Opinión

La máquina del dinero

¿Cuánto crecimiento se genera por cada billón de euros que inyecta el BCE?

No me negarán que últimamente muchos de los debates con trasfondo económico sobre políticas de crecimiento y de austeridad, o relativas a la necesidad de mayores o menores inyecciones de liquidez por parte de los bancos centrales, tienen cada vez más parecido a las tradicionales discusiones sobre si es antes el huevo o la gallina. Siempre he pensado que un ser unicelular, por definición, tiene que ser anterior a uno pluricelular al igual que no es lo mismo un tertuliano profesional que un profesional de tertulia. Fundamentalmente porque la mejor manera de afrontar un enigma circular no reside tanto en el talento dialéctico, sino en la manera en que se plantean las preguntas y sobre todo, en ponerle números a las respuestas.

Cuestionarse si es beneficioso o perjudicial per se que el señor Draghi se cambie el apellido por el de Gütenberg, y se apunte a las tendencias que vienen pisando fuerte a ambos lados del Pacífico respaldadas por norteamericanos y japoneses, es el típico planteamiento que termina en círculos viciosos y en bucles. Prueben a preguntarse lo mismo pero de otra forma. ¿Cuánto crecimiento se genera por cada billón de euros que inyecta el BCE y qué coste tiene esta medida en términos de pérdida de competitividad actual y futura, incluso si somos capaces de autosugestionarnos y no calificar a la nueva impresión de dinero como deuda? Pónganle un número a esto y continuemos hablando con otro nuevo interrogante ¿Cómo va a afectar a dicho crecimiento un más que posible giro proteccionista de China o Brasil cuando vean que ahora ellos no exportan lo que esperaban gracias a nuestras "intervenciones financieras"? La respuesta a lo anterior se debe fundamentar en cálculos muy finos donde palabras como elasticidad o multiplicadores tienen que aparecer constantemente.

Asumamos que tenemos el punto de ingenuidad como para pensar que los países "emergentes" se van a quedar de brazos cruzados viendo como sus crecimientos se resienten, padeciendo el desencanto de una pirámide poblacional en plena eclosión y siendo los acreedores del mundo desarrollado.

Impongamos por imperativo legal que todo lo anterior no implica una mayor carga impositiva, soñemos con una inflación constante, y continuemos con el método socrático ¿Estamos seguros de que si los Bancos Centrales imprimen más dinero va a llegar éste a los motores productivos de las economías de la Unión Europea? ¿Tenemos la estructura financiero fiscal para que esto ocurra y poder paliar los costes que toda medida tiene? Porque en un entorno donde muchas entidades financieras luchan por sobrevivir sabiendo que el banco más capitalizado es el que trasmite más confianza, y al mismo tiempo menos presión recibe por parte de reguladores e inversores con los dichos ratios de solvencia, a lo mejor y sólo a lo mejor, no sirve para tanto como se cree a medio plazo el darle a la máquina de los billetes.

Por eso, y dicho por parte de las autoridades monetarias europeas, se está trabajando en todas las direcciones y la decisión no es tan obvia. Además de las solicitadas inyecciones vía OMT, se plantean relajar los colaterales buscando incentivar a los bancos comerciales a prestar más, se estudia si utilizar el European Investment Bank para fomentar proyectos de coinversiones con pymes y hasta se valoran ideas inimaginables como la de comprar bonos corporativos en el secundario. Todas estas medidas generan y se resumen en una única palabra que es básica en toda buena tertulia: tiempo. Valioso activo para un país como España de cara a ganar margen de maniobra, y aliviar la carga de la deuda, pero no debemos olvidar que milagros no hace.

En España, en Europa, y en un mundo desarrollado endeudado hasta el cuello y con una manifiesta falta de crecimiento, no basta con pensar que como aprendimos de pequeños a nadar en piscina y hasta en el mar, también podemos hacerlo en el cuarto de estar. Cada vez el agua huele peor, se estanca más y proliferan las enfermedades. Es básico abrir las puertas para que salga, en cooperación con los vecinos lógicamente, y no empeñarse en extraerla por el techo con métodos faraónicos financiados por la república independiente de mi casa. Para lograrlo, es condición necesaria la unión bancaria y la unión fiscal, y por ello la II Transición en España no es mirándonos mutuamente el ombligo, sino hacia Europa y con un espíritu todavía más conciliador y tolerante que en la primera. De lo contrario, aunque no sea con quitas a la chipriota, padeceremos una dosis extrema del doloroso rodillo fiscal, una manifiesta represión financiera y la amenaza constante sobre nuestra prima de riesgo. Nuestro desempleo juvenil generará en unos años niveles de frustración insoportables, y si nos da por romper la baraja, en lugar de poder ir a protestar a Bruselas o a Berlín, tendremos que hacerlo mirando a Pekín. Por supuesto sin poder ir en avión porque el coste sólo del combustible será de todo menos low cost. Las inyecciones de liquidez nos dan margen de maniobra, que no es poco, pero no curan. Tenemos que querer curarnos y juntos.

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