
Recuerdo cuando era pequeño mi fascinación por los aviones y, por supuesto, ver en la cola de las aeronaves el logotipo de Iberia con los colores de la bandera española. Hoy parece que nuestra bandera sólo se exhibe con orgullo en los partidos de fútbol. Nuestras empresas, lastradas por la grave crisis interna, deben afrontar una situación económica muy difícil, agravada por no haber tomado a tiempo medidas en tiempos de bonanza. Pero encima sufren en sus carnes el problema de la españolidad.
Efectivamente, nuestra economía debe transformarse y acomodarse a la nueva situación, pero debe realizarse desde puntos de vista donde impere el sentido común. La corrupción política, el cainismo patrio, los intereses particulares de algunos prenden en una opinión pública falta de diálogos sosegados y que sufre en primera persona los efectos del paro, los recortes, las subidas de impuestos. Vaya por delante que quienes crean puestos de trabajo, la fuente de riqueza y prosperidad, son las empresas.
Es necesario diferenciar entre empresa y grupos privilegiados a los cuales hay que doblegar y neutralizar. En estos momentos los medios nos preguntan a los economistas cuál es el modelo económico al que tenemos que enfrentarnos: todos damos como una clave el abrirnos al exterior.
Surge la pregunta cómo se va abrir una empresa al exterior si desde dentro, nosotros mismos, la cuestionamos. Una cosa es una empresa; otra, insisto, grupos privilegiados que se aprovechan en su propio interés desvirtuando la realidad u ocultando parte de ella. Hasta hace muy poco el mejor visado, especialmente para abrirse al exterior, era que en el pasaporte pusiera nacionalidad española. Retomo el caso Iberia.
Iberia se juega su supervivencia
Recientemente, un compañero mío del IEB me ha proporcionado un estudio de una de las grandes consultoras sobre Iberia, un informe que yo no había visto y que me ha ayudado a comprender la situación. Para los proclives a la macroeconomía, el informe no tiene desperdicio. Parece la realidad española; además, acaba con mitos erróneos que se han extendido desde algún ámbito y no responden a la realidad. Me permitirán que desde el punto de vista del paralelismo con la situación macroeconómica entresaque algunas de sus claves.
Iberia, como nuestra economía, se ve golpeada por un cambio estructural del consumo, debido a la caída de la demanda interna por la crisis, un nuevo entorno como son los operadores de bajo coste (low-cost), o cambios en los patrones de consumo (el caso del AVE). El estudio se detiene en la baja y costosa productividad de sus empleados: pilotos, personal de cabina y operadores de tierra; en macro lo identificaríamos con el bajo valor añadido de nuestra mano de obra. Iberia, además, no se ha reestructurado tan rápido y decididamente como otras aerolíneas: por tanto, ahora el ajuste es necesario.
Cuántas veces en la época de bonanza reclamamos realizar cambios en un modelo económico rígido, y ahora debemos acometerlas en los momentos menos indicados. El estudio pone al descubierto que desde 2001 a 2011 la plantilla ha disminuido un 27%, mientras que los gastos de personal se han reducido un 5%. Pero mi asombro -por la concordancia con la situación española- aumenta cuando se destacan los puntos fuertes. Especialmente el privilegio que supone que España, que es el primer mercado Europa-América Latina, las sinergias de financiación que ha proporcionado IAG, es decir, la internacionalización empresarial del grupo y algo que ya identificaba al inicio: Iberia y su fuerte imagen como marca España.
En estos momentos se abre la vía del diálogo que IAG a través del mediador ofrece. La necesidad de que la compañía aérea se adapte a las nuevas coordenadas económicas es innegable para su supervivencia, enmarcándose en una nueva gestión estratégica de la compañía y el desarrollo de filiales que permitan adaptarse a la nueva realidad. La adopción de la propuesta del catedrático de Derecho del Trabajo, Gregorio Tudela, supone un mal menor, pero pactado y aceptado por la parte social de la empresa. La aceptación de la mediación propuesta, en lugar del ERE, supone mantener 666 empleos más, mejorar la indemnización de los que desgraciadamente dejen la compañía, también y por desgracia la caída de los salarios.
Por parte de la empresa, acogerse a la medida pactada elevará la reestructuración en 500 millones. Pero, ante todo, sobresale la negociación que ahora parece ya aprobada, aun cuando la respuesta queda pendiente para el miércoles. Esa misma negociación es quizá la falta principal que ahora mismo tenemos en el ámbito público, acuerdos y pactos entre los agentes sociales que intenten amortiguar las dolorosas medidas a acometer. Son muchas ya las veces que se demandan unos pactos al estilo de los de La Moncloa; es necesario rebajar la tensión y mostrar a la ciudadanía la responsabilidad de nuestros representantes sociales. La crispación sólo empeora aún más el cambio que, al igual que en Iberia, nuestra economía debe acometer. Iberia se juega la supervivencia; nuestra economía, una salida rápida y menos dolorosa.
Miguel Ángel Bernal, profesor y miembro del departamento de Investigación del IEB.