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El color del cristal en las retribuciones en especie

  • La medida favorece a los salarios medios y bajos y a las pymes
Imagen de Reuters

Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. Nada mejor que este dicho popular para intentar explicar la polémica que el Ministerio de Empleo ha levantado con esa disposición del Real Decreto Ley 16/2013 por la que suprime la exención de cotizar a la Seguridad de las retribuciones en especie, como los vales de comida, cheques de transporte o guardería, planes de pensiones o stock options, fundamentalmente.

Y depende del cristal porque, efectivamente, como mantiene el estamento empresarial, cualquier aumento de la carga fiscal sobre las empresas supone automáticamente un lastre que frena la contratación y la creación de empleo, que es el principal reto que tiene pendiente de este país para poder decir definitivamente que hemos salido de la crisis. Una política fiscal la del tándem Rajoy-Montoro que raya en lo confiscatorio y que penaliza casi exclusivamente el trabajo, el emprendimiento y la creación de empleo.

Perjuicio evidente

Pero dicho esto, es también cierto que la exención de cotizar por las tributaciones en especie supone un perjuicio evidente para los trabajadores que al no cotizar por la totalidad de sus ingresos ven reducidas también las prestaciones sociales que les corresponden y la cuantía de sus pensiones futuras.

La medida favorece también a los salarios medios y bajos y a las pequeñas y medianas empresas, ya que son las grandes las que utilizan este tipo de incentivos que les sirven, además de para compensar una política de salarios reducidos, para cargar a la Seguridad Social una parte de las retribuciones que abonan a sus empleados. Y mejora además, la transparencia y la equidad al eliminar factores que distorsionan la competencia entre empresas que retribuyen en especie y la que no.

En definitiva, una medida esta que pone en marcha ahora el Gobierno que viene a regularizar unos privilegios y a normalizar una situación que nunca debiera haberse producido. Otra cosa es el tiempo elegido, porque cuando las empresas todavía siguen inmersas en la crisis, se encuentran asfixiadas por la presión fiscal y sin financiación por la interminable carestía del crédito y en un país que mantiene todavía la lacra de seis millones de parados, tal vez no sea el momento más oportuno para hacerlo.

José María Triper, corresponsal económico

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