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Banqueros centrales sobre el terreno

La reducción de compras de la Fed debería de haber afectado menos a los mercados.

Los mercados están envueltos en el caos una vez más, después de la indicación de la Reserva Federal de EEUU. de que puede reducir sus compras de bonos hacia finales de año. La intensidad de la reacción del mercado fue sorprendente, al menos dado lo que suele creerse sobre cómo funciona la política de flexibilización cuantitativa de la Fed. Después de todo, la Fed tuvo cuidado en indicar que mantendría su política de tipos de interés cercanos a cero y que no se desharía de sus participaciones en renta fija.

La teoría dominante sobre cómo funciona la flexibilización cuantitativa es el enfoque de equilibrio de cartera. Básicamente, comprando bonos del Tesoro a largo plazo de las carteras de inversores privados, la Fed espera que estos inversores reequilibrarán sus carteras. Dado que un activo de riesgo ha sido retirado y sustituido por reservas seguras de un banco central, aumentará el apetito de riesgo no cubierto de los inversores, el precio de todos los activos de riesgo (incluyendo los bonos del Tesoro a largo plazo que siguen en manos privadas) aumentará, y los rendimientos de los bonos caerán.

Un elemento clave de la teoría es que son las existencias de bonos que la Fed ha retirado de las carteras privadas, no el flujo de compras de la Fed, lo que determinará el apetito de riesgo de los inversores. A menos que los inversores pensaran que la Fed iba a estar comprando bonos toda la vida, las noticias sobre una reducción de las compras de la Fed debería haber tenido solo un ligero efecto en sus expectativas sobre las reservas de bonos que la Fed acabaría teniendo en su poder. Así pues, ¿a qué se debe una reacción tan violenta en los mercados de todo el mundo?

Una posible respuesta es que el volumen de las compras mensuales de la Fed también afecta a los precios de los activos globales. Otra posibilidad es que los inversores de todo el mundo interpretan mucho más en las declaraciones de la Fed que lo que la Fed pretendía. Cualquiera de las dos respuestas es preocupante, porque indicaría que los bancos centrales -que poseen en la actualidad billones de dólares en activos- tienen menos capacidad de manejar el proceso de salida de la flexibilización cuantitativa de lo que desearían. Quizás Winston Churchill podría haber reflexionado sobre la flexibilización cuantitativa: "Nunca en el campo de la política económica se ha gastado tanto, con tan pocas pruebas, por tan pocos". La flexibilización cuantitativa ha sido ciertamente un paso en la oscuridad. Dada toda la incertidumbre -por qué funciona, cómo hacerla lo más eficaz posible, y cómo salir de ella-, ¿por qué los banqueros centrales, que usan habitualmente la palabra "innovador" como un epíteto, se han desviado de su habitual conservadurismo y le han dado el visto bueno? Una posibilidad es que en el pasado, las crisis ocurrían normalmente en países que carecían de la profundidad de formación económica que hay en, digamos, Estados Unidos o Europa. Cuando se les dijo a los reguladores de las economías emergentes que debían aplicar una austeridad considerable, así como cierres de bancos generalizados, para limpiar la economía después de una crisis, no protestaron, pese a la perspectiva de años de alto desempleo. Después de todo, pocos tenían la formación y la confianza para cuestionar la ortodoxia, y aquellos que lo hacían eran considerados cascarrabias mal informados. Las instituciones multilaterales, fortalecidas por su control de la financiación, dictaban la política desde las escrituras económicas. En suma, los que determinaban las políticas estaban lejos del sufrimiento.

Cuando la crisis llegó a casa, los economistas occidentales fueron mucho menos propensos a aceptar que el sufrimiento era necesario, o así se ha contado. El keynesianismo, que promete respuestas menos dolorosas, resurgió una vez más. La Fed, dirigida por quizás el principal economista monetario del mundo, propuso soluciones creativas que pocos cuestionaron en los círculos regulatorios, incluyendo a las habitualmente conservadoras instituciones multilaterales.

Después de todo, ya no tenían el poder del dinero o la ventaja en formación económica. Pero esta no es una explicación completamente satisfactoria. Premios Nobel como Joe Stiglitz sí que protestaron muy públicamente sobre el tipo de austeridad a la que estaba sujeta Indonesia, por ejemplo. Aunque ahora hay muchos más quejándose de la austeridad, no es que los astutos economistas ignoraran por completo el sufrimiento que atravesaron las economías emergentes cuando fueron golpeadas por la crisis.

Consideremos otra explicación: Quizás el éxito de los bancos centrales en prevenir el hundimiento del sistema financiero después de la crisis de 2008 les garantizó la confianza de la sociedad para ir más allá. Quizás su exitoso rescate del sistema bancario también indujo a error a algunos banqueros centrales, llevándoles a creer que tenían la capacidad del rey Midas de convertir lo que tocaban en oro. Después de todo, pese a su conservadurismo natural, habría sido difícil para los banqueros centrales no hacer nada si creían que había algo que pudieran hacer para mejorar el crecimiento y reducir el desempleo.

Sin embargo esto, a su vez, parece sólo una explicación parcial. Poca gente se quedó contenta con que los grandes bancos fueran rescatados, y muchos no entendieron por qué el sistema financiero debía ser salvado cuando sus propios empleadores estaban despidiendo a trabajadores o cerrando.

Respecto a gran parte de lo relativo a las recientes políticas monetarias no convencionales, hay muchas cosas que sólo podemos suponer, incluyendo el por qué ha tenido lugar. La cuestión principal es que si hay un mito que los acontecimientos recientes han reventado es probablemente ese que ve a los banqueros centrales como tecnócratas, planeando con independencia por encima de la política y las ideologías de su época. Sus pies, también, han tocado la tierra.

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