
Montoro y De Guindos preveían que el déficit se fuera al 8%, aunque ahora se hagan los sorprendidos. Rajoy tiene el mismo problema que Zapatero: sabe muy poco de economía.
Poco nuevo bajo el sol. Los vencimientos de deuda pública, alrededor de 800.000 millones en la zona euro durante 2012, marcan la agenda económica, unidos a los recortes públicos y la recesión. Italia sigue siendo una caja de sorpresas. Unicredit tuvo que ofrecer un descuento del 42 por ciento en su ampliación de capital para lograr sacarla adelante. Ello volvió a elevar la temperatura en el mercado de deuda, de manera que la rentabilidad del bono italiano recupera el nivel crítico del 7 por ciento,mientras que el euro se desfonda, al perder las 1,28 unidades por dólar, fruto de la desconfianza en su futuro.
La primera lectura obvia es que los ajustes en los países periféricos serán insuficientes para provocar que se reduzcan las primas de riesgo y el crédito vuelva a fluir. La suma de dinero que las entidades financieras mantienen en el Banco Central Europeo (BCE) sigue rondando el medio billón, fruto de la desconfianza.
La prueba palmaria es que la prima de riesgo española vuelve a los niveles previos a los ajustes anunciados por Rajoy. ¿Significa ello que los sacrificios serán en vano? No, por supuesto. Pero sí demuestra que los mercados no se fían de las promesas de los gobernantes, hartos de verse defraudados. Sólo valoran los resultados. Por eso, habrá que esperar como mínimo hasta finales de año, para conocer si el efecto de las recientes medidas es el esperado. Hay muchas dudas, sobre todo de que el incremento de la presión fiscal vaya a aportar 6.000 millones a las arcas públicas en un entorno tan deteriorado.
Los ciudadanos comienzan a manifestar la misma susceptibilidad que los mercados. La subida de impuestos decidida en el último Consejo de Ministros del año decepcionó a millones de ciudadanos electores, que creyeron a pies juntillas en sus palabras de que no subiría los gravámenes sobre la renta y el capital.
El incumplimiento del presidente, en este caso, es imperdonable, porque renovó su promesa en el discurso de investidura ante el Congreso, cuando ya tenía la mayoría absoluta asegurada. Ello lleva a pensar que Rajoy tiene el mismo problema que Zapatero: sabe muy poco de economía.
Cualquiera mínimamente informado conocía que el déficit público iba a estar más cercano al 8 que del 6 por ciento prometido a Bruselas. Sus asesores se rasgan ahora las vestiduras para intentar arropar al presidente. Aseguran que no conocían el deterioro real de las cuentas públicas hasta que los servicios técnicos del Ministerio de Economía les cantaron las verdades del barquero, una vez en el poder. Incluso acusan a sus antecesores de ocultarles los datos solicitados al respecto en el traspaso.
Pero esto es una verdad a medias. Varios economistas, entre los que se encontraban los actuales responsables del área económica, Cristóbal Montoro y Luis de Guindos, advirtieron de esta desviación en las semanas previas a los comicios, así como del déficit de la Seguridad Social. En elEconomista publicamos sendas portadas con cada uno de los temas. Para evitar más sustos, Rajoy ha dado instrucciones, por lo visto, a los servicios de información del Palacio de la Moncloa que dirige Carmen Martínez de Castro para conocer casi en tiempo real las novedades sobre economía, incluido el envío de alertas a su móvil con lo más importante, así como el resumen de la prensa internacional.
De todas formas, tengo que decir que lo tiene merecido, porque durante la campaña electoral se negó a dar entrevistas a los medios económicos. Craso error, ya que son éstos los encargados de transmitir las decisiones de su Gobierno a los mercados y, en última instancia, de juzgarlas. Martínez de Castro ya habrá aprendido de los errores. Aún estamos al comienzo de la legislatura y los electores probablemente lo olviden, pero una acumulación de deslices así mermará su credibilidad ante los ciudadanos y el mercado.
El Gobierno se esfuerza por dar los pasos correctos, pero con tropiezos. Hay un sinfín de medidas apuntadas por los ministros sin detallar, que generan incertidumbres. Así, en medio de la tormenta que se cierne sobre la banca, sorprenden las declaraciones de Luis de Guindos a Financial Times en las que adelanta que las entidades tendrán que provisionar otros 50.000 millones para sanear su cartera de activos inmobiliarios.
Nadie conoce, sin embargo, cómo se ejecutará, si mediante la creación de bancos malos individuales, el aumento de dotaciones para este tipo de activos, si se contabilizará las provisiones anticíclicas que no tuvo en cuenta la Autoridad Bancaria Europea, etc. El detalle de cualquiera de estos aspectos puede cambiar el signo de la cuenta de resultados de un banco y marcar la diferencia entre tener que recurrir a ampliaciones de capital o incluso a suspender el pago del dividendo y de parte de su deuda.
En Italia, la ampliación de Unicredit es traumática para todo el sector; en Francia, SociétéGénérale y Crédit Agricole tuvieron que suspender el dividendo; en Alemania, la crisis se llevó por delante a la gran banca con excepción de DeutscheBank, que está en apuros; y en Irlanda, las deudas de los bancos arrastraron al Estado a pedir ayudas. ¿Pasarán las entidades españolas el Rubicón sin recurrir a medidas drásticas para sus inversores? Es mejor hablar con un proyecto en la mano, no les vaya a pasar como a Rajoy con los impuestos.