
Andalucía celebró este fin de semana unas elecciones autonómicas que, desde su misma convocatoria, se plantearon como un banco de pruebas de los movimientos que está experimentando el electorado español a escala nacional, y que se harán patentes en los siguientes comicios de un súper-año electoral como será 2015.
Desde ese punto de vista, cabe destacar, en primer lugar, lo prematuramente que se ha declarado la muerte del bipartidismo. Esa circunstancia habría supuesto una auténtica revolución en Andalucía, la única autonomía española en la que, en toda la historia democrática, no ha habido alternancia política.
Pero no ha ocurrido: el PSOE continuará gobernando, con el mérito añadido de que su candidata, Susana Díaz, logró, con 47 escaños, igualar los resultados de su predecesor, José Antonio Griñán, en 2012. Y Díaz lo ha logrado esquivando la herencia envenenada que los dos anteriores presidentes regionales (el propio Griñán y Manuel Chaves) le dejaron en forma de una Junta empantanada en sus implicaciones en el mayor caso de malversación de fondos públicos que España ha vivido.
En cuanto al segundo pie del bipartidismo, el PP, sus resultados difícilmente podrían ser más decepcionantes: de ser el partido más votado en 2012, con 50 escaños, ha pasado a convertirse en segunda fuerza política con 33. Sin embargo, su debacle no tiene tanto que ver con un revulsivo del sistema político en su conjunto, como con una pésima estrategia electoral. Su candidato, Juan Manuel Moreno Bonilla, fue un desconocido hasta el día mismo de las elecciones y los apresurados viajes de Mariano Rajoy no cambiaron esa realidad.
Paralelamente, el partido llamado a ser el indiscutible verdugo del bipartidismo, Podemos, no ha tenido los resultados tan históricos que se esperaban. Las encuestas le vaticinaban más de 20 escaños y, finalmente, le corresponderán 15. Además, Podemos irrumpe en el Parlamento andaluz, más que por sus propio empuje, por aprovechar el fuerte castigo que ha sufrido IU. La coalición de izquierdas ha pasado de tener 12 asientos (más un vicepresidente y tres consejerías en el Gobierno) a quedarse con cinco y verse rebasado por los meritorios nueve escaños de Ciudadanos en su primera intentona en Andalucía. Con Juan Marín a la cabeza, se convierte en un partido importante para asegurar la gobernabilidad.
El nuevo panorama político
Sobre todos estos resultados, el panorama político que se vislumbra en Andalucía (y en el resto de España) puede resumirse en las siguientes líneas. Por un lado, Susana Díaz sale reforzada hasta el punto de poder gobernar en solitario, buscando apoyos para temas puntuales. Mientras, en Ferraz, Díaz puede presentarle a su secretario general, Pedro Sánchez, la primera de las pocas victorias que se apuntará en 2015. De este modo, la socialista se convierte en una alternativa para dirigir el partido real, e incluso deseable, dada la fortaleza que ha mostrado a la hora de frenar el avance del populismo.
Este último debería desde hoy atemperar sus entusiasmos, en la medida en que no se ha perfilado aún como alternativa de Gobierno, sino sólo como el peor enemigo de IU. Por último, el PP debe tomar nota de unos muy malos resultados, no únicamente debidos a los errores cometidos en Andalucía.
El hecho de que la izquierda sume 67 escaños demuestra que el desgaste del Gobierno central, tras gestionar lo más difícil de la actual crisis económica, está minando al PP, que en absoluto sabe capitalizar los logros de la recuperación. Ante los siguientes comicios, urge una revisión completa de sus estrategias.