
Obstinada como nunca y tras ver cumplidos sus primeros cien días de mandato, Angela Merkel se resiste a dar por perdido un pulso en el que la crisis de refugiados amenaza de nuevo con dinamitar su carrera política y en la cumbre europea de ayer planteó acuerdos entre países sobre emigración, más que una decisión unificada de la Unión.
Tras seis meses de arduas conversaciones para formar Gobierno, la canciller ve todavía cómo a día de hoy su decisión de abrir las puertas a cerca de un millón de emigrantes en septiembre de 2015 está a punto de pasarle factura en términos electorales.
No obstante, su mayor problema no reside en la bancada de la oposición o en las adversidades que le llegan desde fuera. Este pulso lo juega con su propio socio y ministro del Interior, Horst Seehofer. El líder de la Unión Cristianosocial (CSU), el partido bávaro socio de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, tiene ahora mismo la batuta para la resolución de la cuestión migratoria de la que depende el futuro de la canciller.
Seehofer, su mayor crítico durante la gestión de la crisis de refugiados en 2015, le ha dado un ultimátum para que Alemania cierre sus fronteras a los migrantes que tras cruzar el Mediterráneo ansían un mejor futuro en Europa. Si en menos de quince días Merkel no consigue acordar con sus colegas del bloque una solución a una incipiente segunda ola migratoria, la coalición de Gobierno sellada en Berlín saltaría por los aires. Un plazo para dirimir diferencias y que, por el momento, da algo de oxígeno a una crisis que hace unos días hizo tambalear los cimientos del Ejecutivo alemán cuando Seehofer amenazó con dar luz verde a su plan de frenar en la frontera a los refugiados ya registrados en otros países, lo que hubiera provocado su destitución y la consecuente disolución del Gobierno.
"De la Unión a la secesión", escribió la revista alemana Der Spiegel para recrear el dramático momento que vive el grupo conservador pero que, no obstante y según apunta la prensa alemana, permitirá a la canciller ganar tiempo de cara a la cumbre de la UE de finales de mes.
Por de pronto, Merkel señaló que su Gobierno podría ofrecer apoyo financiero a los estados miembros de la UE que recibieran de vuelta a los solicitantes que registraron. Un proyecto que se torna complicado si se tiene en cuenta que esos países llevan tiempo lidiando con una gran afluencia de inmigrantes y reclaman unas cuotas de reparto vinculante de solicitantes de asilo entre todos los socios europeos.
Escepticismo social: el tiempo apremia y dos citas con las urnas podrían precipitar acontecimientos.
Con este caldo de cultivo, más del 70%, de los alemanes dudan que Merkel pueda lograr acuerdos con países europeos en materia migratoria, según un sondeo de Civey para el diario Welt.
Las políticas migratorias han pasado otra factura al país. Si hace tres años, solo el 7% de los alemanes quería que los inmigrantes ilegales fuesen deportados, ahora, ahora son un 86%. Recientemente, Markus Söder, ministro Estatal bávaro, aseguraba: "la gente está perdiendo la paciencia".
El tiempo apremia y dos citas con las urnas podrían precipitar los acontecimientos. Mientras que Seehofer tiene la mirada puesta en las elecciones de Baviera de otoño y busca mostrar que se puede controlar el flujo de refugiados con mano dura sin tener que acudir a un partido ultraderechista como AfD, en Bruselas se esfuerzan por mostrar buenos resultados de su gestión.