El desembarco de Emilio Saracho en Popular introdujo algo de calma en la entidad. A pesar de la delicada situación, los inversores permanecían tranquilos, ya que las primeras decisiones del nuevo presidente, vendiendo negocios no estratégicos y activos tóxicos, indicaban que ya afrontaba los problemas más inmediatos.
El mercado se mantenía expectante ante los siguientes pasos de Saracho, que solo esperan a que concluya el análisis a fondo al que somete a la entidad. Sin embargo, ayer Popular cayó en bolsa más del 10,44%, el mayor descenso desde el Brexit.
La marcha del consejero delegado de la entidad Pedro Larena y la comunicación a la CNMV en la que Popular admite que serán necesarios ajustes contables para enmendar las cuentas de 2016 por 694 millones, ha llevado de nuevo el temor a los mercados. El banco explica que la marcha del número dos se debe a motivos personales (en círculos financieros se aduce en cambio a la pérdida de responsabilidades) y que la enmienda en las cuentas "es un corrección de cuatro aspectos puntuales".
Estas explicaciones podrían servir en otro caso. Pero son insuficientes en una entidad que acumula un lastre de 35.600 millones de activos improductivos y que ve cómo se rebaja su ratio de capital al 11,8% cuando en diciembre estaba en el 13,14%. El Banco de España puso de plazo hasta el verano para que Saracho tuviera preparada su nueva hoja de ruta. Se trataba de un tiempo razonable. Pero lo ocurrido en el día de ayer genera mayores incertidumbres en Popular. Saracho está obligado a tomar decisiones rápidas y de enorme calado para asegurar la viabilidad de la entidad y recuperar la confianza de los inversores.