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España todavía es rescatable... por ahora

¿Cuál será el titular más manido de 2012? Fácil: el dolor español. Algunos ya estamos cansados de oírlo, pero por desgracia no tiene visos de desaparecer en un futuro próximo, sino que va de mal en peor. La semana pasada, la agencia de calificación Standard & Poor's rebajó la deuda española dos escalones. El lunes les tocó a los bancos, colocando todavía más presión sobre el atribulado sistema bancario del país. Y ahora descubrimos que España ha vuelto a entrar en recesión, con dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo.

Cada vez se parece más a otra catástrofe griega, con la diferencia de que España es demasiado grande para rescatarla. No sorprende que los mercados financieros estén de los nervios. Pero lo cierto es que todavía se puede salvar a España, aunque sólo si el resto de la eurozona se espabila ya. Las deudas españolas no van a devolverse al completo, hasta ahí está bastante claro, pero si se reestructurase la deuda, quedaría una posibilidad de evitar una catástrofe. El problema es que no hay muchos indicios de que los líderes europeos estén a la altura de la situación.

Los números que llegan de España son cada vez peores. El paro ya se encuentra en un alarmante 24,4 por ciento, desde menos del 8% a finales de 2007. Las ventas al por menor bajaron un 3,7% el mes pasado, con 21 meses consecutivos de caída. Cada mes desaparecen 100.000 puestos de trabajo. El paro juvenil ya supera el 50%. Un español menor de 25 años tiene más probabilidades de no tener trabajo que de tenerlo. A este paso, una generación entera de españoles podría no acostumbrarse nunca a la rutina de trabajar y eso no augura otra cosa que un desenlace catastrófico para el país.

Los motivos son sencillos. Cuando se incorporó a la moneda única, hace doce años, España se embarcó en una década de construcción y auge del gasto, alimentada con deuda bancaria. Como Irlanda, pero soleada. Cuando estalló la burbuja de la deuda, la economía española cayó en picado y sigue sin tener signos de salir de ahí. Con los mercados de bonos ya tambaleantes y subiendo los tipos de interés exigidos para la tenencia de bonos españoles a cerca del 6%, hay pocas probabilidades de que la economía se recupere pronto. Ésa es la historia y no hay vuelta atrás. La pregunta ahora es: ¿cómo se puede arreglar el país, a ser posible sin hundir los mercados financieros?

A España se le ha recetado la misma medicina que se propuso en un principio para Grecia, Irlanda y Portugal. El Gobierno está lanzando una serie de recortes duros del gasto y subidas de impuestos para reducir el déficit presupuestario. Se apoyan en las reformas estructurales para que la economía vuelva a crecer, aunque se habla más que se actúa. Y el Gobierno se ha comprometido a devolver la deuda íntegra, descartando hablar siquiera de reestructuración. No funcionó en los demás países y tampoco funcionará en España.

Los motivos ya se saben. No hay nada de malo en recortar el gasto estatal ni implantar reformas estructurales. Por sí solos, son buenos para la economía. Pero si se recorta el gasto durante una recesión, ésta empeora. Si ya es bastante difícil convencer a los trabajadores de que acepten una reforma estructural en los buenos tiempos, durante una recesión profunda es imposible. ¿Qué habría que hacer entonces? Reestructurar la deuda española antes de que sea demasiado tarde.

Veamos los números. En total, el Gobierno español tiene unos 700.000 millones de euros de deuda pendiente, que en su mayoría deberá aplazarse durante los próximos cinco años. Los rendimientos históricos no son malos, pero a los tipos que cobran actualmente los mercados (cercanos al 6%), al país le cuesta 42.000 millones de euros al año.

En Grecia, se obligó a los titulares de bonos a asumir unas pérdidas de casi el 80%. Tal vez eso sería demasiado fuerte en España, porque el país no está en una situación tan pésima. Supongamos que se rebajara el 50% con una suspensión de dos años de los reembolsos de la deuda. España se ahorraría unos 80.000 millones de euros en los dos próximos años y 20.000 millones en los siguientes, y ganaría el oxígeno que tanto le hace falta. Los fondos adicionales disponibles permitirían aliviar en el acto el programa de austeridad. Si se combina con una reforma estructural seria que cree más empleo, incluso podría bastar para salvar al país de la quiebra... y permanecer en la moneda única.

Es cierto que a los titulares de los bonos no les va a gustar. Los bancos se rasgarán las vestiduras, pero tendrán que dar el brazo a torcer. Al fin y al cabo, un recorte del 50% es mejor que otro del 80 dentro de tres años. O del 100% dentro de cuatro años si España vuelve a la peseta y reniega de su deuda. Si realmente creen que van a recuperar todo su dinero en bonos españoles, ¿por qué cobran un interés del 6% frente al 1,66% de Alemania en deuda a diez años? Visto así, un recorte del 50% no está tan mal.

España no es un caso perdido. Su economía tiene muchos puntos buenos. El país cuenta con una mano de obra relativamente joven y bien formada. El coste laboral y los tipos impositivos son perfectamente competitivos en términos de la eurozona. Tiene vínculos fuertes con los mercados emergentes de Suramérica. Los mercados laborales están enmarañados entre normas legales que impiden a las empresas contratar personal, pero eso se puede cambiar.

Grecia y Portugal no deberían haber entrado nunca en la moneda única y no sobrevivirán dentro de ella. Italia y Francia tal vez no consigan quedarse en el euro, porque ambas son fundamentalmente no competitivas respecto a Alemania. España es diferente. Con las políticas correctas, se la puede rescatar y mantener en el euro, pero para eso hay que arreglarla ahora. Dentro de seis meses será demasiado tarde.

Matthew Lynn. Director Ejecutivo de Strategy Economics. Su último libro: The long depression; the slump of 2008-2031

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