Economía

Bruselas dejaría de ingresar casi el 6% de su presupuesto

Las consecuencias de un potencial Brexit no se reducen a la economía británica. El peso de Reino Unido en la Unión Europea, en la que constituye el segundo mayor contribuyente neto al presupuesto comunitario, junto a las cruciales conexiones financieras y la destacada presencia de los bancos europeos en la City constituyen una combinación de difícil gestión si el referéndum se salda con la ruptura.

Para empezar, el propio funcionamiento de la UE tendría que revisarse de manera integral. La aportación de Londres a las arcas comunitarias asciende al 5,8 por ciento del total, de acuerdo con datos del Eurostat, la oficina económica de la Comisión. En consecuencia, si la negociación de la salida se resuelve con el fin de la obligación británica a destinar partida alguna a Bruselas, los demás estados miembro tendrían, inevitablemente, que ampliar sus cantidades, al menos, si la Unión quiere mantener los actuales estándares de gasto.

Por si fuera poco, si por algo se ha caracterizado la estrategia de Reino Unido en las negociaciones presupuestarias de los Veintiocho es por ser el principal baluarte de la contención. Las maratonianas jornadas necesarias para el acuerdo se han encasquetado tradicionalmente debido a la moderación reclamada por el primer ministro de turno y perder esta presión podría afectar a otros grandes contribuyentes, como es el caso de Alemania, que sufriría el potencial desequilibrio de fuerzas generado por la ausencia del euroescepticismo británico.

Más esfuerzos económicos

Paralelamente, un Brexit desordenado, que cortase todos los lazos económicos entre ambas partidas, implicaría, por tanto, elegir entre más esfuerzo por parte de quienes permanezcan en el bloque, o reducir la capacidad de intervención de un organismo que vería mermar su capacidad económica en hasta 9.500 millones de euros actualmente inyectados por Reino Unido. Para Londres, esta partida apenas roza el 0,5 por ciento de su PIB y lo que ahorraría con el Brexit ni siquiera bastaría para alcanzar un volumen equivalente.

Lógicamente, todo dependerá de la fórmula que se acordase tras una potencial salida. Los modelos existentes obligan a mirar a Noruega, que contribuye al presupuesto comunitario, pero no tiene voz ni voto en la mesa de negociaciones; o a Suiza, que no destina dinero a Europa. En cualquier caso, romper con Bruselas implicaría necesariamente para Londres renunciar al famoso cheque británico, es decir, el reembolso que le permite reducir su gasto total en un 25 por ciento.

Además, el Gobierno tendría que sufragar con fondos propios áreas que, actualmente, financia Bruselas, como gran parte de la actividad agrícola, o el dinero que se destina a zonas menos desarrolladas y que se dejaría notar especialmente en las naciones menos ricas de Reino Unido.

En el terreno financiero, la industria comunitaria tiene una fuerte dependencia de la City. Según recuerda un informe de Afi (Analistas Financieros Internacionales), en el tercer trimestre de 2015 los bancos europeos tenían hasta 1,63 billones de dólares en derechos de crédito sobre contrapartes británicas, de los que hasta CAcasi un 10 por ciento eran bonos soberanos.

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