
Los reclamos de Al Gore para reducir las emisiones de CO2 no encuentran eco en consumidores y productores de carbón. El mineral mantiene un precio históricamente bajo, con respecto al crudo, que lo posiciona como la materia prima favorita. En 1998, el crudo y el carbón tenían el mismo precio, actualmente el West Texas, de referencia en EEUU, vale cinco veces más.
Desde 2002, la demanda de carbón ha aumentado tres veces más que el crudo y seguirá incrementándose. Peaboy Energy, Consol Energy y Arch Coal, las tres mayores productoras del mineral de Estados Unidos, pronostican un constante crecimiento de sus exportaciones en los próximos veinte años, pese a las demandas del Nobel de la Paz, Al Gore.
De hecho, en lo que va de año la Unión Europea ha comprado a Estados Unidos 11,4 millones de toneladas de carbón, un 15% más que en el mismo periodo de 2006.
El precio real del carbon
Según el Departamento de Energía de Estados Unidos, el precio de una tonelada de carbón en Estados Unidos ronda los 47 dólares -más de 32,4 euros-, tan bajo que a los empresarios europeos no les importa pagar un poco más, hasta los 50 dólares -unos 34,5 euros-, por transportarlo hasta al viejo continente.
Jonh Holdren, profesor de ciencias medioambientales la Universidad de Harvard argumenta: "El carbón es, por mucho, el combustible fósil más económico porque no hay un coste al daño que ocasiona en el medio ambiente. A menos que se instauren políticas para imponer un precio al dióxido de carbono y otras emisiones, no habrá ninguna materia prima que compita con él"
El futuro del sector
En junio pasado, el ex vicepresidente estadounidense propuso adoptar una moratoria "total" sobre el uso del mineral, hasta encontrar la manera de 'enterrar' el dióxido de carbono, que genera el 41% de las emisiones contaminantes mundiales de origen humano.
Sin embargo, más de 1.000 plantas térmicas de carbón serán construidas en los próximos cinco años, la mayor parte de ellas en China e India, según el Departamento de Energía de EEUU.
Existen tecnologías que intentan convertir las emisiones en gas sintético y así reducir su impacto medioambiental, pero han sido rechazadas por ser demasiado costosas.