
Italia es un país que se las ha arreglado para seguir siendo una potencia económica en Europa a la vez que lidiaba contra la corrupción, los desequilibrios territoriales y, especialmente, la inestabilidad política. Desde la histórica mafia a los procesos salpicando al eterno primer ministro, desde el próspero norte industrial al vaivén de presidentes y dirigentes cada pocos años -o meses-. Y, dentro de ese caos, la máquina ha seguido funcionando. Con sus altibajos, pero ahí sigue. EN DIRECTO | La campaña del 27S.
Cataluña tiene un poco de italiana, en especial en los últimos años. Ahora se sabe que, como Italia, ha tenido problemas estructurales de corrupción. También se ve ahora que su propia historia reciente es la de un gran desequilibrio: la llama del sentimiento nacionalista prende precisamente por la percepción de que la región daba más a España de lo que España daba a la región.
Desde hace unos años también cala hondo en Cataluña el tercer factor de 'italianización': la inestabilidad. Las últimas dos elecciones han sido antes de hora, las de 2012 llegaron a mitad de legislatura y estas de 2015 casi lo mismo. Y no es consecuencia del procés, sino de la propia idiosincrasia política catalana: en las últimas elecciones Cataluña se erigió como la región con el Parlamento más plural de todo el país, con siete fuerzas repartiéndose 135 escaños. Esto que ahora parece el pan nuestro de cada día por la entrada de nuevas fuerzas políticas lleva años pasando en Cataluña.
Y, como en Italia, los resultados electorales catalanes ya no hay que leerlos como una competencia de partidos sino de coaliciones. En Cataluña no está el Pueblo de la Libertad, ni El Olivo, pero sí hay una gran coalición soberanista en Junts pel sí y otra a la izquierda con Catalunya sí que es pot.
Las siete fuerzas
Si los sondeos se cumplen, el nuevo Parlament tendrá de nuevo siete fuerzas. Llegan nuevas, como la marca de Podemos, o la apuesta de Unió por escindirse de la histórica coalición de CiU. Pero, a la vez, desaparecen otras al sumarse en listas comunes. Si parece chocante que ICV , marca de IU en Cataluña, se sume a la confluencia de izquierdas en lugar de a la marca soberanista que apoyó durante la legislatura que ahora ha terminado, casi resulta antinatural que Esquerra y Convergència unan fuerzas en una bandera común.
A grandes rasgos habría tres corrientes. La soberanista, de Convergència y Esquerra por una parte bajo Junts pel sí, junto a les CUP -que se han mantenido al margen pese a ser abiertamente independentistas-. La (no declarada) nacional, por otra parte, de Ciutadans, PSC y PP, y la de Catalunya sí que es pot que ni hace ni deshace, conscientes como son en Podemos que mojarse más de la cuenta en debates soberanistas sería más perjudicial que otra cosa. La lectura, en realidad, no es tan limpia: dentro de uno y otro bando hay federalistas, como se han declarado en el PSC dentro de los 'nacionales' o ICV dentro de la convergencia de izquierdas.
Si todo lo anterior te parece un lío es que eres una persona medianamente normal. La lógica política a la que estamos acostumbrados ha sido, hasta ahora, la de la dicotomía (con matices) de izquierda y derecha, pasando por el centro. Aquí la cosa es más complicada porque no existe ese único eje, sino que se añade otro, el del nacionalismo catalán y el nacionalismo español.
Dos ejes para medir
En general, en aquellas regiones donde el nacionalismo tiene peso o tradición la fragmentación de fuerzas es frecuente. Como ejemplo de lo primero está el País Vasco, y más desde que se volvió a legalizar a la izquierda abertzale: ahora conviven dos marcas nacionales y dos nacionalistas, cada una de un signo ideológico (PP y PNV en lo conservador, PSOE y EH Bildu en lo progresista), además de formaciones minoritarias como UPyD o, antes de su fractura, IU. Como ejemplo de lo segundo está Aragón, donde también se da ese binomio nacional-nacionalista a derecha (PP y PAR) e izquierda (PSOE y CHA).
Pero el caso de Cataluña va más allá. No es que coexistan esos dos ejes izquierda-derecha, nacionalismo-estatalismo. Es que, además, algunas de esas posiciones tiene distintas opciones políticas.
En el lado conservador hay hasta tres fuerzas, el PP (nacional), Ciutadans (nacional, aunque catalán) y Unió (catalanista moderado). En el lado progresista hay otras tres, con el PSC (federalista nacional), Catalunya sí que es pot (izquierdista ambiguo), les CUP (izquierdista soberanista). Y luego están los Pimpinela de la política catalana, un conservador nacionalista como Convergència coaligado con una formación de izquierdas soberanista como Esquerra.
Ni siquiera Italia resulta tan complicada
Al final el resultado de las elecciones habría que medirlo en dos dimensiones: la del soberanismo sí o no, y la de izquierda-derecha. La primera lectura determinará el futuro sociopolítico catalán de la siguiente legislatura (con todo lo que eso condiciona e implica), y la segunda el alcance de las políticas concretas que se apliquen en materias mucho más 'normalizadas', desde educación a inmigración.
La pregunta inevitable es, ¿cuánto tardarán en celebrarse nuevas elecciones con un clima como éste? Y, desde una visión soberanista, ¿qué tipo de elecciones serán?