Editoriales

Una política de cortos vuelos

La economía española ha cerrado un primer trimestre más que meritorio, en el que el PIB creció cerca de un 1%, la bolsa se apuntó su mayor avance desde 1998 y la creación de empleo (como se verá en la EPA que se publica este mes) ahondó la buena tendencia con la que cerró 2014. Ante estos hechos, resulta difícil no darle la razón al presidente Rajoy y a su vaticinio de que 2015 será "el año del despegue".

Desde finales del ejercicio pasado contribuyen a ello la depreciación del euro y el abaratamiento del petróleo; el inicio de las compras masivas de deuda del BCE añade aún más combustible. Sin embargo, tan crucial como saber que la economía se mueve, es determinar hacia dónde lo hace, especialmente en un momento en el que se dan unas condiciones inmejorables, de difícil repetición.

Gestos electorales

A tenor del rumbo que el Gobierno está fijando, existe el riesgo de que sea un viaje corto, sin más horizonte que las elecciones de los próximos meses. El mayor margen de maniobra del que el Ejecutivo dispone se emplea en hacer gestos que le favorezcan ante esos comicios.

Muchos son comprensibles e incluso elogiables, como los incentivos fiscales para familias y autónomos o la ley de segunda oportunidad. Otros, como la reanimación del empleo y el gasto público o la permisividad con los incumplimientos de las autonomías son más discutibles, sobre todo, porque desvían recursos que deberían emplearse en lo realmente prioritario: culminar las reformas estructurales aún pendientes en el ámbito laboral, administrativo y fiscal. Postergarlas supone fiar el futuro económico a una coyuntura, de momento, favorable, y permitir que se mantengan las debilidades que agravaron la actual crisis.

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