Firmas

De preferentes y desahucios

Varias veces nos hemos referido en estas páginas a la superstición y tenebrosidad que rodea a todo lo que tiene que ver con el dinero. Superstición que aprovechan las autoridades monetarias para justificar todo tipo de excepciones al funcionamiento del mercado perpetrando tropelías y disparates por doquier que siempre tienen que pagar los contribuyentes, pero que dejan peligrosas y costosas secuelas en el conjunto de la economía en términos de riesgo moral, incertidumbre y falta de confianza, que se traducen en estancamiento y paro.

Además, esta tenebrosa superstición impide llevar a cabo las reformas necesarias del sistema financiero, de forma que el sistema bancario se adapte a las exigencias del mercado retirando la red de salvación del Estado que ha configurado y sigue manteniendo una estructura de incentivos adversa dentro del sector. Ello explica la cantidad de arbitrios y ocurrencias que se nos ofrece cada día, el último, que sea el fondo de garantía de depósitos el que se encargue de saldar ese robo vergonzoso que fueron las tristemente famosas preferentes, esa especie de deuda perpetua bancaria, cuyas características fueron ocultadas cuidadosamente por los vendedores de tales productos; o siendo muy generosos con los comerciales, en el mejor de los casos, a nadie le advirtieron de que en los próximos doscientos años no se podría rescatar la suma del presunto depósito tan generosamente retribuido.

No se entiende en absoluto que mientras se asestan recortes en el gasto social a fin de conseguir el necesario equilibrio presupuestario poniendo en riesgo la cohesión social, los responsables políticos y la autoridad monetaria acudan de forma tan generosa, sin pedir responsabilidades, o al menos no las suficientes, a rescatar unas instituciones bancarias quebradas casi siempre por una pésima gestión o por los saqueos protagonizados por sus altos directivos, por los miembros de los consejos de administración o los favores a los amigos de los consejeros.

No creo que las reformas deban venir por controlar las retribuciones de los directivos, a no ser que se trate de entidades nacionalizadas, porque así como los rescates suponen un gravísimo problema de riesgo moral, el control de las retribuciones supone un atentado contra los incentivos y su consecuencia inmediata la productividad. Olvídense de los controles de las retribuciones y que la autoridad monetaria controle la gestión de las entidades y los posibles comportamientos fraudulentos de sus directivos, y si esto ocurre que se les ponga ante los tribunales.

El futuro de las entidades déjese en manos del mercado que es el que pone a cada cual en su sitio. Aquí aplíquese la misma regulación de las quiebras de las empresas a los bancos y no se preocupen por los rescates, porque si hay algo rescatable ya se encargará el mercado. Por si fuera poco, tenemos el problema de los desahucios, que cada vez parece complicarse más, aunque afortunadamente se están poniendo de manifiesto algunos de los problemas, que ya denunciábamos en estas páginas hace dos semanas.

De psuedoderechos del prestamista hablábamos allí y de intereses de demora confiscatorios, ya que con un único retraso del pago de la cuota entran en vigor unos intereses que superan el veintitantos por ciento. Ha tenido que ser la CE la que ha ordenado que se analicen las cláusulas del contrato hipotecario, ya que existen indicios racionales de cláusulas abusivas. Esto no hace sino poner de manifiesto el comportamiento abusivo del sector bancario. Es necesario una reforma del sistema financiero en general y del hipotecario en particular.

La banca en sus relaciones con el cliente, sobre todo si se trata de particulares actúa como si se tratara de un monopolio. Es curioso que la denuncia de la CE haya pillado al Gobierno, que prepara la reforma, con el pie cambiado. Y aunque la ofensiva de la plataforma de afectados por los desahucios, sólo se les ocurre hablar del endurecimiento de las hipotecas.

Pero a nadie se le ha ocurrido pedir cuentas a los bancos por asumir riesgos excesivos incentivados por sus psuedoderechos salvaguardados muchas veces por aquellas cláusulas abusivas. Tampoco sabemos nada de la dejación de sus funciones del Banco de España en cuanto a la supervisión de las operaciones de la banca.

Victoriano Martín, catedrático de Historia del Pensamiento Económico, Universidad Rey Juan Carlos.

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