Empresas y finanzas

La reforma y apertura, principal legado del Pequeño Timonel Deng Xiaoping

Pekín, 18 feb (EFECOM).- A Deng Xiaoping, fallecido el 19 de febrero de 1997 y apodado "el Pequeño Timonel", se le recuerda principalmente como el arquitecto de la reforma y apertura económica ("gaige kaifang") que en 25 años ha convertido a China en la cuarta mayor economía del mundo.

Dando carpetazo final a la economía planificada de Mao Zedong, Deng y el ala más reformista del Partido Comunista de China diseñaron los pasos a seguir para introducir al país en la economía de libre mercado en unas históricas reuniones del Comité Central que se celebraron del 18 al 22 de diciembre de 1978.

Nacía entonces el término "socialismo con características chinas", acuñado por Deng e inspirado en los milagros económicos que habían protagonizado los llamados "tigres asiáticos" (Taiwán, Hong Kong, Singapur y Corea del Sur).

"Hay que hacer una revolución, y no simples enmiendas y maquillajes", señaló Deng ese año, anticipando que iba a haber grandes cambios, pero sólo en lo económico.

Los campesinos chinos, que en aquel entonces eran más del 80 por ciento de la población (hoy día rondan el 60 por ciento) fueron los primeros beneficiados por las reformas: se les permitió por primera vez en décadas cultivar los productos que quisieran y vender los excedentes de la cuota en el mercado para "enriquecerse".

La idea no era nueva: ya la había aplicado en una provincia (Sichuan, patria chica de Deng) el líder reformista Zhao Ziyang, que acabaría siendo mano derecha del Pequeño Timonel hasta 1989, en que cayó en desgracia por su apoyo a las protestas de Tiananmen.

"¡Enriqueceos!", aconsejó en esos primeros años Deng, insistiendo en que había que abandonar el idealismo de la época de Mao y adoptar medidas más pragmáticas, por lo que había que permitir, por ejemplo, que unos chinos se hicieran ricos antes que otros.

Las sugerencias de Deng, que en tiempos de Mao habrían sido condenadas por burguesas, fueron adoptadas con entusiasmo por los chinos, desencantados por 10 años de caótica Revolución Cultural (1966-76).

El siguiente paso fue crear unas Zonas Económicas Especiales en las que se empezarían a aplicar políticas de libre mercado antes que en el resto de China: la ciudad de Shenzhen (entonces un pueblo pesquero y hoy centro de la industria tecnología china), los puertos de Shantou y Xiamen y la isla de Hainan, entre otras.

En esos mismos años comenzaron a surgir grandes conglomerados empresariales (como CITIC, fundada en 1979 por el "capitalista rojo" Rong Yiren): los empresarios comenzaban a ser admitidos en la sociedad china.

Deng estimuló además la apertura de pequeños comercios en todo el país, e inició la reconversión de cientos de empresas estatales obsoletas, una ardua tarea que continúa y ha costado miles de puestos de trabajo, especialmente en las zonas industriales del noreste del país.

Uno de los pilares de la reforma y apertura fue permitir y promover la inversión de empresas extranjeras en China, pero siempre a través de empresas mixtas (un socio chino y otro foráneo).

Esta política de empresas mixtas predominó hasta el año 2001, en el que China ingresó en la Organización Mundial del Comercio (OMC).

El organismo internacional obliga a Pekín a que abandone paulatinamente estas medidas proteccionistas, aunque se mantienen todavía en muchos sectores que Pekín considera menos preparados para el libre mercado.

Ese ingreso en la OMC fue fruto póstumo de la política de Deng, seguida a rajatabla por su sucesor Jiang Zemin, así como el imparable crecimiento económico del país (en torno a un 10 por ciento anual desde hace dos décadas), aupando a China desde el puesto 32 en las economías mundiales en 1978 al cuarto actual.

Sin embargo, la política economicista de Deng ha traído problemas, entre ellos una rampante inflación que generó descontento social y fue una de las desencadenantes de las protestas de 1989, reprimidas violentamente por la cúpula comunista.

Además, las ideas pragmáticas de Deng también han causado que China sea uno de los países con mayor desigualdad: los urbanitas chinos, con niveles de vida similares a los de Occidente, conviven con inmigrantes rurales que viven en barracones y en muchos casos no tienen derecho a la educación y la sanidad.

Las diferencias regionales también son muy marcadas, sobre todo entre la rica China oriental, simbolizada por los rascacielos de Shanghai, y el Oeste pobre, donde se encuentran el Tíbet y Xinjiang.

Los actuales líderes chinos, el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, han prometido nivelar la balanza y reducir las grandes diferencias que trajo el desarrollismo del Pequeño Timonel, quien pese a todo es uno de los políticos más respetados por la cúpula comunista.

Deng renunció al culto de personalidad que Mao había cultivado en torno a sí mismo, pero continuó llevando a cabo la práctica de manejar los hilos "en la sombra": nunca ostentó cargos políticos en los años 80 y 90, únicamente militares. EFECOM

abc/jac/pam

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