
Reino Unido ha iniciado una ofensiva contra la estrategia de la Unión Europea de torpedear las conversaciones del Brexit, para así recabar la mayor cuantía por el divorcio. A una jornada del inicio del Consejo Europeo que decidirá si autoriza ampliar la negociación al análisis de la relación comercial, las partes continúan enfrentadas en una dinámica en la que se culpan mutuamente de la parálisis reinante.
El ministro del Brexit acusaba ayer a la cúpula comunitaria de "usar la presión del tiempo para obtener más dinero". "Llanamente, eso es lo que ocurre, es obvio para todo el mundo", declaró David Davies en el Parlamento, frente al notablemente diferente diagnóstico compartido al sur del Canal de la Mancha por su interlocutor.
Después de que la cena de Theresa May y Jean-Claude Juncker del lunes recabase como único punto en común el consenso en torno a la necesidad de "acelerar" el proceso, Michel Barnier advirtió de que "acelerar es cosa de dos" y, en su opinión, no es precisamente Bruselas quien ha puesto el freno.
La división interna del Gobierno británico ha provocado mensajes contradictorios, como ayer mismo evidenciaron la titular de Interior y el ministro del Brexit: mientras la primera consideró que una salida sin acuerdo es "impensable", Davies insistió en que este desenlace es posible, sobre todo porque a Londres se le "están agotando los límites de lo que puede conseguir", si no se le permite evaluar la "futura relación". Por ello, retomó la apelación directa a los líderes comunitarios para que den luz verde a la siguiente fase en la cumbre de este jueves y viernes, a pesar de que Londres es el primero que desconoce cómo quiere que sea esa relación y cuánto está dispuesto a pagar.