
Si solo se hiciese caso de los indicadores económicos de confianza, podría decirse que la Eurozona ha dejado prácticamente atrás la crisis. El índice Markit de gestores de compra, que mide la actividad de la Eurozona, se sitúa en abril en máximos de tres años, y el índice de confianza empresarial alemana, por citar otro ejemplo, sorprendió con un alza este mes. Pero de ahí a hablar de recuperación va un buen trecho.
Pensar que indicadores de este tipo anticipan una recuperación económica sólida y de base amplia es un error, advierte en un artículo de opinión el Financial Times. Firmado por uno de sus columnistas más considerados, Wolfgang Münchau, indica que lo que estos datos informan es que la Eurozona -o Alemania en el caso del Ifo- se encuentra en una fase moderadamente avanzada de una recuperación cíclica.
Si se toman en consideración otros datos cíclicos, como la producción industrial o las ventas al por menor, parece que la recuperación está evolucionando exactamente como habían previsto varios organismos oficiales. Es mejor eso, claro está, que quedar por debajo, piensa el autor. Pero también considera que las propias previsiones son bastante pesimistas.
Técnicamente los índices de confianza son medidas "de flujo", explica: su lectura da una indicación de lo que sucede hoy, pero es insensible a todo lo que pasó antes. No tienen en cuenta, por ejemplo, cómo era de lúgubre la situación anterior, solo determinan como se sienten los inversores hoy.
Pero en el caso de otros indicadores como el PIB o el paro la situación cambia. Por ejemplo, cita Münchau, el desempleo en la Eurozona es del 11,9%, frente al 6,7% de EEUU. El PIB es prácticamente un 9% inferior al nivel que habría alcanzado si la tendencia 1999-2007 hubiese continuado sin interrupciones. Siempre según sus cálculos, además, la producción industrial es un 16% inferior a lo que podría haberse esperado. Conclusión: "Incluso si el estado de ánimo ha vuelto a la normalidad, la economía ciertamente no lo ha hecho".
Lo que se ha visto en la Eurozona no es precisamente una recesión ordinaria, señala el autor. Muchos países han experimentado una crisis de solvencia, algunos en el sector privado, otros en el público, e incluso en ambos. El sistema bancario sigue débil en algunas regiones y los mercados de trabajo están rotos en algunos países de la periferia.
Con todo, cree que la euforia del mercado actual es un triunfo de los indicadores "de flujo". Por ejemplo, si el PIB griego después de haber caído un 25% en la crisis creciese a partir de ahora un 2% anual, la Unión Europea no dudaría en celebrar esta hazaña como una reivindicación de las políticas de austeridad. Pero el caso es que el sentimiento en el país parece estar más próximo a una depresión permanente.
Entonces, pregunta Münchau, ¿cómo debe uno determinar si una economía se está recuperando? Su medida favorita para la Eurozona sería la tasa de empleo como porcentaje de la población en edad de trabajar. Las largas depresiones tienen a desanimar a los trabajadores y a empujarlos fuera de la fuerza laboral. De acuerdo con datos de la OCDE correspondientes a 2013, en Grecia esa proporción era del 61,4% en 2007 y se redujo al 51,3% en 2012. En el caso de España las cifras son del 66,6% y del 56,2%, respectivamente.
¿Cuánto tiempo pasará para que Grecia o España llegue a los niveles previos a la crisis? Diez años podría ser una suposición optimista, pero puede pasar incluso una generación. Sólo entonces, piensa Münchau, se podrá hablar de una recuperación económica creíble. "Seguro que para entonces los índices de los diferentes gestores de compra han ido arriba y abajo varias veces", concluye.