Firmas

Los impuestos que nos esperan

Nos hemos acostumbrado desde hace ya muchos meses a que las noticias económicas no sean precisamente positivas. Las grandes cifras de la economía española, en un difícil contexto internacional, no sólo no despegan sino que las expectativas son cada vez más negativas.

Algunas cifras revelan este complicado panorama internacional y nacional a través de los datos del Sector Público (fuente: FMI, septiembre 2011). En resumen, más participación pública en la economía sin lograr la recuperación económica y del empleo, y no a costa de los impuestos actuales, sino de impuestos futuros vía déficit y deuda, que alcanzará cotas importantes en 2011, 67,4% en España, 82,6% en Alemania y 100% del PIB en Estados Unidos.

El pretendido crecimiento económico no llega a pesar del esfuerzo de las finanzas públicas en los últimos tres años y la cuestión es hasta dónde pueden llegar los gobiernos con sus políticas expansivas para recuperar la buena senda sin poner en peligro la sostenibilidad del erario público.

En nuestro país, la necesaria consolidación fiscal requiere de esfuerzos en las dos vertientes, en el ingreso y en el gasto. En estas líneas nos referiremos a los impuestos, cuyo nivel estará condicionado principalmente por el nuevo nivel de gasto a sufragar y por supuesto por el nivel de actividad económica y el volumen de fraude fiscal.

¿Cómo aumentar la recaudación a corto plazo? Con la actividad económica frenada, no hay muchas opciones. Las vías son los impuestos especiales y el IVA, y en menor medida el IRPF y aún menos el impuesto de sociedades. Con la polémica resurrección de patrimonio no se esperan grandes recaudaciones y los impuestos propios autonómicos son residuales y no conviene crear nuevas figuras que puedan afectar a la competencia.

En el siguiente cuadro se pone de manifiesto la magnitud de los distintos impuestos con datos de 2009-2010 para poner en valor cualquier intervención:


Los impuestos especiales sobre hidrocarburos y tabaco tienen asegurada una nueva subida en los próximos meses. La justificación sería relativamente fácil: España se encuentra por debajo de la media europea, son impuestos sencillos de aplicar y recaudar, y su efecto recaudatorio sería inmediato. Lamentablemente, los precios actuales de las gasolinas ya son muy elevados y añadiría una nueva vuelta de tuerca al peso de este gasto en la cesta de la compra de los consumidores y en los costes de producción, afectando por tanto a la competitividad.

En el caso del IVA se puede argumentar de forma similar. El tipo actual en nuestro país, 18% desde julio de 2010 tras muchos años en el 16%, tiene aún recorrido para aproximarse a la media de nuestro entorno. No es aventurado pronosticar una próxima subida al 20%. Desgraciadamente, esta nueva subida del IVA en un contexto de escaso crecimiento y moderada inflación también es contraproducente para salir de la crisis, pero no caben muchas alternativas. Y no debemos olvidar que el fraude en este impuesto puede crecer con el cóctel explosivo de crisis y subida de tipos.

En el IRPF se podrían adoptar algunas medidas:

Primero, reducir transitoriamente los beneficios fiscales de las aportaciones a planes de pensiones. Son muchos millones de euros que dejamos de ingresar por las elevadas aportaciones de las rentas más altas. Con los datos de 2009, último disponible, el importe de la reducción (general) fue de 5.754 millones de euros con una aportación media de 1.378 euros. Se podría reducir el límite anual de los 10.000 (12.500 para mayores de 50 años) a los 2.400 euros, por dejar una puerta abierta al denominado ahorro-previsión, o incluso anularlo un ejercicio.

Segundo, elevar el gravamen del capital, pasando del actual 19% en los primeros 6.000 euros y 21% después, a un 21% en los 3.000 primeros euros y 24% después, igualando así este tipo al mínimo del trabajo como en los verdaderos impuestos duales nórdicos. Con esta medida se ganaría en equidad trabajo-capital y no creo que hubiese estampida de capitales.

Tercero, eliminar todas las deducciones autonómicas cuyos efectos prácticos son más bien escasos.

Y cuarto, se podría elevar transitoriamente al 50% el gravamen a partir de un umbral elevado, 300.000 euros, aún siendo conscientes de su escaso poder recaudatorio. Actualmente, el gravamen es del 44% a partir de 120.000 y 45% desde 175.000, aunque varias regiones han modificado el tramo autonómico, la mayoría al alza.

En cuanto al impuesto de sociedades, los resultados empresariales en estos tiempos no dan para mucho. La única vía consistiría en eliminar ciertas deducciones que hacen que las grandes empresas paguen muy por debajo del 30% establecido. Las estadísticas de 2008 señalaban que el tipo efectivo era del 18% y el dato provisional de 2010 se reduce al 16,7%. En mi opinión, el tipo dual actual, 30% general y 25% para PYMES es engañoso, ya que son precisamente las grandes empresas las que se benefician del entramado de bonificaciones y en ocasiones tributan efectivamente por debajo del 20%. Se podrían hacer cálculos para ver las repercusiones en recaudación de reducir los tipos nominales en 5 puntos a costa de eliminar tales deducciones. Apuesto por el incremento de recaudación.

Los deberes pendientes en materia fiscal son muchos. El orden lógico sería comenzar por racionalizar el gasto público, pero es conocida su rigidez y más en nuestro país con la importante descentralización a las Comunidades Autónomas. Pero el tiempo pasa y se requieren reformas estructurales, reorganización del sector público (municipios y sector empresarial por ejemplo), resolver de verdad el problema de las cajas... y diseñar un nuevo sistema tributario para afrontar este nuevo Sector Público, más allá de las medidas coyunturales aquí comentadas que suponen un mayor sacrificio para los contribuyentes españoles.

Francisco J. Delgado Rivero es Profesor de Hacienda Pública de la Universidad de Oviedo.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky