para Alemania.

La presión sobre Berlín y otros países acreedores de la zona para que den un empujón a sus economías no hará sino crecer ahora que la deflación en el sur de Europa amenaza con asolar la zona euro. Sin embargo, cabe preguntarse si puede crearse el suficiente ruido en torno a los perjuicios potenciales de la deflación para propiciar una solución dentro de la zona euro que tenga como objetivo primario el bienestar de toda la región.

Michael Collins, director asociado de comunicaciones de Fidelity

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