
A lo largo de 25 años en activo, Antonio Rubio ha pulido sus dotes de soldado y librado más de una batalla. Fue director financiero de Inditex en los años de la gran expansión internacional del grupo y hoy ocupa el mismo cargo en Prosegur, que recientemente ha dado entrada en su accionariado al mismísimo Bill Gates. Rubio acaba de publicar Así en la empresa como en la guerra (Espasa), un libro en el que compara ambos mundos. Su sentido del humor está presente durante toda la entrevista.
¿Qué tipo de 'guerrero' es usted?
En general, la función financiera es hoplítica. Los hoplitas son esa parte del Ejército que se protege con su escudo y aguanta el ataque, como en 300. No lanzan flechas ni misiles, pero resisten y dan estabilidad a la organización. No te van a dar una victoria espectacular, pero tienen que estar ahí.
¿Quién es el 'Wellington' de la empresa española?
Siento una gran admiración por Felipe Benjumea, presidente de Abengoa, un hombre humilde con una estrategia que busca el bien para su empresa.
Lo de que el poder corrompe, ¿es verdad?
El poder corrompe siempre.
Dice en su libro que la jerarquía es necesaria para el éxito.
Es una forma de premiar a la gente, que se sienta reconocida. Una meritocracia como la del Ejército es positiva. ¿Qué hacían bien empresas como Arthur Andersen? Que todo el mundo empezaba desde abajo. Quien llegaba a socio ocupaba ese puesto desde la legitimidad de alguien que ha subido 20 escalafones. Es una política que, además, motiva mucho a los trabajadores.
¿Cuando usted entró en la cúpula de Inditex le pusieron a doblar pantalones?
Por supuesto. Me tiré 15 días doblando camisetas en una tienda, de incógnito, y un mes en el almacén. Todavía hoy las doblo muy rápido. Y cuando llegué no sabía ni qué significaban las letras S, M y L [que identifican a las tallas por tamaños]. Ahora, cuando entro en una tienda de Zara voy colocando las cosas; no puedo evitarlo.
Afirma que el empleado que ha sufrido 'mobbing' también será en el futuro un jefe acosador. ¿Lo cree de verdad?
Por mi experiencia, al cabo de cinco años los equipos comienzan a parecerse mucho a sus jefes... en lo bueno y en lo malo.
Yo pensaba que era al revés: que eso ayuda a saber en qué tipo de jefe no quiere convertirse uno.
Efectivamente, porque si tienes nobles intenciones acabas dejando a ese directivo. Nadie tiene más posibilidades de amargarte la vida que un mal jefe. Puedes estar casada con Brad Pitt y que él te reciba todas las noches con la cena hecha y una copa de vino, pero si durante el día tu jefe te ha estado amargando la existencia, sólo podrás decirle: "Lo siento, Brad, pero no estoy para nada".